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Estilo de vida Act. 22 mar 2017

El 'Cholo' Sotil, Cruyff y el Barça

En los años setenta, el «Cholo» Sotil jugó al lado de Cruyff en el Barcelona. Una temporada le bastó para volverse estrella. ¿Por qué se fue tan pronto? ¿Por qué no se le olvida?

Fotografía de Hugo Sotil

«Señor, lo buscan cuatro gringos», le murmuró la empleada esa noche de 1973 en que el técnico holandés Rinus Michels llegó hasta su casa preguntando por él. «Qué raro», pensó Hugo Sotil, «aquí solo vienen indios y cholos, gringos no», y enseguida caminó en dirección a la puerta. En la calle lo esperaban el entrenador del Barcelona, el presidente del club y otros dos dirigentes.

"Ellos pensaban que todos los peruanos eran blanditos y no esperaban encontrarse con un Cholo fuerte como yo

Después de saludarlo, los hombres le confesaron que esa tarde habían estado en el estadio de Matute viendo el partido entre Alianza Lima y Deportivo Municipal siguiendo a Cubillas («vinimos pensando contratar al Nene»), pero a continuación reconocieron que se quedaron maravillados con las gambetas, la potencia, el desparpajo y ese freno intempestivo que sería la marca registrada de Sotil. Luego de ese largo preámbulo, le preguntaron si quería irse a la liga española. El Cholo les dijo que sí sin pensarlo, sin saber siquiera en qué equipo jugaría exactamente. Firmaron unos papeles, le pagaron al Municipal por la transferencia del atacante y dos días después el peruano abordó el avión rumbo a su destino.

Fotografía de hugo el cholo sotil en el barcelona futbol liga deportista espana BBVA

Cuando arribó a Cataluña se sorprendió con la presencia de cerca de doscientos periodistas en el aeropuerto. No entendía por qué lo aguardaban con tanto interés, ni por qué pedían una declaración suya. Horas más tarde, ya en el Camp Nou, a la hora de los exámenes médicos de rutina, le causó gracia que los doctores le comentaran con asombro que tenía «el físico de Kubala». «Ellos pensaban que todos los peruanos eran blanditos y no esperaban encontrarse con un Cholo fuerte como yo», le confesaría años más tarde a un periodista español.

"Cholo Sotil quedó deslumbrado con la técnica de Cruyff, ese hombre-orquesta que sería su mejor socio

Al inicio, le costó adaptarse al ambiente europeo e interpretar las exigencias tácticas de Michels («cuando atacamos tú eres el 10, pero cuando defendemos eres el 11»), pero todo cambió cuando llegó al Barza el holandés Johan Cruyff.

Sotil lo había conocido en un amistoso Perú-Holanda, jugado un año antes, pero entonces no le pareció el crack del que todos hablaban. Recién en España quedó deslumbrado con la técnica de ese hombre-orquesta que sería su mejor socio. «El Flaco era un todoterreno: estaba abajo y, al momento, ya estaba en la otra área, era muy rápido. El periodismo decía que era el número uno, pero se comportaba como un obrero más. No marcaba mucho, pero dirigía, era el entrenador dentro del campo» (El País, 2015).

Aunque el clima general del país no era del todo respirable —aún se vivía bajo los rigores del franquismo—, el peruano y el holandés siempre se las ingeniaron para dejar la concentración y salir a la calle, sobre todo los domingos después de los partidos, ya sea para comprarse camisas floreadas y pantalones acampanados, o para internarse en discotecas; a veces en motocicleta, otras en el Fiat-Ferrari amarillo que Sotil adquirió con su segunda mensualidad y que le traería tantos inconvenientes más adelante.La amistad entre ambos germinó de manera espontánea, entre otras cosas porque, pese a provenir de ciudades y culturas muy diferentes, eran los únicos dos extranjeros del equipo. Eso, y su curiosidad por el contexto político-social español, los hermanó.

Fotografía de Hugo Sotil y Johan Cruyff F.C Barcelona fútbol deportistas BBVA

«Disfrutamos mucho esa temporada, la vivimos como una aventura debido a la incertidumbre provocada por el gobierno militar», ha contado el propio Cruyff. «Con Hugo nos llevábamos muy bien, nos respetábamos mucho el uno al otro; por eso le puso mi nombre a su hijo» (El Comercio, 2013).

