Nuria Pesquera (Behavioral Economics BBVA): "Los sesgos cognitivos son atajos mentales que no contemplan toda la información"
Las personas tomamos decisiones en función de cómo contextualizamos una determinada situación, explica Nuria Pesquera, responsable global de 'Behavioral Economics' en BBVA, en una entrevista en el MIT Technology Review en español. Los sesgos cognitivos que utilizamos los seres humanos para tomar decisiones son atajos mentales que no contemplan toda la información, sino una foto parcial. Un comportamiento que tiene un importante impacto en el ámbito financiero, hasta el punto de que ha obligado a redefinir las teorías descriptivas de la toma de decisiones para introducir una nueva variable: nuestra irracionalidad como actores económicos.
'Behavioral economics', o economía conductual, es una disciplina con base en la psicología social y la economía que busca precisamente desentrañar cómo toman decisiones los seres humanos. Desde esta disciplina se estudia cuáles son los factores que afectan en el proceso, qué atajos mentales seguimos y las consecuencias que se producen.
¿Cuáles son los principales sesgos cognitivos?
Está el sesgo del presente: buscamos gratificaciones inmediatas e infravaloramos los beneficios futuros. Es decir, los seres humanos tendemos a quedarnos con el aquí y el ahora.
En segundo lugar, está el exceso de sobreconfianza. Los humanos tendemos a sobreestimar que todo va a ir bien, y se produce una falta de anticipación en un corto o medio plazo. Y un último sesgo, muy frecuente en todos los ámbitos, es la influencia social. Nuestras decisiones están fuertemente influenciadas por lo que otros hacen o lo que esperan de nosotros. Esto, desde una entidad financiera como BBVA, se puede utilizar en sentido positivo: podemos ayudar a nuestros clientes a visualizar qué decisiones han tomado otras personas de un perfil similar, y así eliminar parte de la carga cognitiva del proceso para ayudarles a elegir.
¿Cómo ha evolucionado el interés por la disciplina de la economía conductual?
La economía conductual ha ido creciendo en popularidad en distintas industrias; comenzó más cercana a las políticas públicas y sociales, pero hoy en día se utiliza para solventar retos muy variados: de negocio, salud, sostenibilidad, etc. Hitos como las crisis financieras, por ejemplo, han hecho mucho más evidente la necesidad de ayudar a los clientes a tomar mejores decisiones financieras para no endeudarse en exceso, fomentar el ahorro, buscar una planificación a medio y largo plazo o evaluar alternativas a las que no estamos acostumbrados ante entornos de inflación como el actual. El acercamiento ahora consiste en facilitar el camino para que el cliente vea los beneficios de un determinado comportamiento, los tangibiliza; y así los adopta con mayor facilidad.
¿Hay alguna forma de luchar contra nuestros sesgos?
La forma de luchar contra ellos, primero, es siendo consciente de su existencia. Pero también hay que tratar de poner medios para mitigar su efecto, lo cual no es nada fácil. Existe una brecha entre la intención y la acción: dar el paso requiere un esfuerzo, un sacrificio; y desde BBVA hemos desarrollado mecanismos para tratar de facilitarlo. Gracias a la tecnología y la inteligencia de datos, hemos desarrollado herramientas que nos ayudan a conseguir, por ejemplo, propósitos de ahorro: incorporando reglas que reduzcan la necesidad de autocontrol, estableciendo objetivos claros, haciendo transferencias destinadas al ahorro en función de un análisis dinámico de la situación de las finanzas del cliente en cada momento de su vida.
También trabajamos en facilitar la comparabilidad de opciones, buscando encuadres sencillos y sin tecnicismos que aborden los principales beneficios, y procurando que la información muy compleja aparezca de forma gradual, de tal manera que el cliente se introduzca en el ejercicio analítico poco a poco.
¿Puede la economía conductual emplearse para generar un cambio positivo, por ejemplo, para impulsar comportamientos más sostenibles?
Los problemas que encontramos desde la economía conductual a la hora de tomar decisiones financieras se repiten en materia de sostenibilidad; por ejemplo, el sesgo del presente —la tendencia a posponer los sacrificios y adelantar las gratificaciones. Este problema está en el corazón del reto de la sostenibilidad: nunca parece un buen día para dejar de coger el coche o para cambiar las bombillas por una iluminación led.
Además, la retroalimentación es fundamental para aprender un hábito, pero en el ámbito de la sostenibilidad los impactos no se ven hasta dentro de años. Se produce también el efecto marginal: no vemos el impacto de nuestras acciones individuales. Al final, se convierte en un dilema en el que todos sabemos lo que tenemos que hacer, pero no tenemos un incentivo para hacerlo a corto plazo.
En contraposición a estos sesgos, tenemos que trabajar en mecanismos y contextos que ayuden a dar ese salto: sistemas de 'feedback', micro objetivos, una comunicación vinculada a emociones más individualistas —si referirnos al planeta nos suena lejano, podemos hablar de cuidar de tus seres queridos—, o aprovechar el efecto de la influencia social para motivar a las personas resaltando el comportamiento de otros.