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Rebaños de fuego: gestión sostenible del riesgo de incendios forestales

Cabras y ovejas pastan por bosques de Girona. Sin saberlo, estas brigadas animales reducen el riesgo de incendios y crean zonas seguras y estratégicas para los bomberos. El proyecto 'Ramats de foc' (Rebaños de fuego) de la Fundación Pau Costa busca conseguir una masa forestal más resistente al fuego y favorecer la continuidad de la actividad ganadera en el territorio.

RAMATS DE FOC

Las 700 cabras y ovejas de Pau, un ganadero de la comarca del Baix Empordà (Girona), pastan en un bosque mixto de pino carrasco y encina. Su leche y su carne forman la base de los productos que comercializa a través de Làctics Pauet. Su forma de alimentarlas reduce el riesgo de incendios en la región y facilita que los bomberos puedan acceder a pie al monte en caso de que se produzca un incendio.

El medio millar de ovejas de Eugeni pace a la sombra de un sotobosque y delimita su perímetro. Dan leche y carne, pero también construyen una barrera de protección para las zonas habitadas en los alrededores de Verges, en la misma comarca catalana. El rebaño de María, en la Garrotxa, también en Girona, no solo sirve de sustento a su familia, sino que mantiene limpios una serie de espacios marcados como zonas seguras para los bomberos, y regula la presencia de combustible vegetal en diferentes bosques del Valle del Bac.

Las cabras de montaña de Antonio, las ovejas ripollesas de Marc, las cabras alpinas de Jesús y Miquel, las cabras de raza florida de Judit y Joan y las lecheras de Dolors. Todas dan forma a un singular ejército de rumiantes que luchan contra el fuego de la forma más sencilla que existe: comiendo. Son los Rebaños de fuego ('Ramats de foc', en catalán), uno de los proyectos más emblemáticos de la Fundación Pau Costa, cuyo trabajo ha sido reconocido por el fondo BBVA Futuro Sostenible ISR con un premio de 100.000 euros para seguir extendiendo el alcance de este cuerpo de hervíboros gestores del paisaje.

Rebaños de fuego: gestión sostenible del riesgo de incendios forestales

La Fundación Pau Costa cuenta con un equipo ejecutivo formado por entre 20 y 25 personas. - Fundación Pau Costa

Una nueva mirada a la tradición

A principios del siglo XX, solo una de cada tres personas en España vivía en pueblos de más de 10.000 habitantes. Cerca del 70 % de la población del país era fundamentalmente rural. Vivía mayoritariamente de la agricultura y la ganadería, y el paisaje era moldeado para la obtención de recursos. Los pueblos estaban rodeados de campos de cultivo y pastos y los bosques eran espacios que prestaban multitud de servicios, como leña para combustible o alimento para los animales.

En 1950, la población urbana superó por primera vez a la rural. Y en 1980, dos tercios de los habitantes vivía ya en ciudades. Hoy, apenas el 15 % de la población española puede ser considerada rural. Con el éxodo y el abandono de los pueblos han surgido multitud de problemas, esos que muchas veces englobamos bajo la etiqueta difusa de la España vaciada. Uno de ellos es que el paisaje, el bosque y los campos, han dejado de ser lo que eran.

“Hemos cambiado de paisajes por completo en 50 años”, explica Núria Prat-Guitart, responsable del área de proyectos de la Fundación Pau Costa. “Antes había más campos, más zonas de transición entre el bosque y los pueblos. Se ha perdido mucho saber sobre la importancia de mantener ese paisaje para reducir el riesgo de incendios. Pero aunque antes tuviésemos una situación mejor, ahora tenemos más conocimiento. Podemos aplicar el saber tradicional de formas innovadoras para ser eficientes en la gestión de los incendios forestales”.

De esta conexión entre tradición y conocimiento científico nace Rebaños de fuego, un proyecto de sistemas silvopastoriles (que conjugan bosque y pastoreo) que empezó a gestarse en 2016. “El proyecto nace de las propias necesidades del territorio”, reflexiona Prat-Guitart. Hace ahora seis años, la Fundación y el gremio de carniceros de Girona, con el apoyo del Cuerpo de Bomberos de la Generalitat de Catalunya, empezaron a diseñar una iniciativa para potenciar la contribución de los rebaños de ganadería extensiva en la gestión del riesgo de incendios mediante el pastoreo en zonas forestales estratégicas.

