Hacia una nueva educación financiera
En un artículo publicado hace unos meses en 'The New Yorker' el escritor británico John Lanchester explicaba que para escribir una novela sobre Londres, había necesitado entender el "mundo del dinero". Aunque a Lanchester no le falta cultura —creció entre Calcuta, Brunéi, Hong Kong y se educó en Oxford— leer sobre economía le supuso un esfuerzo.
Muchos profesionales necesitamos ponernos al día en cuanto al universo financiero. Más aún si los cambios actuales nos permiten un uso más flexible y diverso del dinero. Es una reinvención obligada y tan constante que quizás nos hace perder perspectiva. Nuestro aprendizaje sobre el entorno económico no es necesariamente el de las nuevas generaciones. Y esto interfiere en nuestra percepción de lo que necesitan los niños y jóvenes. Se necesita una educación financiera en la escuela pero quizás diferente a la que necesitaron las generaciones anteriores.
La revista digital 'Rave' muestra en una infografía algunas de las características de las aproximaciones de los miembros de la Generación Z a la economía. La mayoría de ellos consideran que el colegio debe prepararles para ser buenos en sus profesiones. Y prefieren no endeudarse demasiado con su futura educación universitaria. Son pragmáticos y prefieren trabajos flexibles o liberales que les permitan disfrutar de sus vidas. Algunos de ellos, como Greta Thunberg, son capaces de faltar a clases para reclamar a los líderes mundiales acciones reales contra el cambio climático.
Otras infografías, esta vez de 'Vision Critical' muestran nuevas características de los jóvenes nacidos a finales del siglo pasado: tienen hábitos de consumo mediático diferentes a los 'millennials', valoran más los buenos productos a las experiencias, están interesados en la psicología y en las relaciones humanas, son emprendedores y conscientes de sus derechos como usuarios y clientes.
Para las nuevas generaciones la visión de la economía es diferente. El mundo económico está íntimamente ligado a la vida privada. No les basta con las explicaciones tradicionales acerca de la revolución industrial y los ensayos utópicos del siglo XX. Son muy pragmáticos y dudan que las teorías tradicionales les aclaren los nuevos ritmos de la economía. Tampoco se conforman con una didáctica que solo les ayude a declarar sus rentas, conocer la diversidad de los tipos de hipotecas o a usar una tarjeta de crédito. Muchos de ellos intuyen que varias de estas herramientas quizás sean obsoletas en unos años.
Los medios digitales influencian más en los sueños profesionales infantiles que la familia
A los jóvenes les interesa también saber cómo la economía se relaciona con el medio ambiente. Quieren simplificar los procesos y no le temen al papel de los robots en la sociedad futura. Muchos de ellos son autodidactas en diversos ámbitos y asisten a la creación de nuevas profesiones. El Imagination Report de la revista 'Fatherly' muestra las aspiraciones profesionales de muchos niños norteamericanos. Una de las curiosidades es que los medios digitales influencian más en los sueños profesionales infantiles que la familia.
Alex Williams y Nick Srnicek propusieron en 2016 un nuevo escenario económico en su 'Inventing the Future. Postcapitalism and a World Without Work'. Los autores cuestionan la idea del trabajo industrial aplicada al momento actual, los modelos políticos tradicionales y unos marcos conceptuales desfasados con la sincronía financiera global. Proponían un salario único postcapitalista que se apoyara en los robots y el aprendizaje tecnológico. Estemos de acuerdo o no con ellos, lo cierto es que el futuro puede ser muy diferente de como lo imaginamos.
Si la comprensión económica era la fórmula del desarrollo y una asignatura pendiente en la pedagogía del siglo pasado, hoy este entendimiento ha de ser integral. Como dice el analista británico Chris Skinner «a cada revolución humana le ha seguido otra de los intercambios monetarios y de valor. Por eso hay que reflexionar sobre el pasado, para entender el presente y predecir el futuro.». Los foros de debate son importantes para ello.
Skinner ha reflexionado sobre el futuro de las finanzas y el papel del dinero en el mundo antiguo. Hace suya la frase de William Somerset Maugham: "El dinero es como un sexto sentido sin el que no se pueden utilizar plenamente los otros cinco". El autor señala que entender su papel en los procesos históricos y sociales es importante para poder enfrentar fenómenos como el 'bitcoin' y el efecto red en las transacciones del futuro.
"El dinero es como un sexto sentido sin el que no se pueden utilizar plenamente los otros cinco"
Esto implica tener marcos conceptuales que expliquen relaciones curiosas. Como por ejemplo el estoicismo de muchos empresarios en Silicon Valley. Otra vez la ética ha de ir de la mano con la formación financiera.
En esa línea habría que retomar algunos conceptos básicos que permitan a los jóvenes salvar los obstáculos o los cambios a los que se enfrentarán. Dichas definiciones son fundamentales para una educación económica básica, pero también para una concepción integral de la historia. La definición del dinero, el trabajo, la felicidad, el bienestar, la salud y la ecología han de incluirse en una explicación del funcionamiento de la economía y el uso de las herramientas financieras actuales. Por ejemplo saber cuál es la huella de carbono que dejamos con nuestros traslados, es una base para aproximarnos a las estrategias de desplazamientos que utilicen las empresas del futuro.
Es muy útil también conocer la paradójica relación entre felicidad y dinero. Hace poco el 'youtuber' Casey Neistat comentaba dos tipos de problemas, unos financieros y otros vitales, cuyos hilos no necesariamente se cruzan. En él hacía mención a un artículo muy interesante de 'The New York Times' titulado 'Sano, exitoso y miserable'.
Un plan de educación financiera ha de contar con todos los elementos que entran en juego en la formación del futuro. Ecosistemas saludables, trabajo digital, alimentación responsable, igualdad de género, inclusión y convivencia con robots. Así podremos sorprender al futuro y no al revés.