Edith Elgueta, la chilena que produce miel en el desierto
De la administración a las abejas. Ese es el camino que Edith Elgueta emprendió tras cambiar su antiguo puesto de trabajo por una aventura que le condujo al desierto. El origen de esta historia se remonta al estudio de los beneficios de la miel para el sistema inmunológico, una auténtica revelación para Edith quien descubrió así su pasión por las abejas. Esta emprendedora decidió dedicar su nueva etapa vital al desafío que supone producir miel en un lugar sin prácticamente flores. En pleno desierto de Arica, en Chile, nació ‘Colmenares Pío Martín’. Su negocio ha ido creciendo gracias a su esfuerzo y al apoyo de Fondo Esperanza, entidad chilena de la Fundación Microfinanzas BBVA (FMBBVA).
Edith Elgueta lleva más de 20 años enfrentándose al reto de elaborar miel y propóleo en el desierto. Algo que asume con orgullo cuando cuenta que es la única persona que produce estos productos en un ecosistema tan especial. Su historia es como la de muchas personas que deciden migrar del campo a la ciudad en busca de un entorno más sano y alejado de la contaminación.
Después de más de dos décadas trabajando en el archivo de una ciudad al sur de Chile, volvió al desierto, a Arica, su ciudad de origen. Una circunstancia, comenta, que le hizo reconducir su vida e iniciar una nueva aventura en el mundo rural criando abejas; una actividad desconocida hasta entonces para ella. Ese fue el inicio de Colmenares Pío Martín.
Comenzó este nuevo reto sin apoyo, con las puertas cerradas y con las miradas de sus vecinos que la juzgaban como si estuviera loca porque vivir en el desierto con veranos a 47 grados centígrados y noches muy frías tiene sus complicaciones, pero Edith ha logrado superarlas con perseverancia y con la ayuda de Fondo Esperanza. “Con su apoyo pude tirar para arriba. Ellos me escucharon y confiaron en mí inmediatamente. A partir de aquí empecé a despegar y hasta ahora”, explica Edith.
Gracias a la FMBBVA, a Edith se le ha abierto un abanico de oportunidades para participar en cursos de formación enfocados en gestión administrativa, control de inventario y contabilidad. La clave radica en conectarse a una plataforma educativa en línea proporcionada de forma gratuita por la FMBBVA. Así, esta emprendedora ha aprendido a hacer un balance de su negocio, ha aprendido hábitos de ahorro y, poco a poco, ha desarrollado sus habilidades digitales para vender, en el futuro, sus productos en línea. Más de 1,6 millones de emprendedoras en cinco países de América Latina reciben actualmente este apoyo integral que se va adaptando a sus necesidades según van creciendo sus negocios.
La economía circular como motor en la producción
Edith produce la miel solo con 15 colmenas. En esta zona, la polinización es escasa. Las plantas en las que polinizan sus abejas son nativas que crecen gracias al agua de los acuíferos y sus raíces purifican el suelo de metales pesados. Esta circunstancia favorece la humedad en el ambiente y hace que la miel tenga un sabor puro e inalterable, que la convierte, según asegura, en única en el mundo por sus propiedades bacteriológicas.
Las cosechas suelen darle para envasar unos 500 o 600 tarros de cristal de 250 gramos. También produce propóleo, más demandado que la miel, pero que supone más esfuerzo de producción para su elaboración (se necesita cerca de un año de maceración). Lo vende en frascos de 30 mililitros, como si de un metal precioso se tratara.
Edith ha conseguido que su empresa sea sostenible y se desarrolle dentro de la economía circular. De hecho, no usa ningún tipo de producto químico para cuidar de sus abejas. Además, sus clientes cercanos le devuelven los tarros para reutilizarlos.“Es una labor de educación, hay que enseñar que es necesario cuidar la tierra en la que vivimos. No tenemos otra”, apunta.
Los planes de futuro de Edith
De momento, vende miel en su lugar de origen, en otras ciudades como Santiago de Chile o Valparaíso y en tiendas de productos naturales. Lleva meses investigando para conseguir encapsular la miel y que no fermente si está mucho tiempo envasada. Ahora tiene en proyecto venderla más allá de las fronteras chilenas y llegar hasta Europa y países árabes. Mientras tanto, exporta propóleo a Alemania, Suiza, Bolivia o Perú.
Inquieta y con una conversación dicharachera, cuenta con una confianza absoluta en su cometido. Subraya que “se siente rejuvenecida y capaz de todo”. Razones de peso por las que no deja de estudiar y de crear nuevos productos y proyectos. Ahora está inmersa en el lanzamiento de un colutorio de propóleo, del que exportará casi toda la producción, para rentabilizar el negocio, “porque los productos nicho están mejor pagados fuera”. También realiza trabajos de investigación, en colaboración con universidades, sobre las propiedades de la miel en zonas desérticas, que parece que anuncian buenos resultados.
A su vez se plantea ayudar a otras personas que como ella quieran producir miel en el desierto “Me gusta enseñar lo que he aprendido y que brille el sol para muchos”.
Una vida generosa y rica con la que se siente afortunada y “libre como una abeja”, en la que agradece y reconoce a Fondo Esperanza su gran apoyo. “Esta institución es como las abejas en cuanto su forma de trabajar, la colaboración que se establece entre la gente… He podido llegar a un sitio en el que muchos chilenos me envidian. Fue bueno para mí y celebro esta oportunidad que le dan a las mujeres”, concluye.