Compartir en lugar de poseer genera un negocio millonario
El consumo colaborativo está viviendo un crecimiento exponencial y sus cifras de negocio ya rondan los 2.000 millones de euros.
En 2011, la revista Time incluyó en su lista de las diez ideas que van a cambiar el mundo, el modelo de economía colaborativa. Esta nueva forma consumo más social y sostenible, que desde entonces no ha dejado de crecer, se basa en la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar, pero redefinida a través de las prestaciones que ofrece la tecnología moderna.
“Compartir no es nada nuevo, se ha hecho de toda la vida, pero con amigos y a pequeña escala; ahora, internet está modelando este tipo de intercambios, ampliando la escala y permitiendo que se multipliquen gracias a la posibilidad de conectarse con otras mentes en cualquier parte del mundo, sin necesidad de compartir un espacio físico", explicaba el ingeniero multimedia y fundador del mayor blog de consumo colaborativo en español, Albert Cañigueral, durante el evento Trend Spain 2014, organizado por Google en Madrid.
Durante los últimos años, este sector emergente ha crecido de manera exponencial. Cañigueral afirma que este nuevo modelo está pasando rápidamente de ser visto como una tímida, inocente y algo “disparatada” iniciativa a considerarse como una “nueva era en gestación” de las formas de consumo en la sociedad. En 2013, los ingresos que se trasladaron directamente desde el consumo colaborativo al bolsillo de sus protagonistas superaron los 2.652 millones de dólares (casi 2.000 millones de euros) en todo el mundo, según la revista Forbes. Esta cifra supone un crecimiento del 25% respecto al año anterior.
Cañigueral recuerda que “es complicado medir el éxito de estas actividades por igual, pues engloban muchos modelos de negocio distintos”. Algunos ejemplos de son: el alquiler de alojamiento entre particulares que ofrece Airbnb, el uso de coches compartidos de la plataforma Blablacar y la realización de tareas mediante colaboración abierta (crowdsourcing) de TaskRabbit.
Entre esta oferta, unos tienen una vocación más social, como el sistema CouchSurfing de intercambio gratuito de estancias en sofás de casas de gente no conocida, en el que nadie gana nada excepto los ingresos por publicidad de la página web; mientras que otros sí están enfocados a generar beneficios económicos directos, como Uber, que permite a cualquier conductor convertirseen taxista y cobrar por los desplazamientos al resto de usuarios.
“Una de las características de este nuevo modelo es que las barreras que separan los roles de productor y consumidor aquí se desdibujan”, cuenta el sociólogo y fundador de la plataforma Simbyosi, Luis Tamayo. En este sentido, la plataforma Etsy, que permite a sus usuarios vender sus manualidades en internet, ha generado 1.350 millones de dólares (casi 1.000 millones de euros) en beneficios, de los cuales el 96,5% llega directamente a las manos de los productores.
Poseer vs compartir
“La gente quiere pagar por lo que va a usar, ser práctico; poseer y consumir continuamente ya no hace más feliz, pero compartir sí”, explica Tamayo. Al quedar la propiedad en un segundo plano, la producción de bienes de consumo también varía. Cañigueral explica: “Si una cadena hotelera va construir 30.000 nuevas habitaciones en el próximo año, Airbnb es capaz de hacer eso en una semana gracias a sus millones de usuarios repartidos por todo el mundo”. De este modo, la era just in time (justo a tiempo) en la que la máxima era “producir los elementos que se necesitan, en las cantidades que se necesitan, en el momento en que se necesitan”, sería sustituida por el modelo just not mine, en el que la empresa pasa a “construir lo que necesites en un segundo de manera virtual gracias a las propiedades que comparten los de usuarios”, añade.
Los inversores también han visto una oportunidad clara de negocio en este sector. En 2012 se invirtieron más de 300 millones de euros en las principales start-up de consumo colaborativo, principalmente en EEUU. En España, esta cifra se situó en entre los 4 y 5 millones de euros en 2013, que fueron a parar a compañías como Knok (intercambio de casas), Comunitats (software para bancos de tiempo), Lánzanos (crowdfunding) y Etece (resolución de tareas por profesionales), entre otras.
Trabas legales
Ante este éxito, los lobbies de diversos sectores empresariales como el transporte y la hostelería, han empezado a temer por su clientela. Un claro ejemplo es la demanda por competencia desleal a Blablacar que la patronal de autobuses Fenebús emitió en marzo.
Blablacar argumenta que ellos se limitan a poner en contacto a personas con necesidades comunes, y que los precios (fijados por los usuarios) tan sólo sirven para financiar la gasolina y peajes de los trayectos, “pero nunca para lucrarse”, como explica a MIT Technology Review el director regional de la compañía en España, Vicent Rosso. “Si el software detecta que alguien está intentando llevarse beneficio, es expulsado de la comunidad”, añade, y asegura que Blablacar no pretende sustituir al transporte tradicional ni competir con él, sino complementarlo.
La Comisión Europea ha dado carpetazo a esta polémica declarándose a favor de este tipo de servicios. El portavoz comunitario de la Agenda Digital (estrategia de apoyo de la Comisión Europea para las iniciativas de crecimiento sostenible en tecnología digital), Ryan Heath, declaró: “Deben respetarse las normas y proteger a los consumidores. Pero prohibirlos no les da la oportunidad de hacer las cosas bien”.