La historia de Alejandra, la estudiante de Veterinaria que ha devuelto la esperanza a su tierra
Apenas tenía 12 años cuando consiguió revivir a la última vaca que le quedaba a su padre. El esfuerzo de Alejandra salvó la economía familiar en el duro entorno del Altiplano colombiano y le hizo encontrar su vocación. A día de hoy, la joven cumple el sueño de estudiar en la universidad con el apoyo de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA). Además, compagina sus estudios de Veterinaria con la realización de un proyecto social que busca regar de vida a su comunidad.
“En Colombia decimos que empezamos por las uñas”, cuenta Alejandra Buitrago Osorio, que resume de esta forma el afán de superación con el que todas las familias se enfrentan a la dureza del trabajo de la tierra del Altiplano.
Entre ellas la de la propia Aleja, como la conocen sus allegados y los habitantes de su pueblo, a las afueras del municipio de La Unión. Esta zona rural se levanta sobre un complejo sistema montañoso que combina un clima frío y cálido que permite al padre de Alejandra y al resto de campesinos de la región sembrar cultivos templados como el café o el plátano, y altoandinos como la papa, el lulo y la uchuva.
“El campo da todo lo que uno necesita y es un entorno relajado, en comparación con la gran ciudad”, explica Alejandra desde Medellín, capital de la región y ciudad a la que se ha trasladado para ir a la universidad. “Pero las condiciones de vida allí son extremas: el calor desmedido, el frío, las lluvias. Además, la falta de tecnificación del trabajo hace que los campesinos tengan ampollas por el uso de azadones y herramientas de labranza”, cuenta al terminar un helado de uchuva.
La fruta que acompañó su dieta desde que tiene uso de razón no es fácil de encontrar en la gran ciudad, aunque es el sabor natural de la leche de vaca lo que más echa de menos. “La que se vende aquí es procesada y a mí no me sabe a nada. Antes la bebía todo el tiempo, incluso recién ordeñada”, dice Alejandra, recordando a las vacas con las que creció y cuya crianza determinó su profesión y su futuro.
Alejandra Buitrago Osorio junto a sus padres. - FMBVVA
Una vocación nacida de la necesidad
Alejandra se crió rodeada de animales, que eran parte y sustento de su familia. Gracias a un préstamo de Bancamía, la entidad colombiana de la FMBBVA, su padre invirtió en tres terneras destinadas a ser fuente de la economía familiar. Pero dos murieron despeñadas y la última, una vaca de raza Holstein, enfermó cuando estaba en proceso de gestación. “Pantalia estaba pálida, tenía las mucosas amarillas y dejó de dar leche. Era nuestra última esperanza”, recuerda Alejandra. El único veterinario de la región confirmó el peor diagnóstico. Pantalia sufría una anaplasmosis muy avanzada (una infección causada por bacterias que se transmiten por la picadura de garrapatas) y se moriría si no empezaban un costoso tratamiento de un millón de pesos colombianos, cerca de 200 euros.
Aunque Alejandra solo tenía 12 años entonces, ya sabía que esa cantidad era inasumible para su familia, por lo que recurrió al conocimiento tradicional. “Los vecinos me recomendaron darle huevo con cola granulada. Algo muy artesanal”, explica. “Me puse las pilas. Me activé de una. La cobijé, le di bebidas calientes porque tenía hipotermia... y a los cinco días la vaca se mejoró. Entonces mi papá se animó”.
La ansiedad que acompañó a la enfermedad de Pantalia, unida a la frustración por la escasez de profesionales que puedan servir a su comunidad y al entusiasmo tras salvar al principal medio de sustento para su familia sirvieron de inspiración a Alejandra. Desde entonces, supo que su futuro era ser veterinaria y que haría todo lo que estuviese en su poder para que ninguna familia de La Unión pasase por la angustia que vivieron ellos.
“La motivación me llevó a superar tantas horas de caminatas para asistir a clase”. Alejandra y su hermana atravesaban a pie la carretera intransitable que separa a su comunidad de la escuela más cercana. Además, los humildes ahorros familiares auguraban que solo una de las dos hermanas podría ira la universidad. De hecho, los estudios superiores de su hermana se demoraron dos años, hasta que su padre consiguió otro préstamo.
“En 2019, terminé el colegio y pensé que me tenía que quedar en el campo ayudando a mis padres, porque no podían permitirse costear otros estudios. En el mejor de los casos, tendría que esperar años”, recuerda.
Alejandra ha podido cursar sus estudios universitarios en Veterinaria gracias a una beca de Bancamía. - FMBBVA
Su penúltima oportunidad surgió en 2020, cuando postuló a la beca Transformando Realidades de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA). Las probabilidades de ser seleccionada no eran muchas, pero Alejandra quedó segunda entre 600 candidatos. Su futuro, el de su familia y el de su comunidad tomó un camino diferente con las alternativas de ayuda que se presentaron en el horizonte. “La tierra es una herencia. Pero si no hay quién apoye a uno para que la cultive, no se puede”, resume su padre, Luis Antonio Buitrago Restrepo.
Sembrando vida
Desde que inició sus estudios de Veterinaria en la Universidad de Medellín, la vida de Alejandra ha cambiado, pero ella sigue ligada a su comunidad y a los problemas de los campesinos. Su objetivo es completar los dos años y medio de estudios universitarios y especializarse en cirugía veterinaria. “Necesito aprender mucho antes de poder dar lo mejor de mí. No quiero que nadie más pase por las situaciones difíciles que mi familia tuvo que vivir”, resume ella.
Pese a la distancia, Alejandra sigue de cerca la realidad del campo colombiano, por la repercusión de la guerra en Ucrania. “La producción agrícola está muy afectada por el encarecimiento de productos como el petróleo o la urea, que aquí se importa para el crecimiento de las pasturas”, cuenta Alejandra.
Esta circunstancia agrava las dificultades por las que pasa un sector que sufre también, el impacto directo de los efectos del cambio climático, que han agravado las sequías, las inundaciones y los efectos de las plagas.
Los alumnos ganadores de la beca realizan un proyecto social centrado en sus respectivas comunidades. La idea es aportar al desarrollo local utilizando los conocimientos adquiridos durante su formación universitaria. Alejandra ha elegido un proyecto para repoblar de árboles un yacimiento de agua de su pueblo. Quiere evitar que se seque el manantial del que beben personas y animales y que se usa también para regar los cultivos.
“Después de dos años, veo evolución en el crecimiento de los árboles y en la concienciación de la comunidad para evitar la polución de la fuente por pesticidas y por desechos animales”, explica. Alejandra va a plantear, además, que se instalen tanques para almacenar el agua.
La FMBBVA es la primera fundación en contribución al desarrollo en América Latina y la segunda del mundo, según los datos publicados por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Fue creada en 2007 por BBVA para apoyar con asesoramiento financiero y formación, a personas en situación de vulnerabilidad que tienen actividades productivas. En estos 15 años, las cinco entidades que la forman en cinco países de la región, han entregado más de 18.400 millones de dólares a emprendedores de escasos recursos que, como el padre de Alejandra, tienen más dificultades de acceso a financiación y a educación financiera, promoviendo su desarrollo económico y social, sostenible e inclusivo para que salgan adelante.