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La batalla por liderar la inteligencia artificial

Las grandes compañías tecnológicas del mundo luchan por el dominio de la inteligencia artificial, tal vez la tecnología clave de la economía digital. ¿Quién lidera esa carrera y qué consecuencias puede tener?

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El enorme potencial empresarial de la inteligencia artificial conlleva, desde hace años, un sostenido pulso entre las grandes corporaciones tecnológicas, que compiten sin tregua por el dominio de esta tecnología. Su objetivo es doble: mejorar sus actuales procesos de negocio y desarrollar nuevas fuentes de ingresos que hoy solo están en pañales.

La inteligencia artificial es, según la Real Academia Española de la Lengua, “la disciplina científica que se ocupa de crear programas informáticos que ejecutan operaciones comparables a las que realiza la mente humana”. Un campo especializado dentro de la inteligencia artificial es el ‘machine learning’ o aprendizaje automático: un sistema por el cual las máquinas desarrollan nuevas habilidades de IA mediante el reconocimiento de patrones a través de los datos y sin necesidad de una programación específica. Tanto la inteligencia artificial como el ‘machine learning’ requieren de tres herramientas imprescindibles: datos, potencia computacional y algoritmos.

Esos tres ingredientes de la receta de la inteligencia artificial –un término que fue acuñado en 1955 en Estados Unidos– dan una buena pista de quiénes son los protagonistas de la batalla por el dominio de esta disciplina tecnológica. Si se trata de combinar informáticamente enormes cantidades de datos con los algoritmos más sofisticados para que las máquinas puedan ‘pensar’ y ‘aprender a pensar’, muy pocos pueden competir con empresas como Alphabet (la matriz de Google), Amazon, Microsoft, IBM

Alphabet es una de las empresas que más y mejor está apostando por la inteligencia artificial. Sus esfuerzos ya están en parte al servicio de sus usuarios, desde, por ejemplo, las respuestas automáticas a correos sencillos que ofrece Gmail, hasta los vídeos y composiciones que ofrece de forma autónoma Google Photos con imágenes de un viaje. Pero su apuesta es mucho más ambiciosa, y en ella juegan un papel fundamental dos ramas de su actividad, TensorFlow y DeepMind.

DeepMind era una ‘startup’ especializada en inteligencia artificial que Google compró en 2014 por, según estimaciones, 500 millones de dólares, a pesar de que no tenía ningún producto significativo ni grandes ingresos. Su principal fortaleza era su equipo profesional, liderado por su CEO Demis Hassabis, una de las mentes más brillantes del panorama de la IA; y compuesto por investigadores y expertos en inteligencia artificial y ‘machine learning’.

La adquisición de DeepMind por Alphabet se anticipó a una tendencia. Como muestra el siguiente gráfico, a partir de 2016 otras grandes corporaciones, desde Ford hasta Apple, se lanzaron a adquirir empresas especializadas en inteligencia artificial, entre otras razones por sus dificultades para captar y retener a los expertos en la materia. Y Google no se ha cansado de ir de compras: en 2016 adquirió Moodstock, especializada en la aplicación de la IA a las búsquedas visuales, la plataforma de bots Api.ai, y en 2017 la 'startup' india Halli Labs. Conjuntamente, el año pasado se invirtieron más de 21.300 millones de dólares en la adquisición de ‘startups’ especializadas en inteligencia artificial, 26 veces más que en 2016, según datos de la consultora CB Insights.

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Respecto a TensorFlow, es la librería de ‘software’ de código abierto sobre inteligencia artificial que Google pone a disposición de desarrolladores, como hacen, por ejemplo, Amazon con Sagemaker (una nueva plataforma que permite desarrollar y entrenar redes neuronales) y Facebook con Pytorch y Caffe2: la primera con un enfoque más científico y la segunda más orientada a producto. ¿Pero qué busca Alphabet al hacer abierta una tecnología clave para su futuro? Reforzar Google Cloud. Lo más sencillo y previsible es que todos los desarrollos abiertos con TensorFlow se suban a la nube de Google, una unidad de negocio estratégica para la firma ante la pujanza de Microsoft –con Azure– y Amazon Web Services.

La estrategia 'cloud'

Como Google, Microsoft y Amazon también esperan rentabilizar más y mejor sus servicios ‘cloud’ gracias a la inteligencia artificial. La estrategia consiste en ofrecer a otras compañías –que no pueden desarrollar soluciones de IA a ese nivel– servicios de inteligencia artificial alojados en la nube a los que accederían a través de APIs, como una reciente aplicación de Microsoft para el reconocimiento facial de los conductores de Uber.

En toda esta competición empresarial, IBM ejerce de ‘outsider’. Watson, su plataforma de inteligencia artificial, desarrollada a principios de esta década, lleva años protagonizando titulares y a pesar de que se ha dicho que “lo más inteligente de Watson es su equipo de relaciones públicas”, lo cierto es que han desarrollado aplicaciones de la inteligencia artificial muy interesantes, en ámbitos tan dispares como la industria de la moda y la lucha contra el cáncer. Son parte del resultado de una enorme apuesta financiera: IBM ha invertido 15.000 millones de dólares en Watson y otros 5.000 millones de dólares en adquirir compañías especializadas en inteligencia artificial solo en el periodo entre 2010 y 2015.

Las cifras son enormes, y los grandes gigantes tecnológicos apenas dejan espacio para nadie más. ¿Obtendrán lo que esperan de tantos esfuerzos? Gran parte de las innovaciones tecnológicas más impactantes pero todavía incipientes –los asistentes virtuales, los altavoces inteligentes, el coche autónomo, la realidad virtual...– dependen del desarrollo de la inteligencia artificial. Tener los cerebros digitales más potentes puede equivaler a ser la empresa que domine el futuro.