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Acrescere, la gran familia de los niños que ya no están solos

Más de 3.000 niños que no tienen familia o que han sufrido maltrato han pasado ya por la Fundación Acrescere. El empeño de los trabajadores y voluntarios de esta ONG es hacer un poco más fácil la vida de estos pequeños. Hogares, guarderías, primer empleo y servicio psicológico ayudan a que estos niños recuperen la confianza y la autoestima. El proyecto fue premiado con 100.000 euros en la última Convocatoria Solidaria BBVA Futuro Sostenible ISR.

Acrescere, la gran familia de los niños que ya no están solos

Khaula tiene 19 años. Vivió en Murcia con una familia de acogida y después en una residencia de menores hasta 2018. Hasta que llegó a uno de los llamados “pisos de autonomía” que la Fundación Acrescere tiene en Madrid. Los objetivos de esas viviendas son la inserción sociolaboral y aportar autonomía a los jóvenes extutelados. Estos pisos sirven como práctica para dar el salto vital para ser independiente, sirven de base para saber organizar una casa, respetar a los compañeros, resolver conflictos…

La joven Khaula está contenta en su hogar, que comparte con otra chica y tres chicos más. “Al principio fue muy difícil para mí estar aquí. Me enfrentaba a una vida sola: comprar sola, cocinar, las tareas de la casa… pero me adapté y ahora me siento muy bien. Las cinco personas que vivimos en la casa tenemos la misma edad y aprendemos a ser autosuficientes bajo la supervisión de los educadores o la coordinadora”, explica. Ahora ha conseguido un trabajo a tiempo parcial y está estudiando auxiliar de enfermería.

Acrescere nació hace 15 años después de que sus fundadores tuvieran una experiencia de voluntariado en la India con niños sin familia. “En España hay cerca de 20.000 niños viviendo en centros de menores. Nuestro propósito ha sido desde el principio que haya una mayor cultura de acogimiento familiar”, explica Alejandro Martínez, fundador y presidente.

Acrescere, la gran familia de los niños que ya no están solos

La Fundación Acrescere tiene un estilo personal que utiliza como herramientas el trabajo y la educación con el fin de que puedan salir del acogimiento. Además de la red de pisos que funcionan en Valencia y Madrid, tienen 8 plazas en su hogar de menores SAFA (para niños y jóvenes entre 6 y 17 años), el Instituto de Formación Acrescere, programas de formación, ocio y tiempo libre, una residencia de chicas que han sido víctimas de violencia en su familia, un servicio de atención psicológica, empresas de inserción laboral y un servicio de atención infantil que funciona todos los días del año las 24 horas y que fue puesto en marcha al detectar la cantidad de niños que se quedaban solos en casa o con vecinos cuando los padres tenían que salir a trabajar.

“Tenemos 15 plazas y más de 100 en lista de espera en el Servicio Ángel de la Guarda, por eso no nos cansamos de pedir que este servicio se replique. Los niños que llegan tienen que venir derivados de una asociación, una parroquia o un servicio municipal. En la guardería tenemos un blog de educación para padres que está resultando también muy útil a las familias”, dice Martínez.

Atención e inserción

María Nivia Salazar es una de las beneficiarias de este servicio desde hace unos meses. Ella es colombiana y lleva cuatro años viviendo en España. “Cuando mi hijo tenía solo cuatro meses me di cuenta de que era imposible que yo pudiera trabajar si no encontraba un lugar donde dejarlo bien atendido. No podía pagar una guardería. No tenía papeles y mis trabajos eran intermitentes. Entonces una persona me habló de este servicio y llegué a él a través de una asociación de mujeres. Gracias a este lugar pude encontrar trabajos más continuos. Mi hijo lleva allí más de un año desde las nueve a las siete de la tarde y está completamente feliz”.

Acrescere, la gran familia de los niños que ya no están solos

La labor social de esta fundación se basa en la atención y la inserción. “Hemos sido pioneros en muchas cosas. Fuimos los primeros en hablar de este problema social y humano, el que sufren los menores en acogida. Hemos crecido con la ayuda de congregaciones religiosas, que son las que en su mayoría nos han facilitado los pisos que tenemos. Fuimos capaces de ver un problema social que otros no habían visto. En el sistema de protección en España hay unos 40.000 niños y constantemente van llegando más y más, como es el caso de los menores que vienen en patera. De ellos, la mitad están acogidos por familias y el resto está en centros de acogida”, dice el presidente de la fundación.

El perfil de los menores que llegan a los diferentes centros por cualquier motivo no es fácil de manejar para los profesionales de Acrescere.. En la mayoría de las ocasiones han sufrido malos tratos y muchos no tienen una formación emocional sólida como para ser capaces de transmitir o dar amor a los demás.

Beatriz Parra es directora del área de atención psicológica y del programa Valía de atención psicológica, dirigido a la población infantil y juvenil con problemas de relaciones familiares: “La mayoría de los jóvenes que han pasado por el sistema de atención a la infancia tienen un daño grande. El dolor que traen es consecuencia de un abandono precoz. Muchos han sido abandonados y otros han recibido maltrato físico. Son chicos y chicas con un gran desfase curricular, problemas de conducta (especialmente en los chicos), dificultades para relacionarse, refugiados en el consumo de drogas y muchos de ellos con tendencia a autolesionarse. El sistema les proporciona lo material, pero si no tratas la raíz de sus problemas, no puedes generar cambios porque llevan una mochila emocional muy pesada”.

Reparar el daño sufrido

Parra reconoce que la posibilidad de obtener éxito con el tratamiento en estos menores es mayor cuanto antes lo reciben, pero eso no siempre es posible. La realidad es que reparar el daño sufrido por un adolescente es casi siempre más complejo que en un niño. “El trabajo es muy lento cuando son jóvenes y los profesionales tienden a frustrarse. Cuanto más mayores son, más problemas de consumo de sustancias tienen, de adicciones, de promiscuidad (con el riesgo que ello supone, especialmente para las chicas), muchos desajustes por problemas de ansiedad y tasas muy altas de autolesiones”.

Alejandro Martínez reconoce que no todos los casos con los que trabajan acaban siendo casos de éxito, pero no hay nada que pueda detenerle. Auditor y funcionario del Tribunal de Cuentas, fue su voluntariado en Calcuta junto a su mujer, la economista Blanca Arregui, lo que transformó la forma de ver la infancia: “El ingrediente principal para la vida de un niño es el amor, y si no lo tiene de su familia, es fundamental que alguien se lo dé”.

Por los diferentes programas de Acrescere, que cuenta con 300 socios, han pasado cerca de 3.000 niños y jóvenes (un 80 % extranjeros). Gracias a la forma de entender la acción social, no solo con el corazón, también con la gestión, han ofrecido una oportunidad a tantos niños para dar otro sentido a la vida. Carecer de una familia es una de las cosas más dolorosas que le pueden ocurrir a una persona. La fundación no parará de intentar que ese dolor sea más llevadero.