La misión de conservar los humedales para preservar la biodiversidad en Colombia
‘Ariel, escuela para el alma’ y la Fundación Humedales Bogotá luchan por la protección del ecosistema en Colombia mediante proyectos de restauración forestal y bienes, y campañas de concienciación ciudadana por todo el país. Las iniciativas, en las que BBVA ha colaborado, han supuesto además una mejora de la calidad de vida de las comunidades locales: se ha garantizado el suministro de agua de calidad a más de 12 millones de personas.
La reserva Ariel Campestre Juisingueka se extiende por el ecosistema alto-andino —en la vereda Santa Helena, del municipio de La Calera en Colombia— con varios nacimientos y una quebrada que desemboca en el río Magdalena. Recorrer los 20 kilómetros que separan la finca de Bogotá, y alcanzar los 3.175 metros de altitud sobre el nivel del mar, lleva aproximadamente una hora en coche.
Este lugar ha sido el elegido por ‘Ariel, escuela para el alma’ para contribuir a la reforestación de Colombia, desde hace cinco años han logrado plantar unos 6.000 árboles nativos. El proyecto de minibosque, declarado reserva natural en 2021, fue plantado según la técnica del botánico japonés Akira Miyawaki —para que creciera más rápido—. En la actualidad, este bosque se ha convertido en una concatenación de colaboraciones anuales para trabajar por la biodiversidad en toda Colombia.
La labor de regenerar estos ecosistemas busca, también, garantizar un suministro de agua de calidad para 12 millones de personas, según apunta Luis Fernando Buitrago, fundador de ‘Ariel, escuela para el alma’. “Defender los entornos naturales está íntimamente relacionado con apoyar las comunidades que los habitan”, asegura. Entre las actividades que su fundación ha llevado a cabo con BBVA figura un proyecto con niñas indígenas en la Amazonía, otro con personas mayores en Bogotá y una campaña de bienestar animal en refugios de la capital colombiana.
Humedal Los Totumos, Puerto Salgar (Cundinamarca), todas las imágenes de este reportaje pertenecen a Corporación Autónoma Regional (CAR).
Uno de los objetivos que persigue la fundación es impactar en la propia sociedad y hacer partícipes a los ciudadanos de la importancia que tiene cuidar el entorno. Desde los niños, “que serán los guardianes y administradores de su territorio en un futuro” hasta los agricultores y ganaderos de la zona. En su opinión, es mucho más efectivo hacer que, poco a poco, la comunidad se vaya sintiendo parte de su entorno, que es el primer paso para que aprenda a amarlo, respetarlo, y cuidarlo.
La importancia de cuidar el agua
BBVA colabora con el cuidado de los humedales a través de iniciativas de restauración forestal que desarrolla con diferentes fundaciones. A comienzos de 2022 se lograron plantar más de 1.600 árboles en los departamentos de Cundinamarca y Cesar, gracias a la Fundación Al Verde Vivo, Fundación Alma y Humedales Bogotá. “Queremos que la gente entre en contacto con las lagunas que rodean su ciudad, y que muchas veces no conocen”, afirma Jorge Emmanuel Escobar, director de esta última organización, que opera en los alrededores de la capital colombiana.
Bogotá ha crecido vibrante, desordenada y en ocasiones con poco respeto a la naturaleza circundante. A pesar de todo, el distrito conserva aún unas 3.000 hectáreas de humedales, calcula Escobar. Es la parte plana, la sabana inundable. “Apenas el 30% es gris, urbano”, recuerda. El 70% sigue siendo rural, con explotaciones agrícolas y ganaderas que conviven con ecosistemas naturales. “Hay de todo, zonas muy bien conservadas y otras degradadas”, explica. Las repoblaciones que lleva a cabo Humedales Bogotá intervienen en espacios afectados por la ganadería, la agricultura o la deforestación, y protegen fuentes de agua.
Además, su fundación plantó 150 árboles en el municipio de La Calera en 2021, y 950 más en 2022, entre La Calera y Fusagasugá. Cedros, alisos, laureles, mangles de tierra fría, manos de oso... El banco “es un aliado importante”, subraya Escobar, que colabora bien a través de sus empleados, que acuden como voluntarios, bien aportando recursos para que se lleve a cabo una siembra.
“Para 2023, BBVA nos ha pedido un proyecto con el que proteger fuentes”, avanza Escobar. El agua es el elemento protagonista tanto de la sabana como cuando esta se convierte en altiplano, a unos 2.600 metros de altura, y finalmente en páramo a más de 3.000 metros sobre el nivel del mar. Este último paisaje poco tiene que ver con las extensiones áridas y desérticas que caracterizan a los páramos en Europa: se trata de un vergel salpicado de lagunas de origen glacial. En el Distrito Capital de Colombia se alza el más grande del mundo, el Páramo Sumapaz. Los páramos y las 200 o 300 quebradas que surcan los cerros orientales, frontera natural de la capital, que siguen una dirección sur-norte, dan de beber a Bogotá y a 11 municipios más.