Yo participé en un 'sandbox regulatorio'
La fintech británica Bud fue una de las invitadas a participar en el primer 'sandbox regulatorio', organizado por la Financial Conduct Authority (FCA). Jamie Campbell compartió su experiencia en el seminario de regulación organizado por BBVA Bancomer y el BID.
Reino Unido es, con diferencia, la capital europea del fintech. Desde Londres, el ecosistema de startups tecnológicas es uno de los más activos del mundo, con iniciativas y emprendedores de toda Europa. Pero el país también es uno de los más abiertos a examinar el fenómeno fintech desde el punto de vista regulatorio. Por eso a nadie le sorprende que haya sido el primero en crear un ‘sandbox regulatorio’ (entorno de pruebas controlado) donde las startups puedan probar sus modelos de negocio y la futura viabilidad de sus iniciativas.
Bud estuvo en la primera hornada del sandbox, que acaba de concluir recientemente. La startup ofrece plataformas integradas (marketplaces) para que la banca pueda ofrecer productos y servicios de terceros, como por ejemplo, seguros, pensiones, hipotecas y un largo etc. Actualmente trabajan con algunas de las principales entidades financieras de Reino Unido y recibieron el premio 'Innovation of the Year' en los British Bankers Awards.
Jamie Campbell, uno de sus directores, explicó detalles de este ‘experimento’, que se ha traducido en un sello de calidad para ofrecer sus servicios. “El sandbox propone un terreno de pruebas para conjugar el ritmo de la innovación con la protección al usuario (consumidor) y puedo afirmar que ha sido una experiencia de aprendizaje mutuo, para nosotros y para el regulador”, afirma.
El proceso de sandbox implica una fase de cualificación y postulación. La FCA elige a las startups con el criterio de que su modelo de negocio representa una “verdadera innovación”. En este caso, explica Campbell, es posible que el regulador no entienda bien cómo funciona, con lo cual hay que presentar una hipótesis y mostrarles la aplicación de la tecnología. “Estudiamos mucho la regulación para ver cómo nos podía afectar”, matiza. Posteriormente se pasa a una etapa de pruebas. Esta etapa es externa, la realiza una empresa ajena al regulador que realiza un análisis y verifica que la tecnología es segura y que los datos siempre están protegidos. Por último, la startup prepara un documento y la FCA adjudica y determina la viabilidad del modelo de negocio. Esto permite pasar de ser una startup con restricciones (1.000 usuarios) a una entidad completamente regulada.
Sobre las lecciones aprendidas, Campbell afirma que “el sandbox nos ha cambiado la forma en que funciona la empresa. Ahora entendemos cómo nos regulan y cuando vamos a un cliente (un banco, por ejemplo), nos podemos sentar y conocemos las barreras de cumplimiento que ellos tienen. Para nosotros y para las empresas pequeñas, la regulación es un importante gancho para vender nuestros productos. No hay que tener miedo al regulador”.