Los cuatro frentes que necesitan las políticas medioambientales
Rafael Doménech, de BBVA Research, analiza cómo la sociedad actual se ve en la necesidad de actuar contra el cambio climático tras una progresiva concienciación social.
Los estudios más recientes indican que la temperatura global ha aumentado aproximadamente unas ocho décimas con respecto al siglo anterior. A pesar de ello, durante la mayor parte del siglo XX, la sociedad ha vivido de espaldas al problema medioambiental y al cambio climático.
La buena noticia es que esto está cambiando muy rápidamente. En los últimos años se percibe una mayor concienciación social sobre los problemas que presenta el cambio climático, sobre todo de la mano de generaciones más jóvenes, que están precisamente impulsando este debate y esta mayor concienciación social sobre la magnitud del problema.
¿Cuáles son las previsiones de aquí en adelante?
Hasta ahora, lo que se ha observado es un aumento de algo menos de un grado, pero al ritmo actual de las emisiones todas las previsiones apuntan a que a finales de este siglo XXI el aumento global de las temperaturas sería de cuatro grados.
Esto tendría un coste muy importante. Recientes estudios revelan que la renta per cápita española, uno de los medidores del nivel de bienestar, podría disminuir de manera considerable, entre un 4,5% y 10%. Sin embargo, alcanzar los Acuerdos de París del año 2015 reduciría mucho este coste: entre aproximadamente un 0,5% y un 1,5%.
Cada vez hay más consenso sobre la necesidad de alcanzar estos objetivos y que para hacerlo se tiene que aumentar la imposición medioambiental. En concreto, de manera gradual, alcanzar para 2030 por lo menos los 75 dólares por tonelada en el impuesto sobre el CO2. Esto supondría algo positivo para la sociedad, pues significaría aproximadamente una recaudación adicional equivalente al 1,5% del PIB para los países del G20.
¿En qué frentes se ha de fundamentar el diseño de las políticas medioambientales?
Tenemos que trabajar básicamente en cuatro frentes. El primero es la necesidad de seguir trabajando en la concienciación social, que ha mejorado mucho, pero todavía se puede hacer más.
El segundo es diseñar mecanismos para que las empresas que más impacto medioambiental generan analicen esos costes y repartir los impuestos medioambientales de una manera justa y equitativa para que la sociedad no se ponga en contra de esta transición ecológica por el coste que esto pueda tener sobre sus bolsillos y sobre la actividad económica general.
Tercero, hay que invertir en innovación, infraestructuras y, en general, en la transición ecológica. Afortunadamente la propia tecnología es un aliado. La revolución digital pone al alcance de la sociedad nuevas tecnologías con las cuales podemos disminuir, de una manera bastante eficiente, nuestra huella medioambiental en la actividad económica que se genera.
El cuarto y último consiste en financiar todas estas actividades. En definitiva, existe la posibilidad de convertir un reto en oportunidad para innovar, crear empleo, y por lo tanto, para alcanzar una sociedad medioambientalmente más sostenible. Y, sobre todo, está la obligación de hacerlo por las generaciones más jóvenes.