Cuando la escuela también enseña a gestionar emociones
Aprender a gestionar conflictos, a entrenar las emociones y a hablar en público son tres aspectos muy importantes para el bienestar emocional de los más pequeños. Un grupo de madres y padres, con el apoyo del equipo docente y directivo del colegio público Nuestra Señora de La Paloma de Madrid, ha puesto en marcha un proyecto para ayudar a los niños a gestionar sus sentimientos, frustraciones y miedos.
“Mi madre hizo una actividad en clase en la que nos ponía delante un papel con una persona dibujada y tenías que marcar en el cuerpo de esa persona dónde sentías más los nervios. Yo los notaba en la nariz. También había unas cajas en el suelo que teníamos que saltar. Eran las cajas de los miedos. Los talleres nos hacían muchísima ilusión a todos los niños de clase”. Martina tiene 9 años, acaba de terminar 4º de Primaria en el colegio público Nuestra Señora de la Paloma, en pleno centro de Madrid. Nunca se le olvidarán aquellos días de clase donde aprendieron –ella y todos sus compañeros– cómo gestionar y exteriorizar las emociones. Hablamos de salud emocional.
Una adecuada salud mental en la primera infancia se podría definir como la capacidad que tiene un niño para poder experimentar, regular y expresar sus emociones, asegurar unas buenas relaciones interpersonales, explorar el entorno y aprender todo lo necesario en el contexto de la familia, la comunidad y la cultura. Es decir, una buena salud mental infantil es sinónimo de un buen desarrollo social y emocional.
Los padres y madres en su mayoría la trabajan en casa, pero cuando los pequeños están en la escuela, en un entorno social en el que las familias no les observan, la responsabilidad recae sobre el centro, sobre sus profesores, sobre los propios compañeros.
En su informe Estado Mundial de la Infancia 2021, UNICEF estima que un 13% de los jóvenes con edades entre 10 y 19 años padece un trastorno mental. En la mitad de los casos, los trastornos mentales comienzan antes de los 14 años, según un estudio que incluyó casi 200 trabajos epidemiológicos.
Por eso, promocionar la salud mental en la infancia y la adolescencia es una inversión de futuro. Como lo es formar a los más pequeños en todas aquellas habilidades que seguro que le ayudarán a desenvolverse mejor en su futuro. Es muy difícil atajar este problema cuando no se tiene conciencia de él. Por eso es una suerte toparse con un grupo de madres y padres dispuesto a realizar un importante esfuerzo por hacer que gran parte de la educación emocional de sus hijos les llegue a través de las aulas donde, además, tienen la posibilidad de interactuar con sus compañeros. Es allí donde perciben la importancia de relacionarse con los otros de una forma sana, de aprender a matar algunos miedos propios de la edad y a ser empáticos con el resto de las personas.
Fausto Ansaldi, durante una de los talleres en el colegio público Nuestra Señora de La Paloma de Madrid.
Un colegio en el centro de Madrid
Todo esto ha ocurrido en un colegio de Madrid. En el mismo corazón de la ciudad está Nuestra Señora de la Paloma, un centro educativo público muy popular por su metodología y por el grado de implicación que tienen las familias en todas las actividades.
Aún no había llegado la pandemia cuando a Elisa Collados, madre de dos niños de ese colegio, se le ocurrió proponer un proyecto innovador. “En 2018, hablando con las tutoras de mi hija mayor (cursaba 2º curso de Primaria entonces) les comenté que conocía varias metodologías a través de una web. Una de ellas era la de aprender a hablar en público. Les encantó la idea y nos sentamos con la directora del centro para hablarlo. Nos unimos varias madres para proponerlo. A ella le gustó mucho también la idea y nos pidió que lo hiciéramos a lo largo de todo el curso. Lo único es que optamos por la metodología de las emociones, mucho más adaptada a la edad de los niños y con vistas a dejar la de 'hablar en público' para los cursos de 4º y 5º”.
Elisa había llegado al proyecto ‘Aprendemos juntos’, una plataforma de experiencias de aprendizaje prácticas para que profesores y padres ayuden a sus alumnos e hijos a conseguir las capacidades que necesitan. Esta iniciativa ofrece todas las herramientas necesarias para acercarse a niños y niñas en edad escolar (vídeos, guías, material descargable…) centradas en tres programas: aprender a gestionar conflictos, aprender a entrenar las emociones y aprender a hablar en público. Se trata de metodologías innovadoras, diseñadas por un equipo de expertos en convivencia escolar y comunicación, pedagogos y psicólogos.
