Higiene digital: la basura digital va en el contenedor transparente
La vida digital es vida, y en términos exponenciales, podemos decir que ha superado la vida física. Modelamos y definimos nuestra vida física a través de conexiones cada vez más potentes, herramientas y 'gadgets' que nos rodean y que recogemos bajo el acrónimo IoT (Internet de las cosas).
Hemos creado mundos que imitan y reproducen con precisión humana casi cualquier aspecto de nuestra vida: el lenguaje, la producción artística y musical… Nuestro 'yo' digital se desarrolla en un ecosistema de posibilidades, y ese ecosistema a veces lo tenemos manga por hombro. ¿Y si a nuestro ‘yo’ digital le piden que mostremos nuestros armarios y cajones digitales? Si los archivos, fotos o documentos que vamos acumulando en nuestros dispositivos, cuando perfectamente los podríamos haber tirado, empezaran con el tiempo a desprender olor, ¿cómo olerían nuestros dispositivos?
Hay una cuestión en la que no se ha tomado conciencia a nivel social de la estrecha línea que existe entre lo digital y lo físico, y esa cuestión es la higiene digital y sus múltiples derivadas en dos elementos muy concretos: la seguridad y el medioambiente.
¿Por qué cuesta mantener una pulcritud digital?
La naturaleza del mundo digital hace que nos resulte un poco difícil mantener ese orden por diferentes motivos. Las cosas no ocupan lugar y nuestros dispositivos tienen unas capacidades de almacenamiento cada vez mayores, por lo que no necesitamos el hábito de hacer limpieza periódicamente. Además, no hacemos criba de lo que es importante y lo que no. Las experiencias carecen de fricción, y por lo tanto de esfuerzo y con esa facilidad de generar y almacenar información perdemos la capacidad cognitiva para poner el límite.
Y por último, toda esta acumulación que vamos realizando a diario tiene el poder de la invisibilidad. Simplemente no tenemos una visión física certera del desorden que vamos dejando detrás. Y sobre todo cómo eso afecta a la salud de nuestros dispositivos (como extensiones de nosotros mismos) y al medioambiente (de las toneladas de CO2 causadas por Internet, el 90% de todos los datos que se producen son desechos, no se utilizan).
La higiene es nuestra primera defensa digital en la prevención contra amenazas digitales actuales y futuras: correos electrónicos maliciosos, ingeniería social, ‘phishing’, acoso cibernético, piratería de cuentas y dispositivos, robo de datos privados o corporativos. Los dispositivos desordenados y los perfiles desactualizados son signos de una brecha de seguridad que está por ocurrir y que puede hacer las delicias de los ciberdelincuentes.
Si algo hemos aprendido a raíz de la crisis sanitaria del covid, es sobre la tremenda resiliencia a nivel social y la rápida incorporación a nivel global de nuevos hábitos y protocolos de higiene que ahora tenemos interiorizados como si hubieran existido desde siempre. La higiene digital es como la personal: una vez que adoptamos el hábito, se convierte en parte de nuestra naturaleza y no podemos prescindir de ello; como la persona que sabe que si no se lava los dientes antes de ir a dormir no va a pegar ojo.
Seguir una serie de hábitos súper sencillos de integrar en nuestra rutina de higiene digital, nos ayudará a mantener nuestra información y dispositivos sanos, libres de vulnerabilidades y más respetuosos con el medioambiente: