Medio siglo defendiendo la naturaleza da para mucho: esta es la historia de ANSE
Un velero convertido en icono de la defensa de la naturaleza. La Asociación de Naturalistas del Sureste lleva casi cincuenta años surcando la realidad para proteger áreas naturales y especies amenazadas. ANSE, galardonada en 2017 con el Premio Fundación BBVA a la Conservación de la Biodiversidad, ha logrado paralizar construcciones ilegales, ha denunciado vertidos en el Mar Menor y ha creado zonas de protección para especies en peligro de extinción. Y no solo en España.
En septiembre de 1996, una pequeña goleta quedó a la deriva frente a la costa de Cartagena durante un fuerte temporal. Cuando fue remolcada al puerto, el Servicio Marítimo de la Guardia Civil descubrió que en su bodega se ocultaban 1.500 kilos de hachís. En ese momento comenzó un largo procedimiento judicial y el velero Else fue abandonado en el puerto. Todo parecía indicar que sus años de surcar los mares habían terminado.
Sin embargo, solo un año después, la embarcación tuvo una segunda oportunidad. Fue entregada a la Asociación de Naturalistas del Sureste (ANSE) y, desde entonces, no ha parado de viajar. Ha navegado por las costas del Mediterráneo en proyectos de seguimiento de calderones, delfines mulares y tortugas marinas; ha sido la base de jornadas de limpieza del litoral y ha participado en todo tipo de acciones reivindicativas y divulgativas.
De la mano de ANSE, el velero ha hecho historia en la defensa del medioambiente en España. La asociación ecologista y naturalista lleva casi medio siglo trabajando para conseguir que se conozca, se estudie y se respete la naturaleza del sureste peninsular, el norte de África y otros puntos del Mediterráneo. Casi 50 años después de su creación, es tiempo de hacer balance: sus cinco décadas de lucha han dado para mucho.
De la conservación a la reivindicación
“ANSE es una de las asociaciones de defensa de la naturaleza más antiguas de España. Nació en 1973, de forma similar a como lo hicieron otras en aquella época: por la iniciativa de personas con vocación naturalista, a las que les gustaba salir al campo y veían las organizaciones como una herramienta para fomentar la conservación”, explica Pedro García Moreno, director de ANSE.
“Aunque surgió con vocación naturalista, de estudio y conservación de la naturaleza, enseguida se convirtió en una organización de defensa y de denuncia. Por aquella época esto era muy importante, porque a nivel legislativo no existía prácticamente nada”, señala García Moreno. “A partir de ahí, ANSE fue evolucionando hasta llegar a hoy, en el que se combinan todas estas facetas y la organización hace un poco de todo”.
Actualmente, ANSE centra su actividad en tres líneas de actuación: la protección de áreas naturales y especies amenazadas; la investigación, tan necesaria para reclamar la protección; y la divulgación, para difundir los valores de la naturaleza y aumentar la concienciación de la sociedad.
Gracias a la labor de miembros y voluntarios, ANSE ha conseguido dejar huella. “Puede parecer tópico, pero es difícil elegir uno de los logros de la organización en estos casi 50 años de vida”, señala el director. “Se han parado muchos desarrollos urbanísticos en lugares emblemáticos que ahora son parques naturales, como el Parque Regional de las Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar o el Parque Regional de Calblanque, Monte de las Cenizas y Peña del Águila, por ejemplo”.
“Para nosotros fue importante también acabar con los vertidos al Mediterráneo en la bahía de Portman a través de diferentes denuncias, algunas realizadas de forma conjunta con Greenpeace, o paralizar la construcción de grandes puertos deportivos”, continúa García Moreno. “A bordo del velero Else, hemos entrado en numerosas ocasiones al Mar Menor a denunciar la situación de la laguna salada y hemos participado en proyectos de limpieza del litoral”.
