Gestión activa vs gestión pasiva: la gran elección en inversión
A la hora de contratar un fondo de inversión, nos encontramos ante la situación de decidir si queremos gestionar activa o pasivamente nuestras inversiones. A muchos ahorradores, esta terminología les puede resultar desconocida, ¿están siendo activos al coger un fondo de inversión?, pero se refiere simplemente a la forma de elegir los valores que componen el fondo.
Ambas filosofías de inversión tienen ventajas y desventajas, y quizás ni la una ni la otra son perfectas. Pero lo ideal es conocer las peculiaridades de una y otra para no dudar cuando nos pregunten si preferimos una gestión activa o pasiva.
Fondo de gestión activa
La gestión activa implica que uno o más gestores (normalmente varios) se encarguen de la gestión del fondo. Es decir, eligen en qué activos financieros van a invertir y cuándo los van a vender. Puede que intenten adelantarse a las tendencias del mercado, o puede que su estrategia sea elegir las acciones que van a tener mejor rendimiento.
La principal ventaja de los fondos de gestión activa es que existe un equipo de profesionales encargados de vigilarlos y cuidar de los mismos. Si un sistema no funciona bien, lo que procederán es a cambiar la estrategia. También permiten que podamos invertir en ciertos sectores (energías renovables, deuda pública, cédulas hipotecarias, etc). Normalmente, cuando invertimos en un fondo de gestión activa, es porque entendemos que sus gestores pueden ser capaces de obtener rendimientos mayores que el mercado.
La desventaja de los fondos de gestión activa está principalmente en las comisiones que tienen los mismos, que son más altas que las de los fondos de gestión pasiva, así como en la posibilidad de que el gestor (o gestores) pueda cometer errores a la hora de comprar uno u otro activo.
Fondo de gestión pasiva
Los fondos de gestión pasiva no tienen a gestores como los fondos de gestión activa, sino que se limitan a replicar la composición de un índice bursátil. Por ejemplo, el S&P 500 o el IBEX 35. Estos índices se elaboran a través de ciertos criterios (capitalización, facturación, etcétera), en vez de hacerlos a través de otro tipo de gestión. El objetivo de un fondo de gestión pasiva es reducir los costes del mismo. Así, al mantener las acciones según el índice, se reducen los gastos de transacción. También disminuyen los costes de gestión, porque no es necesario dedicar tiempo de analistas a decidir si se compra una u otra acción.
La mayor desventaja de los fondos de gestión pasiva es que muy probablemente estamos comprando acciones de empresas que nos pueden parecer horribles (por su gestión o su negocio), incluso aunque estén bajando de precio y perdiendo dinero. Si se mantienen en el índice, seguimos siendo propietarios indirectos de ellas.
En general, la idea económica que subyace detrás de los fondos de gestión activa o pasiva, es la hipótesis de los mercados de capital eficientes, mediante la cual se afirma que los precios contienen la información correcta sobre la acción. Si fuera cierta, la gestión pasiva tendría más sentido que la activa, aunque incluso, si lo fuera a largo plazo y admitiera que a corto existen diferencias, daría espacio a que una buena gestión activa podría ganar dinero utilizando las ineficiencias del mercado, algo a tener en cuenta a la hora de contratar un fondo de inversión.