Cinco ejemplos de cómo afecta la tecnología al medioambiente
El consumo global de los centros de datos aumentó un 10% entre 2015 y 2021. Puesto que el desarrollo tecnológico va a continuar, es necesario tomar medidas para reducir su impacto sobre el medioambiente. La captación de dióxido de carbono (CO2), el reciclaje de residuos electrónicos o la inteligencia artificial (IA) son algunas de las opciones actuales para hacerlo.
La ONU estima que se producen 50 millones de toneladas de residuos electrónicos al año. Unas cifras provocadas por el vertiginoso avance de la tecnología, que hace que los dispositivos se queden obsoletos cada vez más rápido. Dispositivos que no solo contaminan al final de su vida, sino también a lo largo de ella. El acceso a internet, la reproducción de contenidos en 'streaming' o el almacenamiento de información 'online' también tiene un coste para el planeta.
Un solo centro de datos, una instalación que acoge las infraestructuras físicas para dar servicios informáticos a empresas o en la nube, consume la misma energía que 50.000 hogares, según 'Scientific American'. Es decir, la huella de carbono de todo el tráfico digital es equivalente al 7% de la electricidad mundial. Sin embargo, la propia tecnología puede ser la clave para limitar el impacto de sus avances sobre el medioambiente. La captación de dióxido de carbono (CO2), el reciclaje de residuos electrónicos o la IA son algunas de las opciones para conseguirlo.
Energías renovables para el sector tecnológico
La transición energética es una estrategia que aboga por la sustitución de los combustibles fósiles por otros más respetuosos con el medioambiente. En este contexto, las energías renovables se posicionan como la energía del futuro para sectores como el tecnológico.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el consumo global de los centros de datos aumentó un 10% entre 2015 y 2021. Volviendo al ejemplo anterior, en ese periodo el consumo anual de cada centro se incrementó el equivalente al consumo de 5.000 hogares adicionales. Por este motivo, el sector de los centros de datos se ha convertido en uno de los principales compradores de acuerdos de compraventa de energía renovable a largo plazo (PPA, por sus siglas en inglés).
Con los PPA, las tecnológicas se aseguran de que la electricidad que consumen sus centros de datos es de origen renovable. Interxion España cerró uno de los mayores PPA de Europa para alimentar con energía renovable sus cuatro centros de datos en España durante 10 años. Solo con esta medida, Interxion evitará la emisión de 8.000 toneladas de CO2 al año. Por su parte, BBVA y Endesa firmaron en 2018 un PPA que asegura que la totalidad de la energía consumida por el banco en España proviene de fuentes renovables, principalmente de parques eólicos.
Pero los PPA no son la única opción. La cantidad de calor que generan los centros de datos es una oportunidad para, por ejemplo, calentar agua. La startup Heata aprovechó esta idea para crear una red que conecta ordenadores con las calderas de los hogares registrados en ella. La red es capaz de transferir unos 4,8KWh, la cantidad diaria media que consume una familia.
Captación de CO2
El aumento de los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera es una de las principales causas del cambio climático. Por eso, es importante, no solo reducir sus emisiones, sino invertir en tecnologías que permitan reducir la concentración de este gas de efecto invernadero (GEI). Para ello, se ha desarrollado la captación y el almacenamiento de CO2.
Esta técnica consiste en "la separación del CO2 emitido por la industria y fuentes relacionadas con la energía, su transporte a un lugar de almacenamiento y su aislamiento de la atmósfera a largo plazo", señala el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés). La captura de CO2 puede realizarse tanto después de una combustión (en las chimeneas de fábricas o centrales eléctricas) como directamente del aire (en lugares con altas concentraciones de CO2).
Una vez capturado, el gas se presuriza hasta su condensación o conversión en líquido. Esto permite transportar el CO2 líquido hasta el lugar de almacenamiento: formaciones de roca porosa que se encuentran en el subsuelo, evitando que el gas vuelva a la atmósfera.
