David Rose: “Gracias a Internet de las cosas tenemos objetos que se preocupan por nosotros”
El científico, profesor del MIT en Boston y experto en IoT, califica de “objetos encantados” a Internet de las cosas y augura que la relación con ellos será más natural que la que tenemos con el teléfono móvil.
Los inventores del siglo XXI no se pasan la vida escondidos en oscuros laboratorios en busca de la piedra filosofal, sino que comparten sus invenciones y sus puntos de vista sobre el futuro en multitudinarias conferencias donde ejercen, quieran o no, de gurús. Es el caso de David Rose, una de las estrellas del reciente World Business Forum que tuvo lugar en Madrid.
El científico, escritor, empresario y profesor del MIT Media Lab desgranó sus ideas sobre el futuro del internet de las cosas- desarrolladas con más amplitud en su libro Enchanted Objets- , en una charla en el Teatro Real de la capital española.
P.: ¿Cómo define esos ‘objetos encantados’ de los que habla en el libro?
R.:Son objetos ordinarios con cualidades extraordinarias. Están conectados y pueden ‘hablar’, comunicarse; al mismo tiempo, responden a toda una tradición cultural en Occidente que revela quiénes somos y qué deseamos. En El Señor de los Anillos Frodo tenía una espada que le avisaba del peligro; pues bien, ahora podemos tener un paraguas que nos diga cuando va a llover. [Esta ambient umbrella es precisamente una de las principales invenciones de Rose].
En Blancanieves un espejo decía quién era la más bella: Neiman Marcus, una cadena de ropa de Estados Unidos, ya tiene espejos que te muestran cómo te queda la ropa que te ofrecen y que no llevas puesta.
P.: ¿Son esos objetos encantados más útiles que los wearables?
R.: La diferencia es dónde ponemos la tecnología: si en nosotros mismos, o en los objetos. Llevar esa tecnología encima nos permite jugar a superhéroes, como Ironman. Pero es problemática cuando la llevamos en la cara, y limita nuestra sociabilidad. Por eso Google Glass no ha cuajado, y es algo que me gusta, porque este tipo de wearables resultan raros y nos aíslan.
P.: ¿Y podrán estos objetos encantados con el omnipresente móvil?
R.: El móvil tiene algo que no me gusta: nos obliga a estar mirando a una pantalla, al final estamos siempre pendientes de un objeto. Sucede lo mismo con las tabletas: nos exigen demasiada atención, nos alejan de las personas que nos importan. Eso se puede solucionar con objetos más funcionales, diseñados desde un punto de vista humanista. Y hay que tener en cuenta que gracias a la tecnología ya no necesitamos un dispositivo de convergencia que lo haga todo. Creo en la especialización de los objetos, no en un objeto que lo haga todo.
Estoy convencido de que nuestra relación con los objetos encantados será más natural que con un móvil. Los objetos se están convirtiendo en una especie de avatares para proveer servicios, nos ofrecen nuevos servicios. Y los servicios han encontrado un nuevo hogar en los objetos. Gracias al internet de las cosas, tenemos objetos que se preocupan por nosotros, no objetos de los que nos tenemos que preocupar.
David Rose
Cisco y McKinsey pronostican que en 2025 habrá 50.000 millones de dispositivos conectados, una cifra que se queda corta ante otras previsiones, como las de la consultora Gartner. Pero, ¿cómo se pueden convertir esos objetos en objetos encantados, en algo más que un objeto que también está conectado a la red?
Yo hablo de la ‘escalera del encantamiento’, que tiene cinco pasos: primero la conexión en sí, luego la personalización, después la socialización y finalmente la gamificación y la historización.
Cojamos como ejemplo una simple papelera: podemos conectarla a internet, y ponerle una cámara que la máquina sepa lo que tiramos. Pero también podemos ir más allá, utilizar los datos que vamos teniendo de lo que tiramos, para pedir al supermercado, por ejemplo, y convertir en un juego, y también en una historia, si estamos consumiendo demasiadas galletas o productos caros.
P.: ¿Y una casa llena de ‘objetos encantados’ no resultaría un poco agobiante para los que viven en ella? ¿No vivimos ya rodeados de demasiada información, de demasiados datos?
R.: Nuestras casas están ya repletas de cosas, de fotos, de objetos decorativos. Si diseñamos correctamente los objetos del futuro, vamos a querer cientos en nuestras casas. La historia de la computación ha girado hasta ahora en torno al concepto de eficiencia. Creo que está cambiando, porque ahora los objetos encantados plantean el reto de añadir movimiento, magia, a esa tecnología que utilizamos en el día a día. El diseño es clave.
Cisco y McKinsey pronostican que en 2025 habrá 50.000 millones de dispositivos conectados
Pongo un ejemplo: en 2001 inventé una esfera que refleja la información con cambios de color. Se configura online y te informa de la lluvia, el polen, la velocidad del viento… lo que quieras. Lo puedes ver por el rabillo del ojo, no te exige atención ni por un par de segundos. Ese tipo de objetos no abruman.
P.: Un futuro en el que estemos rodeados de objetos conectados a internet que utilizan nuestros datos plantea dudas respecto a la seguridad y la privacidad. ¿Serán las empresas y los gobiernos una especie de gran hermano que nos vigile?
Sinceramente, no creo que a los gobiernos les interese mucho saber cuántos pasos doy al día, si me tomo mis medicinas o qué temperatura hace en mi casa. Respecto a las empresas, van a tener un montón de información sobre nosotros almacenada. Me gustaría que la destruyeran más rápido y con más frecuencia.