Introducción al mercado de derivados (III) Los futuros
Las opciones y futuros son los dos tipos de derivados que más abundan en el mercado. Sus características les han convertido en una de las herramientas más utilizadas para cubrir carteras y sobre todo para operar cuando la tendencia del mercado es bajista.
Los contratos de futuro son en realidad un acuerdo a plazo estandarizado para comprar o vender un determinado bien o activo, llamado activo subyacente, en una fecha futura y determinada y a un precio establecido de antemano. Es decir, el comprador y el vendedor fijan todas las condiciones de una operación que se ejecutará en el futuro.
La mejor forma de entender en qué consiste exactamente un contrato de futuros es a través de un ejemplo de las primeras transacciones de este estilo. Supongamos que un campesino cosecha trigo que vende a los molineros para que puedan fabricar harina. Lo que en principio parece un negocio seguro está en realidad plagado de factores que escapan al control de ambas partes, empezando por la climatología. Así, en un año favorable la producción podría ser alta, pero la abundancia de oferta hacer caer los precios e incluso hacer que no se vendiera toda la mercancía y viceversa. Ambas situaciones suponen un riesgo tanto para el agricultor como para el harinero, el primero porque necesita asegurarse un precio de venta mínimo independientemente de los factores de riesgo y el segundo porque quiere cerrar un precio de compra razonable.
En este punto es donde entran en juego los contratos a plazo. Agricultor y molinero firman un contrato de futuros sobre el trigo que obligará al primero a entregarle su cosecha, o por lo menos una determinada cantidad, a un precio previamente establecido en el rango medio de los últimos años, es decir, ni el máximo que se obtiene en un año de escasez ni el mínimo en uno de abundancia. Por su parte, el segundo se compromete a comprar el trigo independiente del precio que marque el mercado en ese momento. Como fórmula para asegurar que ambas partes cumplirían con sus obligaciones, ambos guardaban una cantidad de trigo y dinero a modo de garantía. De esta forma, habían logrado asegurar su supervivencia y protegerse de los factores ajenos a su control aún a riesgo de perder dinero si la cosecha era escasa o si el precio del trigo superaba al establecido en el contrato en el caso del campesino y al contrario en el del molinero.
Aunque algo básico, este es el modo en el que funciona un contrato forward o plazo ligado a materias primeras. En el caso de las acciones la metodología varía ligeramente, sobre todo en lo que al cálculo del precio del futuro se refiere y a los mecanismos que se han creado para asegurar que las dos partes cumplan con las obligaciones adquiridas y que han llevado a la estandarización de los contratos en lo que refiere al importe nominal, objeto y fecha de vencimiento. Y es que a la hora de calcular el precio de un activo en el futuro hay que tener en cuenta tanto los intereses derivados de la financiación que en realidad supone el pago aplazado y los posibles rendimientos que pueda generar el activo hasta la fecha de vencimiento del contrato. Así en teoría, el precio de un futuro sobre una acción surgiría del precio del activo subyacente en el momento de firmar el contrato más los intereses por la financiación menos los dividendos que pueda generar hasta la venta
En teoría, los futuros no suponen ningún peligro adicional a la compra y venta de acciones en el momento, simplemente añaden otro factor como es el pago a plazo o diferido y que permiten adquirir acciones con un capital que no se cuenta en ese momento. Puede parecer incluso una metodología de trabajo relativamente sencilla. Pero en la realidad, al estar incluidos dentro de un mercado organizado que permite su compra y venta en cualquier momento, sin tener que espera a la fecha de vencimiento, operar con esta herramienta es algo más complicado.
Precisamente es la posibilidad de vender un futuro sin tener que esperar al vencimiento, es decir, sin haberlo comprado realmente antes, es lo que otorga tanta flexibilidad a este mercado hasta el punto que permite ganar incluso cuando el activo subyacente (por ejemplo el Ibex 35) cae. Esto es debido a que en realidad se están negociando la posición en el contrato, es decir, la obligación de comprar o vender. Según explica la Guía de Opciones y Futuros de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) “esto es lo que en el mercado se llama abrir posiciones cortas o ponerse corto”.
Eso sí, en este caso hay que tener en cuenta que el precio de formación del futuro varía, y mucho, respecto al caso anterior ya que intervienen otra serie de elementos adicionales como la cotización de la propia acción. La fórmula que habría que seguir es la siguiente:
Precio futuro= Precio de cotización * +[I + (r * t/360)] – D x [I + (r’ * t’/360)]
Donde r es el tipo de interés del mercado para t días; t es el número de días desde la firma hasta el vencimiento del contrato, D es el dividendo a percibir; r’ es el tipo de interés de mercado para t’ días y t’ es el número de días que median entre la fecha de pago del dividendo y el día de vencimiento.
En realidad los contratos de futuros permiten comprar o vender acciones sin realmente poseer el capital real para hacerse con ellas, ya que la obligación de comprarlas efectivamente no se ejecutará hasta el vencimiento del contrato. En el resto de casos lo que se está cerrando es la posición adquirida. De esta forma, como explica Roberto Gómez, profesor de la UNED de Málaga y Doctor en Economía por la Universidad de Málaga, “mientras en una inversión en acciones no se abonan ni se cargan beneficios o pérdidas no realizadas como consecuencia de subidas o bajadas de precio, con futuros se abona o se carga diariamente el beneficio o pérdida obtenida por las variaciones de precio. Así mismo, deberá mantener y ajustar la garantía mientras no se cierre la posición, es decir, realizando la operación contraria”. Lo que ocurre es que cuando se compra un futuro sobre una acción no se produce intercambio real de dinero entre el comprador y vendedor, sino que lo que hace es constituir una serie de garantías ante el MEEF.
Aunque pueden actuar como una especie de seguro, los futuros se utilizan sobre todo para tomar posiciones cuando el mercado cae y ‘ponerse cortos’ (aunque también hay otras fórmulas para hacerlo sin incluir los futuros). Desde el 23 de septiembre de 2008 los inversores que tengan posiciones cortas sobre 20 valores financieros españoles que superen el 0,25% del capital social admitido a negociación deberán informar a la CNMV. De esta forma el organismo tratará de tener un mayor control sobre este tipo de operaciones especulativas que fomentan la caída del mercado.
Estas restricciones suponen fijar un límite a un determinado tipo de operación con futuros y otros derivados financieros destinada principalmente a especular. Sin embargo, los futuros financieros siguen siendo una herramienta muy útil para la operativa bursátil.
En la siguiente y última entrega de esta Guía de introducción al mercado de derivados abordaremos el funcionamiento y concepto de las opciones financieras en las que ya nos adentramos cuando tratamos los Warrants y las estrategias que se pueden llevar a cabo con los mismos.