A la caza de agujeros negros
Nacen de la muerte de las estrellas, engullen materia y luz y en sus alrededores el tiempo se frena. Los agujeros negros, uno de los objetos más fascinantes del Universo, protagonizarán la próxima conferencia del Ciclo de Astrofísica de la Fundación BBVA.
La vida de un agujero negro comienza con la muerte –la implosión– de una estrella que pasa a convertirse en lo que se conoce con el nombre de ‘singularidad’. Estos fenómenos concentran una masa extremadamente elevada (hasta miles de millones de veces la de nuestro Sol) en un tamaño muy pequeño, por lo que su atracción gravitatoria es inmensa y actúan como sumideros cósmicos que engullen toda la materia que les se aproxima.
Pero la singularidad de estas regiones cósmicas va más allá de su fuerza para atraer lo que les rodea. Los agujeros negros no están compuestos de materia sino de espacio-tiempo deformado. Por este motivo, en sus alrededores el tiempo se frena y, en su interior, las leyes físicas tal como las conocemos dejan de ser válidas.
Hay muchas hipótesis sobre lo que ocurriría si nos aventuráramos en un agujero negro. Se especula con la posibilidad de que alberguen ‘agujeros de gusano’, pasadizos que unirían puntos distantes del Universo. Pero no parece probable que, si realmente existen, seamos capaces de sacarles partido en nuestros futuros viajes estelares.
Si nos aventurásemos en un agujero negro, lo más probable es que sufriéramos un desagradable fenómeno: la espaguetificación
La idea más aceptada es que no sobreviviríamos al intento y nos descompondríamos en miles de millones de átomos, tras sufrir un desagradable fenómeno de estiramiento al que los físicos teóricos llaman, de forma muy gráfica, ‘espaguetificación’.
En el corazón de nuestra Vía Láctea
Como ni siquiera la luz puede escapar a su fuerza de atracción, un agujero negro no es visible de forma directa sino a través de indicios: por ejemplo, observando el movimiento y la energía que desprenden las estrellas más cercanas a él.
En las últimas décadas, los astrofísicos han reunido pruebas de que estos objetos se encuentran en el corazón de muchas galaxias. También la nuestra, la Vía Láctea, alberga uno en su centro. Sagitario A es un agujero negro gigante, supermasivo, en lenguaje científico. Tiene el mismo tamaño que el Sol, pero su masa es cuatro millones de veces superior a la de nuestra estrella.
Su existencia fue demostrada teóricamente a principios de los años 80 por el grupo de investigadores del premio Nobel Charles Townes, y confirmada posteriormente a medida que la tecnología se ha hecho más potente.
Reinhard Genzel, del Instituto Max Planck de Física Extraterrestre (Alemania), ha dedicado buena parte de su carrera a investigar el corazón de la Vía Láctea y ha visitado recientemente la Fundación BBVA para exponer los datos que prueban la existencia de este agujero negro.
En su conferencia, Genzel ha explicado también de uno de sus descubrimientos más recientes: una nube de gas que está siendo estirada y deformada por el fuerte campo gravitatorio de Sagitario A hasta convertirse casi en un espagueti.
Esta nube de gas alcanzó una distancia de máximo acercamiento al centro galáctico hace dos años, por lo que estudiar su comportamiento está arrojando información muy valiosa sobre el propio agujero negro. Futuros experimentos se centrarán, además, en analizar el comportamiento de la Relatividad General en estas regiones en las que el espacio-tiempo experimenta una curvatura tan extrema.