La gestión de carteras: gestión activa frente a gestión pasiva
A la hora de planificar la estrategia de nuestra inversión, podemos optar por un modelo de gestión activa o por una gestión pasiva. La gestión pasiva es una estrategia de inversión basada en comprar y mantener. Bajo este modelo de gestión, la cartera sólo se "retoca" ocasionalmente para su reestructuración o bien para reinvertir los dividendos.
Se busca con ello que los beneficios de los activos que se adquieren, repliquen a los índices a lo largo del tiempo. El propósito, por tanto, no es “batir” al índice, sino igualar su rendimiento. Un buena gestión pasiva se juzgará, precisamente, por la capacidad de ajustar su rendimiento al del índice objetivo y a la capacidad de minimizar la desviación entre el retorno de la cartera y el retorno del o de los índices de referencia.
Por contra, la gestión activa implica un continuo ajuste de los valores que componen nuestra cartera. El objetivo de estos cambios es obtener una constante mejora en el rendimiento de los activos a rentabilidad para superar la rentabilidad de éstos con respecto a los índices de referencia.
No se trata de replicar la rentabilidad de los índices sino superarla, y la manera de "batir" al índice es la constante búsqueda de aquellos valores que mejor rendimiento pueden ofrecer y realizar los cambios oportunos en la composición de nuestros activos
A la hora de decidirse por una estrategia activa o pasiva, el inversor ha de tener en cuenta que la gestión pasiva es más conservadora, en cuanto a rentabilidad y riesgo, y tiene un coste menor. La alternativa de la gestión activa es potencialmente más lucrativa, pero tiene un mayor riesgo y un alto coste, en base a las comisiones que se generan por los cambios en la composición de los activos.
Por supuesto, se puede aplicar una estrategia mixta o, como ocurre en la mayor parte de las ocasiones, elegir entre una u otra en función de la volatilidad del mercado. Para mercados con poca volatilidad, la gestión activa suele ser poco efectiva ya que precisamente esas escasas oscilaciones no favorecen los cambios.
Los mercados donde sí hay mucha volatilidad nos permitirían maximizar la rentabilidad de nuestra inversión aplicando esa gestión activa, realizando los ajustes necesarios en la composición de nuestra cartera en función de esas oscilaciones.