Bischione, los artesanos de la movilidad eléctrica que reutilizan coches de combustión
Todo empezó con un coche fabricado hace más de 50 años que llegó a España desde EE.UU. totalmente destrozado. La pasión de Rafael e Iñaki por el motor convirtió aquel vehículo de combustión en uno eléctrico. Desde entonces y hasta 2025 esperan alcanzar la cifra de 2.000 vehículos clásicos y deportivos electrificados. La empresa española Bischione consigue dar una segunda vida a muchos coches que acabarían en el desguace. Lo tienen claro: “El vehículo de combustión es incompatible con la vida humana”.
Es parte fundamental del sueño americano. Recorrer al volante de un descapotable las carreteras infinitas siguiendo los pasos de los antiguos colonos y de la ruta 66. Más allá de la mítica carretera, EE. UU. está surcado por muchos otros caminos de asfalto en los que conducir hacia la inmensidad: la panorámica del Blue Ridge, la autovía del Pacífico con sus puentes colgados sobre la costa de California, la ruta del blues tras las leyendas de la música… Todas conectadas por una forma de ver el mundo y el rugido de un motor de combustión a punto de arrancar su aventura.
Pero los sueños casi nunca permanecen inmutables. En un mundo en el que el petróleo no durará para siempre y debemos aprender a vivir sin combustibles fósiles, las rutas serán cada vez más silenciosas. No porque nadie las recorra, sino porque el ruido de los motores de gasolina será poco a poco reemplazado por el silencio eléctrico. Para ello, eso sí, no hay por qué renunciar a un descapotable ni a la sensación de sentarse al volante de un clásico.
Entre los más de dos millones de coches eléctricos registrados en EE. UU., hay al menos un vehículo eléctrico fabricado hace más de 50 años. No es la invención de un visionario de la década de los 60, sino nada menos que un clásico MGB, uno de los modelos emblemáticos de la ya desaparecida British Motor Corporation. Y un coche que ha significado un antes y un después para una pequeña empresa española, Bischione, que sueña con un futuro en el que la movilidad eléctrica sea accesible para todos y pueda dar la oportunidad de escapar del desguace a miles de vehículos.
Ese mismo MGB lo compró en su día Rafael Fernández Cosín, CEO de Bischione. “Fue mi primer clásico. Venía de EE. UU. y estaba absolutamente destrozado”. Tras restaurarlo y ya sentado tras su volante, la pasión de Fernández Cosín por los vehículos clásicos no dejó de aumentar. A través de ella conoció también a Iñaki Aranguren, el otro socio de la compañía, y entre los dos le dieron forma a una idea: ¿era posible reconvertir coches antiguos en vehículos eléctricos con cero emisiones? Y, así, nació Bischione.
“El primer coche que adaptamos y convertimos en eléctrico fue precisamente ese MGB, el mío”, recuerda Fernández Cosín. “Lo vendimos y ha acabado volviendo a los Estados Unidos”. Esté donde esté, recorriendo las calles de Manhattan o los valles de California, la primera semilla de Bischione ha germinado. Ahora, la compañía mira más allá de los clásicos para construir su negocio sobre la reconversión de coches usados en eléctricos para evitar el desperdicio de materiales y recursos y facilitar opciones de movilidad sostenibles y asequibles para todos.
Rafael Fernández Cosín, CEO de Bischione. - BBVA
Una leyenda con la vista puesta en el futuro
En algún momento de la Baja Edad Media, Bonifacio, señor de la ciudad italiana de Pavia, se casó con la hija del duque de la todopoderosa Milán. Su vida era tranquila, hasta que un día, mientras luchaba en una de las muchas batallas contra los sarracenos, una inmensa serpiente, del tamaño de un dragón raptó y se comió a su hijo. Al término de la guerra, Bonifacio encontró al reptil y lo obligó a devolverle a su hijo, que todavía estaba vivo en su interior. Así, cuenta la leyenda, se sentaron las bases de los Visconti, una de las familias nobles más antiguas de Italia. Su emblema, una gran serpiente coronada, es el biscione.
Por eso, cuando casi mil años más tarde el diseñador Romano Cattaneo le propuso al encargado del primer logo de Alfa Romeo incluir en él el biscione, este no lo dudó. Acompañada por la cruz de San Jorge, otro emblema de la ciudad de Milán, la leyenda de la serpiente sigue acompañando hoy a todos los vehículos del fabricante italiano.