Otra opción consiste en la reutilización de ese gas capturado en la producción de energía. En concreto, el CO2 inyectado en la tierra se puede utilizar en los pozos petroleros para la recuperación mejorada: la liberación de crudo adicional. Aunque parece contraproducente, los expertos señalan que esta práctica es mejor que la recuperación mejorada que se emplea en la actualidad.
Tecnologías de eficiencia energética
La eficiencia energética es la optimización del consumo energético para alcanzar unos niveles determinados de confort y servicio. Esto se consigue de dos maneras: ajustando el consumo de electricidad a las necesidades reales de los usuarios o tomando medidas para evitar pérdidas de energía.
Para ello, la digitalización se presenta como una de las claves. Esta medida permite monitorizar una empresa, sus actividades y procesos, para adaptar el consumo a sus necesidades. En este sentido, la domótica también juega un papel importante en la eficiencia energética, ya que permite automatizar procesos.
Además de esto, el control de la iluminación o de la climatización de una empresa es fundamental para optimizar su consumo energético. Los sistemas de iluminación inteligente o el uso del internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés), pueden contribuir a reducir el consumo de electricidad.
En este sentido, BBVA ha instalado pasillos fríos en sus centros de datos, con el objetivo de hacer más eficiente la refrigeración de sus equipos. Con esta medida, el banco evita la emisión de 1.500 toneladas anuales de CO2 y consigue reducir un 32% el consumo de sus equipos informáticos.
Reciclaje de residuos electrónicos
Los desechos electrónicos son los residuos sólidos que más aumentan en el mundo, advierte la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además de ser un problema para el planeta, también lo es para la salud, ya que su quema o almacenamiento incorrecto libera sustancias nocivas como plomo, antimonio o mercurio. Sin embargo, solo se recicla el 17,4%.
Además de sus beneficios climáticos y sanitarios, resulta más rentable recuperar materiales de dispositivos antiguos que extraer recursos vírgenes. Para favorecer el reciclaje de residuos electrónicos, se está invirtiendo en el diseño de soluciones innovadoras que utilizan sistemas robóticos y de inteligencia artificial (IA), para, por ejemplo, clasificar los desechos de forma automática, un proceso que era manual. La biotecnología también puede jugar un papel crucial. En ese sentido, se está estudiando el uso de microorganismos para recuperar el oro y la plata presentes en los dispositivos electrónicos.
Sin embargo, la primera opción pasa por el primer paso de la economía circular: la reutilización. En este nicho han nacido numerosas startups que se dedican al reacondicionamiento de dispositivos electrónicos. MercadoIT, por ejemplo, compra equipos de telecomunicaciones e informática profesionales, los repara y los vende o alquila a otras empresas. BBVA, por su parte, entró en el mercado de reutilización de tecnología con el apoyo a Wiserentr, una solución pionera de ‘renting’ de dispositivos electrónicos para particulares.
IA que controle el consumo de la IA
La IA requiere grandes cantidades de energía, desde su desarrollo y entrenamiento hasta su uso final. Aunque aún no se sabe con exactitud el tamaño de su huella de carbono, ya existen iniciativas para calcularla.
Una de ellas consiste en utilizar la propia IA para que calcule su propio impacto sobre el medioambiente. La empresa Hugging Face estimó las emisiones de su gran modelo de lenguaje BLOOM utilizando una herramienta de 'software'. Con ella, monitorizó las emisiones de BLOOM en tiempo real durante 18 días para hacer una estimación global. ¿El resultado? 50 toneladas de CO2, el equivalente a 60 vuelos entre Londres y Nueva York.
Aunque el estudio es reciente y no está revisado por pares, los investigadores esperan que esta información sea el punto de partida para que "las empresas y los investigadores puedan considerar cómo desarrollar grandes modelos de lenguaje de una manera que limite su huella de carbono". El desarrollo tecnológico puede ser responsable de un aumento de las emisiones, pero también puede ser parte en la solución al problema.