Graciela Noguera, la pizzera que superó el impacto del Covid gracias al apoyo de su comunidad
La pizzería de Graciela en Don Torcuato (Argentina) fue uno de los millones de restaurantes que tuvieron que echar el cierre como consecuencia de la pandemia. Se vio obligada a trasladar a su casa un negocio que ha sobrevivido gracias a la solidaridad de sus vecinos y a la ayuda de la Asociación Mujeres 2000 y su Programa Emprende.
Graciela ha pasado toda su vida entre pizzas. Su familia siempre se ha dedicado al negocio y, aunque nunca se imaginó poniendo una pizzería, cuando se quedó sin trabajo vio la oportunidad. Pero llegó la pandemia y de repente, tras doce años, se vio obligada a abandonar el local que regentaba y a trasladar a su propia casa la actividad. “Mi casa no estaba preparada para un emprendimiento. Mis hermanos al principio me compraron los primeros ingredientes, me ayudaron a trabajar y fueron los que me permitieron arrancar. Me costó mucho”.
En ese momento acababa de separarse y sus dos hijos todavía se encontraban estudiando, por lo que sacarlos adelante fue su mayor motivación. “El volumen de trabajo era enorme pero no ganaba para nada lo mismo que en el local. Aún así no podía dejar de trabajar porque mis hijos estudiaban en la escuela técnica y no quería que dejaran de hacerlo”.
Todavía se está recuperando de aquella época mala. Para ayudarla, una amiga le dio un número de teléfono y le dijo que preguntara por Alejandra. Así conoció el Programa Emprende que la Asociación Civil Mujeres 2000 lleva adelante con el apoyo de BBVA en Argentina. Esta iniciativa ofrece capacitación y asesoramiento a emprendedoras vulnerables para que puedan iniciar una actividad comercial o productiva. Además, el banco ofrece talleres de educación financiera a todas las participantes del curso con conceptos financieros útiles para sus emprendimientos.
“Empecé a hacer los cursos con las chicas y son lindos. Te encontrás con otras emprendedoras y es muy motivador. Te ayudan, te llaman, te preguntan cómo estás... Te enseñan a sacar las fotos para los emprendimientos. Es muy lindo” comenta.
Compartir con otras mujeres que están viviendo situaciones similares ha resultado clave y muy motivante porque también contribuye a valorar su propio trabajo. “Participo los sábados con las chicas y me hace bien. Te da autoestima, te das cuenta que servís para cosas, para tu familia, para demostrar que tenés ganas, que trabajás”.
Graciela también reflexiona sobre los diferentes momentos de la vida y de la condición de ser mujer. “Hay veces que esa transición de que sos joven mamá, te hacés abuela y de eso pasás a la jubilación es un momento difícil para la mujer, porque decís ‘estoy grande, no puedo trabajar, no sirvo para nada’. Entonces, esto hace que las chicas (de los cursos) te animen”, afirma.
Con el impulso del Programa, el año pasado se presentó en la Feria de Emprendedores de Don Torcuato donde dio a conocer de nuevo su vuelta al negocio: “Vendía mis pizzas por porciones y de paso le decía a la gente “Volví ¿Eh? Estoy en mi casa, llámenme””. Así va sacando el negocio adelante: su nuera le saca fotos a las pizzas y las sube a las redes sociales y toda su familia colabora echando una mano.
Desde entonces han cambiado muchas cosas: No solo ha conseguido levantar de cero una empresa sino que sus reformas han permitido llevar el gas natural a todas las casas de su alrededor, lo que la ha convertido en la delegada de su cuadra. En su barrio mantienen un trato: Graciela vela por ellos siempre que consuman y recomienden sus pizzas.
En marzo de este año se cumplen 41 años desde que Graciela empezó a trabajar; en septiembre tiene pensado jubilarse pero no dejar de cocinar. Hoy en día su restaurante, desde el garaje de su casa, todavía no tiene servicio a mesa: ella prepara las pizzas y la gente se las lleva. Sin embargo, la ilusión de su vida es tener un local pequeño, diez mesas y diez sillas; un negocio familiar, artesanal, atendido y cocinado por ella: “Continúo practicando para cuando tenga mi restaurante, mi negocio, mi pizzería”.