Madres implicadas y conscientes
Elisa Collados, Teresa Mulet (madre de Martina) y Beatriz Carsí fueron las impulsoras del proyecto. Son capaces de transmitir ilusión a cualquiera. Y de su capacidad de embarcar a todos los implicados, desde la dirección y los profesores del colegio hasta los padres y madres de los alumnos, dependía el éxito del proyecto. Se trataba de convencer a todos de que los 8 años es la edad perfecta para hablar con los niños de emociones, de sentimientos, de frustraciones y de miedos. Y de que la escuela era el sitio apropiado para hacerlo.
Elisa lo comentó con los tutores y profesores, pero había que tratar de implicar también a los padres y madres. Beatriz, que es experta en comunicación audiovisual, se encargó de enviarles algunos vídeos para que pudieran ver el funcionamiento de los talleres. Y todos se quedaron impactados. Aquello podría ser una maravillosa idea para poner en práctica con los pequeños. Teresa es psicóloga, la guinda para un pastel que estaba a punto de cocinarse. Sus conocimientos servirían para ayudar a las familias a implicarse en el proyecto y a darles directrices sobre cómo ejecutarlo. Las tres decidieron invertir gran parte de su tiempo en que esto saliera adelante. Y lo consiguieron.
Fausto Ansaldi, el 'clown' que enseña a los niños a superar sus miedos desde la sonrisa.
“En el centro nos dieron carta blanca. A la directora le encantó la idea y propuso meterlo en horario lectivo y llevar a cabo un taller de una hora cada quince días”, recuerda Teresa Mulet. Es importantísimo tener en cuenta que introducir cualquier nueva materia o contenido dentro del horario escolar ya establecido y cerrado suele ser complicado, mucho más tratándose de un centro público, pero aquel proyecto sonaba tan bien que era difícil resistirse a él.
“Como no podía llevarlo yo sola, se me ocurrió que podríamos proponer a los padres del curso animar los talleres. Así que, con Teresa y Beatriz mandamos una convocatoria y un formulario para que los padres eligieran las fechas y las sesiones que podían animar. Después, organizábamos un grupo de tres padres, les facilitábamos los materiales y les poníamos en contacto entre sí. Luego ellos quedaban para preparar el taller, darle la forma que querían para después impartirlo en el aula”, explica.
El ‘clown’ que enseñó a los niños a ser libres
Han pasado ya tres cursos desde aquello. Uno de los padres que el curso pasado se entregó al proyecto es Fausto Ansaldi: “Mi cruzada es la del ‘clown’. Soy pedagogo teatral”, se define. También es profesor de ‘clown’ en el propio colegio, así que no le costó nada proponerse como voluntario para impartir uno de los talleres de aprender a hablar en público a alumnos de 4º de Primaria, los mismos que empezaron en 2º justo antes de la pandemia.
Fausto tiene a sus espaldas más de 25 años dando clases desde que se formó en su Argentina natal. “Subí al escenario por primera vez con cinco años en el teatro que tenía mi familia”, recuerda. No le faltan tablas y sobre las del aula (aunque su taller lo impartiera en el patio del colegio) enseñó a los niños y niñas todo lo que puede aportar la risa. “Enseñar a nuestros hijos a reír los hace más libres y si es en grupo, mucho mejor. Les enseño a reírse de uno mismo, que es mucho mejor que reírse de los demás. También a crear jugando. Los niños entran directos al juego y durante el taller sucedieron cosas tan inesperadas como que aprendieron a reírse de su fracaso. Esas son experiencias que transforman y ellos han aprendido muchísimo de ellas. Hice muchos ejercicios de grupo, les enseñé a observarse y a ponerse en el lugar del otro, no desde la burla sino desde la empatía”.
Los hijos de los padres y madres que imparten los talleres se sienten muy motivados al verlos dentro del colegio, del aula, de su clase. Le ocurrió a Lupe, de 9 años, la hija de Fausto, que derrochaba felicidad al ver a su padre trabajando junto a sus compañeros de clase. También a Inés, con la misma edad que Lupe. Ella es hija de Elisa Collados, una de las impulsoras del proyecto, y recuerda los talleres con auténtica emoción: “Hace unos años los hicimos sobre las emociones y el curso pasado sobre aprender a hablar en público. Yo antes tenía mucha vergüenza a hablar delante de la gente, pero ahora eso ya ha cambiado. He aprendido algunos trucos, como poner las manos encima de una mesa si te tiemblan o poder leer con mucha calma y mirar al papel en lugar de al público”, recuerda Inés.