“En mi época universitaria, Alfa Romeo dominaba el mundial de turismos con una serie de modelos míticos que me fueron conquistando”. Fue en aquellos años noventa del siglo pasado cuando se solidificó la pasión de Rafael Fernández Cosín por los clásicos. “Por eso elegimos inspirarnos en el biscione para nombrar la marca, aunque lo hemos hecho adaptando la pronunciación italiana a la grafía en español. El biscione es nuestra conexión con los coches clásicos y deportivos”.
Tras más de dos décadas como aficionados en el mundo de los clásicos, la idea de Bischione empieza a tomar forma en 2014. En esos años, los primeros coches eléctricos aparecen en las carreteras, las grandes ciudades europeas empiezan a aprobar las primeras normativas para reducir la contaminación que provoca el tráfico rodado y mitigar las emisiones de gases de efecto invernadero y cada vez parece estar más claro hacia dónde va a dirigirse la movilidad en el futuro.
Gracias al apoyo financiero de BBVA, Bischione ha dado un paso al frente. - BBVA
“Me encantan los coches, pero el vehículo de combustión es incompatible con la vida humana. Si nos metemos en un garaje cerrado con un vehículo en marcha, nos morimos. Una ciudad no deja de ser como un gran garaje en el que hay mucha gente y muchos coches”, reflexiona Rafael. “Entonces nos planteamos que quizá íbamos a tener dificultades para el uso de nuestros vehículos clásicos. Y empezamos a investigar sobre las posibilidades de electrificarlos”.
El primer modelo que convirtieron en eléctrico fue el MGB. Siguieron con otros modelos que reunían dos características: habían tenido una gran tirada en su día, por lo que muchos parecían destinados al desguace, y su diseño hacía relativamente sencillo reemplazar el motor de combustión por uno eléctrico. Así, llegó la reconversión de los minis, los escarabajos de Volkswagen y otros MGB, además de proyectos que hacían para particulares con necesidades muy concretas.
“Vimos que era totalmente posible transformar un vehículo clásico, en el que al final lo que más te gusta son la carrocería y sus formas, en un eléctrico. Empezamos a investigar por hobby y después nos dimos cuenta de que tenía que haber más gente con nuestra misma sensibilidad, que podía haber un nicho de mercado. Empezamos de forma artesanal y ahora miramos ya a alcanzar los 200 vehículos electrificados a finales de año”, añade el CEO de la compañía. “Queremos convertir la afición en un negocio con la idea de proveer al mercado de vehículos eléctricos baratos, de democratizar el vehículo eléctrico”.
Gracias al apoyo financiero de BBVA, Bischione ha dado un paso al frente. Sin dejar los clásicos de lado, han seleccionado dos modelos de coches más actuales, los Smart de segunda generación y el primer Mini fabricado por BMW –el R53–, para avanzar en la industrialización de los procesos. La mayor dificultad está en lograr la homologación de un vehículo en el que el motor de combustión ha sido reemplazado por un sencillo motor eléctrico y una batería de más de 200 kilos. Pero una vez el proceso burocrático se completa con el primer vehículo, el resto puede electrificarse con mayor velocidad y a un coste mucho más bajo.
¿El coche que menos contamina? El que no se fabrica
En 2021 se vendieron 6,6 millones de vehículos eléctricos en el mundo, el doble que en 2020. Una década antes, en 2012, se habían vendido apenas 120.000. Hoy hay más de 10 millones circulando en todo el planeta, pero para cumplir los objetivos del Acuerdo de París (y evitar los peores efectos del cambio climático), a mediados de siglo debería haber al menos 300 millones de eléctricos en las carreteras, según el último informe de movilidad de la Agencia Internacional de la Energía. Las cuentas de la descarbonización no salen, pero es que tampoco están tan claras.
Un vehículo de combustión emite alrededor de 250 gramos de CO2 equivalente (la medida con la que se equiparan todos los gases de efecto invernadero) por kilómetro recorrido. En esta cifra se incluyen las emisiones generadas durante la circulación, que son la mayoría, pero también las asociadas a su fabricación y al resto del ciclo de vida. Para calcular la llamada huella de carbono de los vehículos eléctricos, los cálculos se complican un poco más.