Y la lista sigue: ANSE ha creado zonas de protección para especies de aves amenazadas, está detrás de la creación de la primera reserva ibérica para la tortuga mora (Testudo graeca) y de proyectos de conservación del murciélago ratonero patudo (Myotis Capaccinii), una especie en peligro de extinción. Todo ello, en una zona con unas características que la hacen única.
Tesoros y amenazas del sureste peninsular
Actualmente, ANSE tiene su sede central en Murcia y cuenta con centros de trabajo en otras localidades, como Cartagena. Ha desarrollado proyectos en el norte de África y otros puntos del Mediterráneo, pero centra gran parte de su actividad en la franja sureste de la península Ibérica.
“Es una de las zonas más áridas y menos lluviosas de Europa. Su biodiversidad hace que esté en muchos aspectos más próxima al norte de África que al resto de Europa”, describe su responsable. “Hay especies vegetales y animales de distribución ibero-norteafricana, como el ciprés de Cartagena (Tetraclinis articulata), la tortuga mora o el camachuelo trompetero (Bucanetes githagineus). Conserva especies endémicas y una biodiversidad muy singular”.
Se trata, además, de un territorio que a lo largo de las últimas décadas ha visto una gran transformación a nivel paisajístico, urbanístico y de ocupación. La minería, la agricultura intensiva y el desarrollo urbanístico, entre otras actividades humanas, han castigado de forma importante sus ecosistemas.
“Se ha explotado un lugar que es muy frágil y, desgraciadamente, la presión puede aumentar todavía más debido al fuerte crecimiento demográfico que se da en la región, sobre todo en el tramo costero”, denuncia el director de ANSE.
Todo ello, señala, son factores clave que justifican que en el sureste se realice una labor intensa a favor de la conservación. Ya se justificaba en los años 70, cuando urgía proteger enclaves importantes por su valor ecológico, y sigue justificándose hoy, cuando la presión del hombre sobre su entorno ha generado una importante crisis de biodiversidad y climática a nivel global.
Es precisamente este compromiso por proteger una región única en Europa lo que llevó a ANSE a recibir el premio Fundación BBVA a la conservación de la biodiversidad en 2017. En las actas de esta decimosegunda edición del premio, se destacaba la importancia que la ciencia tiene, hoy más que nunca, para proteger la naturaleza.
Ayudar a cambiar
Casi medio siglo después de su creación, ANSE roza el millar de socios. “Entre ellos, están varias de las personas del grupo original, que crearon la organización en 1973. Algunos fueron miembros de la junta directiva hasta hace un par de años”, explica.
De acuerdo con el director, en estas cinco décadas ha cambiado mucho la forma de trabajar, pero la ilusión por trasladar el respeto por la naturaleza se mantiene como el primer día. “Algo que define a nuestra asociación es que, más allá del trabajo de denuncia, que hay que mantener y es una prioridad, uno de los objetivos principales es ayudar a cambiar. Cambiar la forma en que se gestiona y se entienden los valores de este territorio tan singular”, señala.
Para lograr este objetivo, es importante realizar un trabajo diario. No basta con denunciar y reivindicar, sino que también es necesario actuar sobre el territorio. “Por ejemplo, trabajar con agricultores y pescadores, y mejorar el conocimiento general sobre muchas especies. Intentamos vincular a la mayor cantidad posible de gente, y demostrar que la conservación no es solo responsabilidad de la administración, sino una obligación de todos”, indica Pedro García Moreno.
En los últimos años, los miembros de ANSE han visto cómo la concienciación y el respeto por el medioambiente han crecido de forma importante. “Lo notamos en muchísimos aspectos, como en la vinculación a la asociación: rozamos los 1.000 socios sin que seamos especialmente activos a la hora de reclutarlos. Lo notamos, también, en el apoyo a nuestras reivindicaciones. El mejor ejemplo son las protestas recientes por el estado del Mar Menor: ahí se ha visto claramente”.