Las primeras pruebas piloto llegaron en enero de 2017. Se delimitaron cuatro zonas estratégicas de gestión, identificadas por el cuerpo de bomberos, y participaron tres explotaciones ganaderas. Además, cinco carnicerías y un restaurante se comprometieron a comercializar los productos de esos ganaderos pioneros bajo un sello que identificase a los 'ramats de foc'. “Ahora estamos trabajando ya con 20 pastores y 35 establecimientos, y seguimos creciendo”, añade Núria Prat-Guitart.

El proyecto, que busca conseguir una masa forestal más adaptada al fuego y favorecer la continuidad de la actividad ganadera en el territorio, implica a bomberos (que identifican las zonas estratégicas para regular los incendios), ganadería extensiva (que pasta en las zonas señaladas), carnicerías y restaurantes (que dan salida a los productos y aseguran la sostenibilidad económica del proyecto) y consumidores (que pasan a formar parte de la gestión del territorio y de los incendios forestales).

La fundación se apoya en universidades para desarrollar líneas de investigación específicas. - Fundación Pau Costa

Los pastores y la complejidad del fuego

El bosque mediterráneo siempre ha sido moldeado por el fuego. Muchos de sus ecosistemas han evolucionado de la mano de los incendios como un contribuyente esencial para la renovación del hábitat. Incluso hay especies, como por ejemplo el pino carrasco, que aprovechan el fuego para lanzar sus semillas y encontrar nuevas oportunidades de crecimiento. La ecología del fuego busca precisamente entender esos procesos naturales relacionados con el fuego y cómo los incendios interaccionan con los diferentes componentes de los ecosistemas. Entender por qué no todo el fuego es malo y cómo podemos convivir con él.

Y es que los incendios son un fenómeno complejo. En 1985 ardieron en España cerca de medio millón de hectáreas y en 1995 hubo 25.557 incendios. Esas cifras no se han repetido, según las estadísticas oficiales. Así, hoy, hay menos incendios y arde menos superficie que antes, pero los grandes incendios forestales son cada vez más voraces y queman un porcentaje cada vez mayor de bosque. De acuerdo con el Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales, España ha registrado en los ocho primeros meses de 2022 medio centenar de incendios que han calcinado aproximadamente 300.000 hectáreas. ¿Qué está pasando?

“Uno de los problemas es lo que llamamos la paradoja de la extinción. Nos hemos vuelto muy eficientes apagando incendios. Cuanto más mejoramos, más material combustible hay en los bosques y los incendios que sí llegan a producirse son más grandes y voraces”, explica Núria Prat-Guitart. Además, tenemos un buen puñado de factores de riesgo impulsados por el cambio climático.

Según un estudio dirigido por Jofre Carnicer, profesor de ecología de la Facultad de Biología de la Universidad de Barcelona, se está produciendo un cambio importante en el régimen de incendios en Europa (y especialmente acusado en el Mediterráneo) por causa del cambio climático. El aumento de las olas de calor y la sequía provocada por la escasez de precipitaciones y la elevada evaporación generan escenarios en los que el riesgo de que ardan los bosques se dispara.

“Por último, la falta de gestión del territorio y el abandono del mundo rural están convirtiendo los bosques en masas forestales densas que han crecido de forma desordenada y, en algunos casos, incluso con poca biodiversidad”, añade la responsable de proyectos de la Fundación Pau Costa. Y es precisamente en este último punto donde encajan los rebaños de fuego y muchos otros proyectos de la fundación catalana.

“Sabíamos convivir con el fuego y nos hemos olvidado. El paisaje mediterráneo siempre ha convivido con los incendios. Tenemos especies que llevan el fuego en su ADN, pero, durante años, nos olvidamos de ello. Ahora nos empezamos a dar cuenta de que los incendios siempre han estado ahí y van a seguir estando. Muchos serán imposibles de impedir, pero podemos estar mejor preparados y concienciados para mitigarlos”, reflexiona Núria Prat-Guitart. “Necesitamos movernos de la prevención total a la convivencia sostenible”.

