La cara y la cruz de la banca en la sombra
“La banca en la sombra” es un término que se está haciendo cada vez más habitual en los medios de comunicación y tertulias sobre economía y finanzas. Toma su nombre de la expresión shadow banking, que es como se conoce en inglés a esta actividad que realizan entidades que actúan como bancos, pero no lo son.
¿Qué es la banca en la sombra? De la variedad de definiciones que existen, nos quedamos con esta del Financial Stability Board (FSB), organismo internacional que vela por la estabilidad global del sector financiero. La define como “la intermediación crediticia que incluye entidades y actividades (total o parcialmente) fuera del sistema bancario regular, o la intermediación de crédito no bancario”.
Entre los principales actores que realizan esta actividad cabe destacar a los fondos de inversión, las gestoras de activos y los agentes/intermediarios financieros (brokers/dealers).
Estas entidades y actividades han ido ganando en importancia dentro del sistema financiero internacional desde 2010, como muestra el último Global Shadow Monitoring Report publicado en noviembre de 2015 por el FSB. Este informe señala que la banca en la sombra representa, aproximadamente, el 80% del PIB global y el 90% de los activos del sistema financiero global*.
Cabe destacar que más del 80% de los activos en manos de la banca en la sombra residen en las economía desarrolladas de América del Norte, Asia y Europa Occidental. De hecho, afirma que el volumen de activos de entidades no bancarias en 20 países de la zona euro creció en US$1.600 billones en 2014, hasta los US$80.000 billones. En los últimos años, creció especialmente en China.
No hablamos, por tanto, de una industria menor. La necesidad de una mayor y mejor regulación para la banca en la sombra ha llegado incluso a la reciente campaña dentro de las filas del partido demócrata en EE.UU. Y, por supuesto, los supervisores no son ajenos a esta necesidad y trabajan en esto desde hace años.
Así, la transformación de la banca en la sombra en un sistema de financiación transparente y basado en el mercado es uno de los cuatro pilares de la reforma financiera global que sentó el G20 en su primera reunión en Washington ya en 2008. Pero el progreso para conseguir este objetivo está aún en una fase incipiente y queda trabajo por hacer.
¿Qué se ha hecho hasta el momento para reducir el riesgo de la falta de regulación de esta actividad financiera? Desde BBVA Research indican que los avances más significativos se han centrado en mejorar la transparencia. El objetivo es lograr un marco regulador global, coherente, armonizado y en igualdad de condiciones para todos los participantes del sector financiero, para que las fuentes de financiación no bancaria sean más seguras y sostenibles para la economía real, y reducir al mínimo los factores de riesgo sistémico que lleva asociados.
BBVA Research, en un informe publicado en enero, sitúa la banca en la sombra como una de la prioridades regulatorias globales para 2016. Sostiene, por un lado, que tiene algunas ventajas: contribuye a la generación de liquidez y a la actividad de creación de mercado, a la diversificación de los riesgos (porque permite la transferencia de algunos de estos riesgos desde el sector bancario a otras áreas del sistema financiero). Es, además, un complemento del crédito bancario en la intermediación financiera y permite la reducción de costes debido a la menor intermediación y la mayor competencia.
Pero, por otro lado, alerta de los riesgos que conlleva: la banca en la sombra podría dar lugar a un riesgo sistémico considerable si no está adecuadamente regulada y supervisada, como la última crisis financiera parece sugerir. Genera incertidumbre porque, en términos generales, es opaca y todavía hay falta de información. Y lo que es más, promueve el arbitraje regulatorio y reduce la disciplina de mercado en un momento en que es necesario un crecimiento sostenible de la economía real.
* Estas cifras engloban a 26 jurisdicciones, incluyendo Irlanda por primera vez