El punto de máximo esplendor de la dupla creativa fue el 5-0 que le aplicaron al Real Madrid en el Bernabéu

Al lado de Cruyff, pero también de Rexach, Arseni, Marcial y Juan Carlos, Sotil completó una extraordinaria campaña en la temporada 73/74. No solo alcanzó el campeonato para los «culé» después de una sequía de catorce años, sino que fue el tercer goleador del equipo con quince anotaciones. El punto de máximo esplendor de esa campaña —y de la dupla creativa que formó con Cruyff— fue, sin duda, el 5-0 que le aplicaron al Real Madrid el 17 de febrero de 1974 en el mismísimo Santiago Bernabéu.

Fotografía de hugo el cholo sotil en el barcelona 1973 cruyff fútbol BBVA

Esa noche, Sotil desbordó por el centro y la franja izquierda con una confianza de veterano y obsequió a las tribunas un abanico de quiebres, piruetas y pases-gol. Al final, un cabezazo suyo decretó el quinto tanto en ese derbi histórico que hasta hoy se rememora.

«Nunca pensé que ese partido iba a tener tanta trascendencia. Cuando regresamos a Barcelona, la gente lloraba en el aeropuerto. Lo único malo fue que Cruyff no me dejó celebrar el gol. Me agarró del cuello y me gritó: estamos en Madrid, ¿quieres que nos maten a todos?» (El País, 2015).

¡Mamita, campeonamos!

Los catalanes recuerdan con orgullo que aquel campeonato se obtuvo cinco fechas antes de que la Liga concluyera, con un triunfo de visita (4-2) ante el Sporting de Gijón. Ese día, con el trofeo en la mano, Sotil, eufórico, soltó una expresión peruana que los hinchas memoriosos aún repiten emocionados: «¡Mamita, campeonamos!»

Fotografía de Johan Cruyff, Hugo Sotil y Johan Neeskens en el F.C. Barcelona fútbol BBVA

Es difícil precisar qué ocurrió con Sotil luego de ese primer año soñado. ¿Por qué perdió continuidad si era un indiscutible? La versión oficial —corroborada por el propio Cruyff— señala que lo desfavoreció el límite de cupos extranjeros. Al contratar al holandés Johan Neeskens para la siguiente temporada, los dirigentes convencieron a Hugo de que se nacionalizara español para que pudiera seguir jugando.

Él aceptó, pero el trámite resultó insufriblemente largo y al final estuvo doce meses sin alternar en el primer equipo por pellejerías burocráticas. Lo enviaban a exhibiciones en Bélgica y Holanda para que no perdiese ritmo, pero no era lo mismo. Al final, Neeskens —que además era cuñado de Cruyff— se quedó con su puesto.

La indisciplina derrotó a Sotil

La otra explicación, quizá más verosímil, indica que la indisciplina derrotó a Sotil. Dicen que se desbandó, que se mareó con su condición de ídolo, que despilfarró su dinero en mujeres, alcohol y lujos como el Ferrari amarillo que ya es parte de su leyenda y anecdotario.

El Cholo cuenta que un fanático suyo —tan millonario que le regalaba una costosa botella de champán cada vez que lo veía los fines de semana— viajó hasta Italia para comprarse un carro idéntico, y asegura que era ese otro auto, no el suyo, el que los dirigentes del Barza veían todas las noches estacionado fuera de las discotecas. «No soy un santo, pero díganme: ¿cómo voy a salir un sábado y rendir los 90 minutos el domingo?», descargaba Sotil cuando los periodistas indagaban por sus supuestas escapadas.

Fotografía de HUGO SOTIL Y JOHAN CRUYFF EN EL BARCELONA DE ESPANA Fútbol BBVA

Los años, al ser testigos de sus excesos y deterioro, lamentablemente acabarían dándole crédito a esa segunda hipótesis. Pero independientemente de su suerte personal, de lo bien o mal que hizo las cosas, el peruano sigue siendo palabra sagrada en Cataluña. Hoy que son otras las figuras del Barcelona, hoy que se brinda por el doble campeonato en la Liga BBVA y la Copa del Rey, hoy que Cruyff es una presencia inmortal, quizá resulta útil recordar a los hombres que fundaron parte de esa estirpe que se prolonga hasta estos días.

El Cholo Sotil, el viejo delantero venenoso, es uno de esos hombres. Salud por eso. No se diga más.