También rememora cómo Carlos, el padre de un compañero, compró una caca de plástico, la metió en una bolsa y se la dio a un niño “para enseñarnos que una de las emociones que podemos sentir es el asco”. Habla con muchísima emoción de lo orgullosa que se sentía de tener a su madre en clase impartiendo algunos talleres.
“En el centro nos dieron carta blanca. A la directora le encantó la idea y propuso meterlo en horario lectivo y llevar a cabo un taller de una hora cada quince días”, recuerda Teresa Mulet. Es importantísimo tener en cuenta que introducir cualquier nueva materia o contenido dentro del horario escolar ya establecido y cerrado suele ser complicado, mucho más tratándose de un centro público, pero aquel proyecto sonaba tan bien que era difícil resistirse a él.
“Como no podía llevarlo yo sola, se me ocurrió que podríamos proponer a los padres del curso animar los talleres. Así que, con Teresa y Beatriz mandamos una convocatoria y un formulario para que los padres eligieran las fechas y las sesiones que podían animar. Después, organizábamos un grupo de tres padres, les facilitábamos los materiales y les poníamos en contacto entre sí. Luego ellos quedaban para preparar el taller, darle la forma que querían para después impartirlo en el aula”, explica.
Estos talleres han enseñado a los niños y niñas a mejorar sus habilidades para hablar en público.
La clave está en el trabajo cooperativo
Uno de los aspectos más gratificantes de este proyecto es el del trabajo cooperativo, el de la participación de los padres y madres que han adaptado al aula lo que ellos son capaces de hacer profesionalmente para que los pequeños tengan una buena salud emocional. Pero esta felicidad no sería posible sin el sostén y la confianza de un equipo docente y directivo que lo apoye sin reservas. “El proyecto pone en práctica el aprendizaje cooperativo a través de dinámicas grupales, debates y puesta en común, lo cual es la base para la salud emocional de nuestro alumnado. Además, hablar en público es algo que se debe practicar y trabajar desde la infancia ya que es necesario para el futuro. Se enfrentarán seguro en sus vidas a ello y el proyecto contribuye a que se lleve a cabo con éxito”, explica Sandra Valiente, directora del colegio Nuestra Señora de La Paloma.
“Sin duda, animo a otros colegios a que lo pongan en marcha porque la estructura organizada del proyecto permite conseguir los numerosos objetivos propuestos. La implicación de las familias ha sido clave, realizando las actividades y dinámicas de un modo progresivo, con sentido hacia el aprendizaje y la experiencia. La salud emocional en nuestro alumnado es clave para el posterior aprendizaje activo y significativo”.
Grandes cambios en los más pequeños
Los docentes del colegio fueron muy conscientes de los problemas que la pandemia generó en las relaciones entre los chicos y chicas. Isabel del Río, jefa de estudios, lo reconoce: “Tenían muchas dificultades para hablar entre ellos y también para hacerlo en grupo o en público. Entonces, acogimos este proyecto con muchísimo entusiasmo. Yo soy profesora de inglés y para mi clase estos talleres han sido utilísimos. Se han soltado mucho y he visto grandes cambios en ellos. Continuaremos el próximo curso, sin duda. Estos talleres ayudan mucho a desarrollar otras áreas del currículum como son las Ciencias Sociales y la Lengua. Incluso en clase de Matemáticas ahora son mucho más capaces que antes de explicar a sus compañeros y al profesor cómo han conseguido la resolución de un problema”.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) destaca el papel que los centros educativos tienen en la promoción del bienestar de niños y adolescentes. Según el reciente informe WHO Guideline on School Health Services, 2021, el entorno escolar no es solo un lugar de aprendizaje de conocimientos, sino que es un recurso idóneo para la adquisición de habilidades socioemocionales.
Así lo demuestran también otros estudios que vinculan la reducción de los síntomas de ansiedad y depresión en niños de 6 a 12 años con la aplicación de programas de resiliencia emocional en el contexto escolar. Aprender a gestionar las emociones, a solucionar problemas que surgen al relacionarse con los demás, a controlar la ansiedad o a eliminar pensamientos irracionales son habilidades muy útiles que los preparan para la vida.