La aclimatación: así se prepara el cuerpo para un ochomil
¿Sabías que a 8.000 metros de altitud el nivel de oxígeno representa un tercio del que hay al nivel del mar? Por eso, cuando el objetivo es subir un ochomil, uno tiene que ser consciente de que ahí arriba solo existe la Naturaleza. Sin embargo, se puede someter el cuerpo a una aclimatación, es decir, a un proceso de adaptación para sobrevivir a las condiciones medioambientales del nuevo entorno.
Cuando una persona sube por encima de los 3.000 metros se expone a la hipoxia, a un estado en el que se respira un aire bajo en oxígeno. Para contrarrestar este déficit, la frecuencia cardíaca y la respiratoria aumentan. Este mecanismo es suficiente para incrementar la cantidad de oxígeno en el cuerpo durante un periodo de tiempo corto pero, a largo plazo, esta adaptación es insuficiente y ese sobresfuerzo conlleva riesgos importantes.
La aclimatación es, por lo tanto, un proceso biológico para generar una mayor cantidad de glóbulos rojos y así aumentar la circulación de oxígeno en la sangre. Esto permite normalizar —hasta cierto punto— el ritmo cardíaco y regular la hiperventilación. Si uno permanece varias semanas a más de 4.500 metros, el porcentaje de glóbulos rojos en sangre puede aumentar hasta más del doble.
Una ascensión progresiva, clave para una buena aclimatación
No existe un tiempo de aclimatación determinado, cada uno lo hace a un ritmo distinto aunque la media suele estar en unos 10 días. Lo más importante es que se haga de forma progresiva. Estos son algunos consejos que pueden ser útiles para llevarla a cabo adecuadamente:
- Es recomendable subir a pie, ya que utilizar un vehículo sería someter el cuerpo a la ascensión de golpe, sin ejercitar los músculos.
- La presión del aire provoca la deshidratación. Por eso, y para mejorar la circulación de la sangre, es necesario hidratarse muy bien.
- Para saber si el cuerpo se está aclimatando bien, es bueno tomarse el pulso todas las mañanas y comprobar si el ritmo mejora. La ausencia de dolores de cabeza, un buen apetito y dormir bien son también indicadores de que todo está yendo correctamente.
- Por encima de los 3.500 m, no se recomienda subir más de 500 metros para pernoctar y cada 1.200 metros de altura alcanzada, hay que descansar una noche. Este es un ejemplo para entenderlo mejor:
1ª noche a 3.500 m, 2ª noche a 4.000 m y 3ª noche a 4.300 m. Durante el día, se puede subir a 4.500 metros pero se debe descender a los 4.000 m para dormir. Recuerda, “escalar alto y dormir bajo”.
- La ascensión durante la aclimatación tiene que establecerse en función del objetivo de la expedición. Si la intención es subir un ochomil, hay que asegurarse de que nuestro cuerpo se ha adaptado a una altitud mínima de entre 4.000 y 5.000 metros, altura a la que suelen estar los campos base.
Una mala aclimatación puede provocar el mal de altura
Carlos Martínez, el médico que acompaña a Carlos Soria y a todo el equipo en sus expediciones, comenta que la aclimatación se da por completada “cuando todos los procesos fisiológicos de nuestro organismo se normalizan”. Puntualiza que, desde el punto de vista médico, es “cuando tiene lugar la adaptación hematológica con aumento de hematocrito y hemoglobina, la adaptación metabólica y la adaptación pulmonar con mejora de la capacidad respiratoria”.
Carlos Martínez es el médico de la Expedición BBVA
Una vez finalizada la aclimatación, una persona que vive a nivel del mar puede realizar actividad física en alta montaña. Además, Carlos Martínez asegura que casi todo el mundo puede conseguir la aclimatación, “sólo un pequeño porcentaje de personas tiene predisposición a no aclimatar y padecer mal de altura”.
Si la aclimatación no se hace correctamente y de manera muy progresiva, una persona puede sufrir este mal de montaña. El síntoma más común, que se manifiesta en la gran mayoría de los casos, es el dolor de cabeza. También es frecuente el insomnio y, en otros casos, es posible perder el apetito o tener náuseas. El mal de altura puede ser leve, moderado o severo. En caso de no ser muy grave, se puede seguir siempre y cuando se ralentice la ascensión. Resulta imprescindible cargar con una cámara hiperbárica por si la situación se agrava. Se trata de una especie de saco de dormir con el que se puede simular las condiciones medioambientales de una altitud más baja y así tratar el mal de altura.
La aclimatación de la Expedición BBVA
Antes de afrontar el doble reto de hollar el Annapurna y el Dhaulagiri, la Expedición BBVA, liderada por Carlos Soria, ha realizado la aclimatación por el valle del Khumbu en 12 días y a una altitud máxima de 5.900 m. Tanto para el veterano alpinista como para el resto del equipo, esta rutina, necesaria antes de subir un ochomil, ya no tiene secretos. Aunque el cuerpo es impredecible, conocen perfectamente los pasos a seguir. El médico que acompaña a la Expedición, Carlos Martínez, señala: “Existe memoria de aclimatación, cuántas más veces nos exponemos, más rápido y mejor aclimatamos”.
Así ha sido la aclimatación de la Expedición BBVA 2016:
Una vez completada la aclimatación, ya se dirigen al Campo Base del Annapurna, situado a 5.200 metros. Carlos Martínez comenta que la aclimatación perdura “mientras estamos sometidos a hipoxia en el Campo Base”. Sin embargo, advierte: “En campos base demasiado altos sí podemos desaclimatar porque no es posible una aclimatación permanente a más de 5.500 m aproximadamente”. A esa altitud no existe población alguna. Una vez se desciende a una altura normal, la aclimatación dura unas tres semanas, “que es el tiempo en el que el glóbulo rojo tiene la maduración necesaria y en el que permanecen activas las adaptaciones musculares”.