Además de la fabricación del coche, hay que tener en cuenta la de las baterías (que implican también la extracción de minerales y metales) y la forma en que se produce la electricidad con la que estos se recargan. No es lo mismo si se hace en un país que genera su energía a través de la quema de carbón que en uno con una fuerte implantación de renovables. Aun así, incluso en los peores escenarios, las emisiones de un coche eléctrico son un 30 % inferiores a las de un coche de motor de combustión. En los escenarios más positivos, la reducción alcanza el 80 %, según la organización Transport & Environment.
“¿Pero sabes cuál es el coche que menos contamina? El que no se fabrica”. Para Rafael Fernández Cosín, la verdadera economía circular, la verdadera sostenibilidad, está en aprender a utilizar lo que ya tenemos. “A la industria del automóvil solo le interesa vender coches. Hace años eran los gasolina, después llegaron los diésel, ahora los eléctricos y mañana serán los de hidrógeno. El problema es que en todo este ciclo productivo hay una generación de residuos y de emisiones de carbono que no es sostenible. Nosotros transformamos un vehículo que iba a acabar en la basura en algo que pueda usarse, le damos una segunda vida al residuo”.
Rafael Fernández Cosín: Nosotros transformamos un vehículo que iba a acabar en la basura en algo que pueda usarse, le damos una segunda vida al residuo”. - BBVA
Algo más de 1.400 millones de coches están en circulación en el planeta. Cada año, alrededor de 80 millones son retirados. Muchos componentes se reciclan, pero muchos otros vehículos acaban directamente en el desguace o abandonados. Solo en China, el mayor mercado de eléctricos del planeta, cada año se retiran más de ocho millones de coches de las carreteras. En la Unión Europea, aunque es un mercado más pequeño, cada 12 meses dejan de circular alrededor de seis millones de vehículos viejos.
Buscar una segunda vida eléctrica a todos estos coches podría ser un camino para reducir las emisiones de gases ligadas a la movilidad y mitigar el cambio climático. “Además, debemos tener en cuenta que las restricciones de la movilidad en las ciudades, con el objetivo de mejorar la calidad del aire, van en aumento. En España, por ejemplo, las urbes con más de 50.000 habitantes están ya obligadas a implementar una zona solo para vehículos de bajas emisiones. Sin embargo, en el mercado sigue habiendo pocas opciones eléctricas y las que hay son muy caras”, explica el CEO de Bischione.
Las zonas de bajas emisiones se han multiplicado en Europa en los últimos años (ya hay más de 250 en marcha) y han encontrado réplicas en otros continentes, según datos de Transport & Environment. Además, muchas grandes ciudades del planeta cuentan ya con restricciones puntuales para los vehículos con motores de combustión en los días en los que la contaminación es tan elevada que dispara el riesgo directo sobre la salud de las personas. En el futuro se espera que las restricciones aumenten y las zonas de bajas emisiones acaben por convertirse en zonas de emisiones cero, en las que solo los eléctricos y el transporte público están permitidos (además de los peatones y las bicicletas).
Ese es el futuro al que Bischione mira con esperanza. La pyme, formada por los dos socios y seis mecánicos expertos en electrificación, ha adaptado ya casi medio centenar de vehículos. Espera alcanzar los 200 este año y los 2000 en 2025. “Es solo una gota en el océano de la movilidad eléctrica, pero es nuestra aportación”, subraya Fernández Cosín. Por ahora, trabajan reemplazando los motores de combustión por eléctricos mediante tecnología que importan de China, pero siguen buscando alternativas para simplificar todavía más los procesos.
“Ahora mismo estamos haciendo una prueba piloto con un Renault Twingo con un motor eléctrico integrado en el cubo de cada una de sus ruedas, como pasa con las motos. Tiene sus complejidades, como distribuir bien la tracción y la entrega de potencia, pero si lo hacemos posible facilitaría mucho las cosas y marcaría un antes y un después. Permitiría reconvertir cualquier coche en un eléctrico de forma sencilla”, añade el CEO de la compañía.
Las curvas de los clásicos al servicio del aire limpio en las ciudades. El emblema del automovilismo británico convertido en la primera piedra de la reconversión eléctrica. Una serpiente del medievo liderando una nueva revolución en la movilidad. Y una pequeña pyme innovadora con capacidad de llevar el mercado de los coches sin emisiones un paso más allá. Puede que los sueños nunca permanezcan inmutables, pero siguen haciendo girar el mundo.