Construir desde la primera línea de fuego

El 20 de julio de 2009, una imprudencia con una hoguera prendió las primeras llamas en el parque natural de Els Ports, en Horta de Sant Joan (Tarragona). Las altas temperaturas, la poca humedad del aire y el fuerte viento pronto transformaron el foco en uno de los incendios más trágicos de la historia en España. Ardieron apenas 1.100 hectáreas de vegetación, pero cinco bomberos perdieron la vida en las tareas de extinción. Entre ellos estaba Pau Costa.

Costa, junto a otros compañeros ligados a la extinción de incendios y a la gestión del territorio como Jordi Vendrell, Oriol Vilalta, Mariona Borràs y Helena Ballart, llevaban varios años dándole vueltas a un idea: crear una plataforma en la que compartir el conocimiento y la experiencia sobre los incendios forestales. Una plataforma de la que aprender a gestionarlos mejor y desde la que divulgar para que la sociedad en su conjunto aprendiese a convivir mejor con el fuego.

El incendio de Horta de Sant Joan acabó con la vida de Pau Costa, pero no con sus ideas. Sus compañeros y otras muchas personas interesadas (un total de 60) acabaron creando en 2011 una fundación con esos objetivos. No podían sino bautizarla en su recuerdo. “Era un grupo diverso alineado alrededor de la necesidad de compartir información para mejorar la gestión de los incendios, la respuesta que les damos y la sensibilización de la población”, explica Núria Prat-Guitart, quien se sumó a la fundación en 2016.

Hoy, la Fundación Pau Costa cuenta con un equipo ejecutivo formado por entre 20 y 25 personas (en función del momento del año) que se dedica a gestionar todos los proyectos, un patronato formado por una decena de personas con un gran bagaje en el mundo de los incendios y más de 300 miembros. “Para nosotros, ellos son el activo más importante. Son gente que apoya la fundación y a los que intentamos involucrar en todas las actividades que hacemos”, añade Prat-Guitart.

Además, la fundación se apoya en otras instituciones (por ejemplo, en universidades para desarrollar líneas de investigación específicas) y colabora con otros proyectos similares. Todo su trabajo se articula alrededor de estas líneas de actuación: intercambio de conocimiento sobre incendios, construcción de paisajes resilientes, investigación y desarrollo para mejorar la respuesta y la gestión de los incendios, divulgación mediante conferencias y jornadas, y educación y sensibilización en centros escolares y a través de acciones de comunicación.

“Necesitamos saber cómo funciona nuestro ecosistema mediterráneo, no podemos seguir viviendo de espaldas al bosque. Debemos mejorar la integración de los lugares urbanizados y las masas forestales y necesitamos una visión más integral de la gestión y la búsqueda de beneficios de los bosques. Además, el aprovechamiento del bosque debe tener en cuenta el escenario que nos está dejando el cambio climático, que no es algo del futuro, ya es presente. No podemos seguir planificando plantaciones o infraestructuras como hace 50 años”, subraya Núria Prat-Guitart.

Quizá nada resuma mejor el enfoque de trabajo de la función que una frase: “la intencionalidad de los incendios ya no es relevante”. Y es que a menudo se apunta a que el bosque arde por causas intencionadas. A que el fuego solo prende porque alguien lo planta. “Hay incendios causados por rayos, otros por accidentes, otros por negligencias, y los hay intencionados”, señala Prat-Guitart. “Pero nosotros decimos que la intencionalidad es cada vez menos relevante porque, de alguna forma u otra, los incendios van a estar ahí”.

“Sin embargo, si tenemos un paisaje bien gestionado, las consecuencias del incendio cambian. Si no lo hacemos, nos vamos a enfrentar cada vez más a grandes incendios que arrasan grandes masas forestales que estarán cada vez más estresadas por las condiciones climáticas”, concluye la gestora de proyectos de la fundación. “Tenemos que invertir en el paisaje que queremos y en cómo lo gestionamos. Esto nos traerá también mejoras en la biodiversidad y reforzará la economía rural. Es mejor centrarse en la gestión que en las causas de los incendios”. Las ovejas y las cabras que pastan contra el fuego son el mejor ejemplo de ello.