¿Qué acelera y qué frena a los hogares conectados?
Los altavoces inteligentes se han convertido en la avanzadilla del hogar conectado. Su desarrollo parece imparable, pero antes tiene que resolver dudas sobre ciberseguridad y la privacidad de los datos
El hogar conectado es una de las manifestaciones más llamativas del internet de las cosas, es decir, de la posibilidad de conectar entre sí a todo tipo de aparatos para que interactúen sin acción directa del ser humano, pero sí bajo sus instrucciones.
La conectividad de todos los ‘gadgets’ del hogar —un altavoz inteligente al que pedir una canción determinada, una cerradura electrónica, un termostato que reacciona autónomamente frente a los cambios del entorno…— puede parecer todavía un tanto utópica, pero ya mueve un negocio muy considerable.
Según un informe de la consultora Strategy Analytics, el mercado global del hogar conectado alcanzó en 2017 los 84.000 millones de dólares, con un crecimiento anual del 16%. El mercado fundamental, con el 41% de la facturación, fue Norteamérica, seguido del área del Asia-Pacífico (27%) y Europa Occidental (17%). En el periodo que pronostica el estudio, de 2018 a 2023, se estima un crecimiento medio anual del mercado del 10%, hasta alcanzar los 155.000 millones de dólares.
¿Cómo se reparte ese impacto entre los distintos aparatos que configuran el hogar conectado? Dos categorías de producto están impulsando el mercado, según los datos de la consultora IDC: los aparatos de entretenimiento audiovisual y los altavoces.
En el primer caso, algunos ‘gadgets’ empiezan a mostrar el potencial de conectar el simple entretenimiento con la gestión inteligente del hogar, como el Fire TV Cube de Amazon, o las televisiones de LG equipadas con el asistente de Google. Y el otro nicho que ya ha realmente despegado es el de los altavoces inteligentes, impulsado en gran parte por la competencia creciente entre tres gigantes: Amazon, Google y Apple.
Es un mercado que domina la empresa fundada por Jeff Bezos, que empezó a comercializar altavoces inteligentes en 2014, adquiriendo así una ventaja muy significativa. Se estima que su cuota de mercado global es del 43%, frente al 26% de Google y el 6% de Apple, que empezó a vender su HomePod en febrero de 2018.
Precisamente el éxito de Amazon Echo, el altavoz inteligente de Amazon con el asistente personal Alexa, ha puesto sobre la mesa uno de los principales puntos oscuros del hogar inteligente: ¿supone otra merma a la privacidad del ciudadano?
El caso de una mujer de Oregón que descubrió que, por error, Alexa había enviado por email conversaciones que había grabado en su casa a un empleado de su marido es solo el ejemplo más llamativo de este problema. El debate, como refleja este artículo de ‘The New York Times’, está en si los aparatos graban conversaciones privadas, que tienen lugar en el hogar, para convertirlas en datos de gran utilidad para anunciantes, sin que los propios propietarios de los altavoces sean conscientes.
Las compañías lo niegan, pero el caso de Facebook y Cambridge Analytica ha minado parte de la credibilidad de las grandes tecnológicas. Y la privacidad es ya, junto al precio, uno de los principales reparos de los consumidores respecto a los aparatos del hogar conectado, según este reciente estudio de PwC en el Reino Unido.
La ciberseguridad de los hogares conectados es otro de los asuntos aún por resolver. El caso del hotel austriaco en los Alpes, que sufrió un ciberataque consistente en encerrar a los huéspedes en sus habitaciones, aprovechando las cerraduras inteligentes, es solo un esbozo de lo que podría venir si no se toman medidas adecuadas.