Industria 4.0: Así se adaptan las empresas agroalimentarias españolas a la digitalización
Drones, tractores con GPS y transmisión de datos, vehículos sin conductor moviéndose por las fábricas… Cada vez más productos llegan al supermercado desde empresas agroalimentarias con tecnología punta.
El 16 de noviembre de 2014 no fue un domingo cualquiera para los 1.000 empleados de la fábrica de Campofrío en Burgos. Ese día se despertaron con la noticia de que su centro de trabajo ardía en llamas.
El incendio fue de tales dimensiones que se llegaron a plantear desalojos en el núcleo urbano de la ciudad castellana, situado a más de 10 kilómetros. “Fui ahí cuatro días después y aún olía a humo”, rememoraba en Cibitec 2017 (Congreso organizado por la Asociación y el Colegio de Ingenieros Industriales de Madrid) Javier Álvarez, CIO de la empresa cárnica.
Hoy, menos de tres años después, Campofrío puede presumir en foros públicos de su nueva fábrica de Burgos, La Nueva Bureba, a la que considera un modelo de lo que debe de ser la Industria 4.0.
Tras una inversión en su reconstrucción -o Proyecto Fénix, como fue denominado internamente en la compañía- de 225 millones de euros, La Nueva Bureba es un ejemplo de integración de datos, conectividad y digitalización con, por ejemplo, 230 puntos de acceso WiFi y 38 vehículos no tripulados geolocalizados circulando por sus casi 100.000 metros cuadrados.
Pero más allá de los datos, La Bureba ocupó gran parte de la ponencia sobre Industria 4.0 en el sector alimentario de Cibitec por su carácter extraordinario: paradójicamente la tragedia de 2014 permitió a Campofrío el lujo de empezar con el papel en blanco. “La situación nos llevó a plantearnos desde cero cómo queremos que sean nuestras fábricas del futuro. En otras circunstancias (sin incendio y con la fábrica en funcionamiento), llevar a cabo un proyecto de este tipo en menos de cinco años es imposible”.
En la Nueva Bureba tardaron dos años “porque teníamos una enorme motivación: nos habíamos comprometido en ese periodo de tiempo con los trabajadores de la fábrica, afectados por un ERTE. [Expediente de Regulación Temporal de Empleo]”. Para lograrlo, pasaron por todo tipo de situaciones, pero Álvarez recuerda especialmente “la dificultad de encontrar socios capaces de integrar todos los procesos, de ofrecer una fábrica llave en mano. Hay mucho ruido en torno a la Industria 4.0, pero realmente pocos operadores entienden el proceso”. Cisco fue el socio tecnológico en la fabricación de La Nueva Bureba, un proceso en el que el directivo de Campofrío recuerda todo tipo de anécdotas: “Tenemos la viga industrial más grande de España: la trajimos desde Navarra y tuvimos que cortar todo el tráfico hasta Burgos”.
Un momento de la ponencia de Javier Álvarez (Campofrío) en Cibitec 2017.
Al otro lado del estrado, Enrique Mandado, responsable de procesos industriales para Europa del Grupo Calvo, asentía. Su empresa se encuentra en un proceso similar al que ya ha atravesado Campofrío en La Nueva Bureba, tratando de adaptar sus procesos industriales a la digitalización, con una velocidad y urgencia evidentemente distinta. En su opinión no se trata solo de tecnología y logística; también entra en juego la cultura corporativa. “Hay que adaptar la estructura organizativa al cambio, teniendo muy presente que la tecnología es un medio, nunca un fin”.
Por eso Julio Pinto, director de Operaciones de Bodegas Matarromera, recurrió a una norma que repetía en su etapa de consultor de Accenture especializado en logística: “Primero ordena, luego automatiza. No trates de automatizar pensando que así vas a ordenar el caos. Es un error habitual”, aseguró.
En Bodegas Matarromera, que en los últimos años ha llegado a invertir hasta el 20% de su presupuesto en I+D+i y cuyo presidente ha recibido este año el Premio Nacional de Innovación, tratan de innovar en productos -vino sin alcohol, cosmética con las propiedades de la uva- y procesos: los drones que vigilan las cepas y los algoritmos predictivos en función de los datos históricos de la bodega ya son parte del día a día de la empresa, situada a orillas del Duero.
¿Llegarán los robots a controlar una producción tan artesanal y tradicional como la vitivinícola? “La digitalización está creando otro tipo de empleos: nosotros por ejemplo estamos formando a un piloto de drones”, relata Pinto. “Y en nuestro sector no trabajamos con recetas cerradas: ya pueden decir los datos lo que quieran, que si el catador decide que el vino tiene que estar más tiempo en barrica, ahí se queda”, cuenta con media sonrisa.