Pensar en las ciudades desde lo antidisciplinar
Desde hace unas décadas la inflación conceptual sobre el análisis urbano es llamativa: 'Smartcity', 'urbaneering', ciudad digital, urbes de la información o villas interconectadas. Junto con estas definiciones nuevas herramientas como el internet de las cosas o el 'big data' van transformando un diálogo que se inició hace varios miles de años en la antigua China y los valles mesopotámicos. Y es que el debate sobre el futuro de las ciudades no es nuevo y en él se insertan varias de las preocupaciones más antiguas de la humanidad. Hoy la diferencia —como veremos— no es solo la novedad de los conceptos sino las posibilidades que se abren a partir de ellos.
La aceleración tecnológica tiene una inercia evidente. Nos permite estar interconectados, acceder a información valiosa, generar ideas de manera conjunta o procesar los datos a velocidades asombrosas. Sin embargo esa energía necesita un nuevo sentido común. Muchos urbanistas perciben que detrás de esa potencia transformadora hay ciertos elementos que se les escapan. Para aprovecharlos quizás no basten los caminos tradicionales.
Uno de los padres del urbanismo ya vinculó asuntos aparentemente distantes. Hipodamo de Mileto —arquitecto griego del siglo IV a.C.— ideó el puerto de Atenas y luego prestó su nombre a aquella cuadrícula inicial de muchas ciudades: el damero o matriz hipodámica. Detrás de la misma se esconde también la veneración presocrática por el número y el equilibrio. Por eso, además de la funcionalidad, según Hipodamo la trama urbana había de incluir la armonía. La matemática ya tendía una mano a la estética.
Pero lo que Joichi Ito del MIT Media Lab señalaba a mediados del 2016 en el Journal of Design and Science es un nuevo paradigma. Dice Ito que lo antidisciplinario supera a la tradicional interdisciplinariedad. En una cultura de transformación acelerada existen nuevas ciencias que necesitan ser incrementadas pero hay otras que merecen ser descubiertas. Son nuevos objetos de estudio cuyos métodos de análisis han de construirse; pues de vez en cuando nos enfrentamos a elefantes que no lo son como decía Stanislaw Ulam. Muchas de esas exploraciones antidisciplinares implican riesgos cuya asunción son un desafío para las instituciones y los gobiernos.
El proyecto Urban Discovery, por ejemplo, es una herramienta que conjuga la exploración de datos en las ciudades con la información de las actividades de los ciudadanos. Una nueva mirada a un tipo de mapeo desconocido hasta ahora y que sin la ayuda del 'big data' o la mentalidad colaborativa sería imposible. Algo más añade a este proyecto antidisciplinario: sus resultados son abiertos, pueden ser consultados por todo el mundo y enriquecidos con los comentarios de los usuarios.
El debate sobre el futuro de las ciudades no es nuevo y en él se insertan varias de las preocupaciones más antiguas de la humanidad.
Aquella idea de Ito, sobre la conexión de tecnología y diseño es una clave sugerente que se repite en proyectos a lo largo del mundo. Las fronteras entre las disciplinas intelectuales pueden ser artificiales o aparentes. Ito crítica, por ejemplo, la dinámica de la revisión por pares, que genera un mayor conocimiento sobre áreas restringidas. Esta híper-especialización dificulta enormemente la comunicación entre los investigadores. Quizás por ello desde algunas universidades intentan proponer publicaciones académicas alternativas como señalaba Elizabeth Stinson en Wired. Con cierta conciencia de ello hace algún tiempo organizamos un seminario para intentar explorar cómo la literatura de viajes puede aportar elementos para el diseño de futuras ciudades. Convocamos a arquitectos, filólogos e ingenieros. Encontramos sugerencias para el turista del futuro, y recuperamos algunas crónicas que permiten evitar los errores del pasado y comprender que las ciudades se pueden pensar desde un género literario novedoso
El último City Science Summit del MIT celebrado en Andorra también fue una muestra de ese espíritu antidisciplinario. Bajo ese formato flexible, comunicativo y con la vivacidad de las presentaciones Pecha Kucha se mostraron algunas investigaciones sugerentes. Como la robótica kinésica, la facilitación digital sobre la inserción de los refugiados, el planeamiento urbano dinámico, la sensorialización digital de las escuelas y los vehículos persuasivos autónomos. Este es también un intento de pensar en las ciudades de otra manera.
Estamos pagando la falta de previsión sobre los impactos de la preponderancia del motor a combustión. Pero ahora —gracias a otros datos— sabemos que podemos anticipar mejor las repercusiones sobre el ambiente y las estructuras urbanas que generarán las nuevas invenciones. Pero una planificación responsable solo es posible con un conocimiento antidisciplinar. A la par de la conciencia sobre el calentamiento global también necesitamos saber cómo vivir de manera más eficiente. Y para ello necesitamos a la biopsicología, a la escultura genética y la nanotecnología. El concepto de responsabilidad ética amplía su patrimonio gracias a los datos científicos obtenidos los últimos años.
Olvidarnos de la cultura es un peligro si nuestra capacidad de prevención y gestión es tan potente. Cuando hablamos de arte en el sentido amplio no solo nos referimos a las obras estéticas que produce el ser humano. El concepto de convivencia respetuosa, reglada por los derechos y las leyes es una dimensión cultural. Así fue al inicio, cuando los primeros filósofos empezaron a plantearse dudas sobre el mundo. No olvidemos que la atención al débil —por ejemplo— es una noción que se encuentra detrás de la mayoría de códigos normativos de tráfico y de muchas obras literarias clásicas. La cultura nos permite, entre otras cosas, saber cómo eran nuestras ciudades en el pasado. Incluso en un ayer en que los inviernos o veranos eran distintos.
Para pensar de otra manera quizás sea momento de visitar exposiciones como aquella inspirada en Las ciudades invisibles de Italo Calvino en el Museo Thyssen-Bornemisza. Allí se puede ver —entre otras obras— aquél Efecto de lluvia en la Rue Saint-Honoré por la tarde de Camille Pisarro.