¿Es 'blockchain' la oportunidad que los músicos llevan años esperando?
En el cambio de siglo, la piratería por internet destruyó gran parte de la industria de la música. Ahora, otra tecnología revolucionaria, ‘blockchain’, promete un negocio más transparente.
‘Blockchain’ puede marcar un antes y un después en el negocio musical, un sector que a duras penas va recuperando el terreno perdido tras la embestida de la piratería, que ha reducido a prácticamente la mitad el tamaño de la industria en las últimas décadas.
Las características de la cadena de bloques, como la transparencia y su capacidad de eliminar intermediarios, pueden ser especialmente útiles en el negocio de la música, un ecosistema global donde conviven agentes y organizaciones de todo tipo: compositores, letristas, ejecutantes, sociedades de derechos de propiedad intelectual, discográficas, productores independientes, una nueva fuerza dominante como Spotify y gigantes tecnológicos del tamaño de Apple, con Apple Music, y Google, propietaria de YouTube.
Los derechos de propiedad intelectual en la música
‘Blockchain’ puede tener varios usos en el mundo de la música y algunos de ellos ya están siendo puestos a prueba en otras industrias de contenido, como el periodismo. Por ejemplo, la cadena de bloques abre la puerta a posibles micropagos, tanto por el producto en sí como en forma de propina. Pero es en la gestión de esos derechos de propiedad intelectual donde ‘blockchain’ puede marcar la diferencia.
Cada vez que en cualquier lugar del mundo desarrollado suena una canción en la radio, se utiliza un servicio de ‘streaming’ como Spotify o Apple Music, se compra un CD (en España, el 26% del negocio) o se ve un vídeo en YouTube (siempre que no sea pirateado), el artista y su discográfica tienen derecho a recibir una cantidad. Lo habitual es que se quede el 100% la discográfica o ceda una muy pequeña parte solo a los artistas de mayor éxito. La gestión de esos derechos se hace, casi en su totalidad, a través de entidades como la española SGAE (Sociedad General de Autores y Editores), encargada de representar a los autores de las canciones.
Es un sistema complejo y, sobre todo, opaco. Nadie tiene muy claro quién paga por la música y cómo se reparte ese dinero, como explica en este artículo de The New York Times, David Byrne, líder del grupo Talking Heads. Lo que sí tienen claro los músicos es que el sistema no les convence, y algunas grandes estrellas internacionales, como Taylor Swift, han sido muy combativas al respecto.
¿Qué puede hacer 'blockchain'?
Ahí es donde entra 'blockchain'. Si las creaciones musicales se asientan sobre una plataforma de 'blockchain', con todos los datos sobre los propietarios de los derechos que llevan asociadas, queda a la vista de todos quién consume qué y, más importante, quién debe pagar derechos por el uso, a quién, y si efectivamente lo hace. Todo, con la inmutabilidad de los datos que garantiza la cadena de bloques.
No se trata solo de que el reparto de los derechos sea más justo y transparente; 'blockchain' también puede resolver el problema de la atribución de determinadas composiciones, que en ocasiones está en disputa o, simplemente, se queda sin repartir. Según la National Music Publishers Association (NMPA) de Estados Unidos, aproximadamente una de cada cuatro canciones disponibles en los servicios de ‘streaming’ tiene problemas de atribución de derechos.
Precisamente para afinar mejor quién debe cobrar derechos por las canciones que suenan en su red (y es de suponer que en previsión de lo que pueda venir) el año pasado Spotify adquirió Mediachain Labs, una compañía estadounidense de 'blockchain'.
Podcast: 'Blockchain' y 'soft skills'
Con sus 130 millones de usuarios en todo el mundo y grandes discográficas en su accionariado, Spotify es parte del ‘establishment’ de la industria. Pero otras 'startups' miran las posibilidades de 'blockchain' con un espíritu más rompedor, como por ejemplo, la española Unison y la estadounidense Peertracks. Son proyectos que coinciden en una promesa muy tentadora para los artistas: con ‘blockchain’, se ven capaces de abrir la ‘caja negra’ que hasta ahora les ha impedido controlar al 100% qué pasa con el rendimiento económico de su trabajo.