La agenda de regulación digital de la UE
En los próximos meses la Comisión Europea debe afrontar un gran reto: culminar la definición de la estrategia del Mercado Único Digital. Un paso más en la configuración de un gran marco de ley digital cuya meta avanza (virtualmente) en paralelo a la consolidación real y efectiva de un mercado único europeo.
En un contexto acotado por las diferencias nacionales, el ecosistema digital mantiene su particularidad de difuminar las barreras geográficas. Esto, ante un escenario de paulatina recuperación económica, representa una herramienta sumamente útil para superar la fragmentación que caracteriza ciertos mercados en Europa, pero también una oportunidad para apoyarse en el uso de las nuevas tecnologías y potenciar así la economía comunitaria. Por ello, la Comisión Europea ha fijado 2016 como el año en que mitigue los diferentes obstáculos regulatorios y administrativos que limitan las operaciones transfronterizas y que avanzan en dirección opuesta a la unidad del mercado interno.
La estrategia del Mercado Único Digital (DSM, por sus siglas en inglés), lanzada en mayo del año pasado, ha sido la herramienta que se decidió adoptar para intentar constituir un solo mercado digital europeo. Para la Comisión Europea, la necesidad de ese mercado único digital queda patente en algunos datos: 315 millones de europeos utilizan cada día internet y, según este organismo, con un mercado digital unificado se podrían generar hasta 415.000 millones de euros de crecimiento adicional apoyado en este negocio digital, además de cientos de miles de puestos de trabajo y unos beneficios que no sólo repercutirían sobre la economía sino también sobre la sociedad.
Los pilares en los que se sustenta la estrategia del DSM son tres:
- Garantizar un mejor acceso para los consumidores y empresas a los bienes y servicios digitales.
- Crear las condiciones adecuadas y un terreno de juego equitativo.
- Maximizar el potencial de crecimiento de la economía digital.
Para este año, la Comisión Europea ha emprendido una ronda de consultas con todos los grupos de interés para convertir estos pilares en propuestas concretas (legislativas y no legislativas). Las principales acciones van encaminadas, entre otras, a mejorar los costes de distribución transfronterizos de las empresas, facilitar el comercio electrónico entre pymes, desbloquear ciertos servicios no disponibles fuera del propio país o simplificar el régimen del IVA.
No obstante, y de forma tangencial a cada uno de los tres pilares de la estrategia del DSM, el desarrollo paralelo de una computación en nube a escala europea que permita el desarrollo del big data implica a su vez la creación de una infraestructura capaz de garantizar la protección de los datos sin que por ello se vean mermadas sus ventajas en términos de escalabilidad y coste. Por ello, la ciberseguridad (como realidad esta vez y no como meta) representa otro gran reto a integrar en el día a día de la agenda regulatoria digital europea.
Un espacio para la revolución digital del sector financiero
Por su parte, el sector financiero, con BBVA al frente, también está abordando su transformación digital para seguir jugando un papel clave para los ciudadanos europeos y para el propio desarrollo del DSM. Sin embargo, la estrategia del Mercado Único Digital no dedica al sector un foco particular ni concreto.
Los distintos agentes de la banca y las finanzas cumplen una doble función, por un lado, de intermediación aportando crédito a empresas para su crecimiento en el mercado único y, por otro, reduciendo los costes de transacción con infraestructuras de pagos eficientes y seguras. En otras palabras, contribuyen también a reducir las barreras de integración del mercado europeo favoreciendo así el impulso del negocio digital.
No obstante, para encontrar iniciativas que respalden este papel hay que recurrir a otras propuestas como el Libro Verde de Servicios Financieros al por menor, promovido también por la Comisión Europea con el objetivo de mejorar la competencia y la transparencia del sector.