CRISPR: la vanguardia de la edición genética ya está aquí
Los casos de uso reales (y comerciales) de las técnicas más avanzadas de ingeniería genética están cada vez más cerca. Instituciones científicas y startups 'biotech' ya vislumbran todas las ventajas prácticas que la herramienta de edición genética CRISPR tendrá para la salud y el bienestar de la sociedad
La comunidad internacional recibía a finales de 2023 una esperanzadora noticia: el primer tratamiento comercial de edición genética del mundo, basado en las tijeras genómicas CRISPR/Cas, ya está en el mercado de algunos países. Indicado para tratar la anemia de células falciformes —enfermedad resultado de una mutación genética que provoca la deformación de los glóbulos rojos—, esta terapia emplea las tijeras moleculares CRISPR para editar células madre sanguíneas de forma que produzcan hemoglobina sana. Reino Unido aprobó su uso en noviembre de 2023, y la Food and Drug Administration (FDA) de los Estados Unidos hizo lo propio a comienzos de diciembre. La Agencia Europea del Medicamento (EMA, por sus siglas en inglés) también ha recomendado su autorización.
La ingeniería genética ha dejado de ser un argumento de ciencia ficción para convertirse en una realidad con múltiples y beneficiosas aplicaciones en la medicina o la agricultura. El potencial de la tecnología de edición genética CRISPR (que permite cortar con precisión el ADN para insertar genes terapéuticos o eliminar secuencias patógenas) ya ha conseguido salvar vidas, y se está investigando su potencial para proteger las cosechas de las plagas, curar el VIH o detectar, rastrear y combatir el cáncer.
"CRISPR hizo que se democratizara el uso de editores de genomas, y esto aceleró mucho su desarrollo", explica Avencia Sánchez-Mejías, cofundadora y CEO de la startup Integra Therapeutics, centrada en la creación de herramientas de edición genética. "Desde que se publicó por primera vez su uso en células humanas hasta la primera aprobación de un tratamiento CRISPR han pasado 10 años, un proceso que con las anteriores generaciones de editores de genomas fue bastante más lento".
CRISPR, un cambio en las reglas del juego a nivel molecular
Desde sus orígenes en el trabajo del investigador español Francisco Mojica (galardonado en la edición de 2017 de los Premios Fronteras del Conocimiento de la Fundación BBVA) hasta la aprobación de su primera aplicación terapéutica comercial, el camino de CRISPR ha pasado por éxitos como el reconocimiento con el Premio Nobel de Química para las investigadoras Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna (ganadoras también del Premio Fronteras del Conocimiento), pero también controversias como una guerra de patentes que se prolonga desde hace una década.
CRISPR no es la única herramienta de ingeniería genética que está expandiendo los límites de la medicina moderna. Otras terapias génicas —que consisten en la transferencia de material genético sano a células mediante vectores como los virus— ya consiguen, por ejemplo, revertir ciertas formas de sordera congénita. Pero las posibilidades de edición dirigida y precisa del genoma que abre CRISPR no tienen precedente.
"La principal ventaja es la precisión", declara Francisco Barro. Este científico del Instituto de Agricultura Sostenible (IAS) del CSIC trabaja en el desarrollo de un trigo sin gliadinas (un conjunto de proteínas asociadas a patologías como la celiaquía), que sería apto para el consumo para personas celíacas o intolerantes al gluten. "Con CRISPR podemos alterar y 'noquear' los genes de gliadinas que provocan la reacción inmunológica con una precisión que antes no era posible", afirma.
Universidad y emprendimiento, un combo ganador
En primera línea del desarrollo de la tecnología CRISPR, además de algunos de los centros de investigación más prestigiosos del mundo, han estado presentes las startups, muchas de ellas fundadas como 'spin-offs' de universidades. Dar el paso al emprendimiento ayuda a los investigadores a captar financiación para seguir impulsando el progreso científico, explica el biólogo molecular español Guillermo Montoya: "Es raro que los inversores arriesguen en investigación de frontera, pero esa investigación es muy necesaria porque sin ella no sería posible descubrir nuevos paradigmas que den resultado a revoluciones como la de CRISPR".
Montoya dirige en el Centro de Investigación de Proteínas de la Fundación Novo Nordisk (CPR) una investigación en torno a la endonucleasa Cas12a (una enzima guiada por ARN y responsable de cortar el ADN), alternativa a la más popular Cas9. "A diferencia de Cas9, al cortar produce extremos cohesivos en las cadenas de ADN [esto es, realiza cortes asimétricos que permiten que los extremos se 'peguen' entre sí con más facilidad], que suponen una ventaja para la reparación. También se ha demostrado que el 'GPS' de esta herramienta es más preciso, con lo cual no produce cortes en otras regiones", explica Montoya. En 2019, este investigador cofundó la startup TwelveBIO (adquirida posteriormente por la empresa estadounidense Ensoma) como una 'spin-off' de la Universidad de Copenhague, un proceso que, explica, no resultó difícil gracias a la fuerte de red de apoyo con la que contaron. "La Fundación Novo Nordisk tiene proyectos específicos para financiar la creación de la estructura de una empresa y asesoría jurídica, como la incubadora de empresas BioInnovation Institute, y Dinamarca es un buen lugar para empresas de biotecnología", detalla.
"Muchos sitios de España hacen investigación de muchísima calidad, pero cuando hablamos de hacer desarrollo de producto terapéutico, hay cosas que desde la institución pública es difícil hacer con la financiación con la que cuentan", explica Avencia Sánchez-Mejías. Nacida como una 'spin-off' de la Universidad Pompeu Fabra, su startup Integra Therapeutics ha desarrollado una plataforma de escritura genética, FiCAT, que escribe mensajes terapéuticos completos en el genoma de forma precisa. Para ello emplea integrasas, unas enzimas presentes en retrovirus que facilitan la integración del ADN vírico en el de la célula huésped, modificadas con CRISPR-Cas9. El año pasado captó 1,5 millones de euros de financiación, que se sumaron a los 4,5 millones levantados en su ronda semilla de 2021. "Nos dimos cuenta de que había que montar una empresa que saliera de la universidad para poder agregar todo el valor que hacía falta a este prototipo de escritor de genomas y que este pudiera tener interés para la industria farmacéutica, que será la que pueda llegar hasta el paciente final", explica Sánchez-Mejías.
El futuro de la edición genética
El camino de esta tecnología debe pasar por hitos como la redefinición de su regulación jurídica: por el momento, la UE equipara los productos editados con CRISPR con los transgénicos, aunque esta consideración se encuentra en proceso de revisión. "En el momento en que se apruebe, los investigadores europeos vamos a poder trabajar dentro de la Unión Europea y desarrollar nuestros productos con empresas de la UE, lo cual es fundamental para que los avances se queden aquí", señala Francisco Barro, del IAS.
Un avance, recuerda, que tendrá que ir de la mano de la accesibilidad de la tecnología: "Si las patentes constituyen un obstáculo, al final da igual que las administraciones flexibilicen la normativa sobre la edición CRISPR", apunta Barro. "Suavizar los costes para empresas y centros de investigación supondría un avance importante en la democratización de esta tecnología".
Aunque con aristas que limar, como el equilibrio entre el reconocimiento a la propiedad intelectual y el interés humano o entre la innovación privada y la investigación pública, el desarrollo de la tecnología CRISPR es tan imparable como esperanzador: un bisturí de precisión con el que actuar sobre algunos de los principales males a nivel global, desde las amenazas del cambio climático para la seguridad alimentaria hasta las enfermedades genéticas.