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Análisis económico 19 jul 2022

Gas natural en Europa: reduciendo la dependencia de Rusia

Desde que empezara a finales de febrero la invasión rusa de Ucrania se está examinando a fondo la dependencia europea del gas natural importado de Rusia con dos objetivos principales. Por un lado, hasta qué punto, en cantidades y plazos, puede la Unión Europea (UE) recortar esta vinculación y, por otro, qué impacto tendría que Rusia dejara de exportar gas a la UE.

Gas natural en Europa: reduciendo la dependencia de Rusia
Ángel Meneses (BBVA Research)

Y es que, el conjunto de la Unión importó en 2021 desde Rusia un total de 155 billones americanos de metros cúbicos (bcm) de gas, representando el 38% del consumo de la UE ese mismo año, cifras que están reduciéndose a toda prisa.

En línea con el plan (REPowerEU) de la Comisión Europea de poner fin a la dependencia respecto a los combustibles fósiles rusos se están llevando a cabo varias actuaciones. En primer lugar, la sustitución de alrededor de 50 bcm anuales de gas ruso por mayores importaciones por gasoductos (principalmente desde Noruega) y por gas natural licuado (GNL) transportado por metaneros. En lo que llevamos de 2022, ya se ha avanzado bastante y con los datos provisionales de las importaciones del primer semestre se concluye que la substitución de 50 bcm de gas ruso es realista. Sin embargo, superar de forma significativa estos niveles a corto plazo no va a ser posible, debido tanto a la ausencia de gas disponible de ser importado como a la escasez de metaneros y de terminales de GNL en Europa, infraestructuras que tardarán años en construirse.

En segundo lugar, se está produciendo un ahorro de gas, y el consumo ha caído un 10% en el primer semestre de 2022 respecto a 2021. Si extrapolamos este dato al conjunto del año, estaríamos hablando que en el presente ejercicio se consumiría en torno a 40 bcm menos que en 2021, esto sin contar con todas las medidas que van a ser impulsadas para el segundo semestre, con el fin de reducir la demanda de gas.

Además, existen iniciativas muy positivas de impulso a las energías renovables que tendrán efectos a medio-largo plazo, y no tanto para el próximo invierno. Por citar algunas: acelerar el despliegue del hidrógeno, duplicar la capacidad solar fotovoltaica de aquí a 2025, y elevar la cuota de energías renovables al 45% para el año 2030.

Esta reducción de la dependencia del gas ruso, vía substitución de las importaciones y menor consumo de gas, sería suficiente para resistir el próximo invierno sin racionamientos, aunque con precios históricamente elevados, siempre y cuando Rusia mantuviera el ritmo de suministro de junio (alrededor de 55 bcm de forma anualizada, o cerca de un tercio de lo que exportó en 2021). Sin embargo, la UE se enfrenta a una nueva realidad cada vez más posible y es un corte total del suministro de gas ruso.

El pasado 11 de julio dieron comienzo las labores de mantenimiento, de carácter anual, del gasoducto Nord Stream 1, que se desarrollarán hasta el próximo 21 de julio y existe la alarma entre los países europeos por la posibilidad de que el suministro no se restablezca. De hecho, este temor está siendo recogido en las últimas semanas con fuertes subidas tanto en el precio spot del gas natural TTF (precio de referencia en Europa) como en los contratos de futuros para el próximo invierno.

Un corte indefinido del gas ruso supondría que aunque las reservas de gas natural de la UE, como muestra el gráfico, han subido a buen ritmo en los últimos dos meses, no serían suficientes para compensar el mayor consumo de gas que se producirá en los meses fríos. Distintos análisis sitúan, en este caso, la carencia de gas natural el próximo invierno en alrededor de 20 bcm de forma conjunta en la UE.

grafico-BBVA-Research-reserva-gas-UE

Más relevante, si cabe, es que el impacto sería muy desigual por países debido tanto a la distinta intensidad en el uso de gas natural como a la falta de infraestructuras de conexión que aseguren un auténtico mercado interior del gas en la UE. Así, algunos países necesitarán recortes de la demanda mucho más pronunciados. Los países más afectados son los países de Europa del Este, que tenían mayor dependencia del gas ruso a principio de año. Seguidos por los países de Centroeuropa, como el caso de Alemania, donde se estima que sería necesaria una caída de la demanda de gas en torno al 30% respecto a 2021. España, Portugal y Francia serían los menos impactados, y su ahorro de gas podría servir, en función de las posibilidades de conexión, a otros países.

El ejercicio de un enfoque coordinado por parte de la UE es la mejor opción para mitigar el 'shock' de oferta en los países más vulnerables al gas ruso. Ejemplo de una mayor cooperación, sería aprovechar mejor la capacidad española de regasificación de GNL. De esta forma se podría desviar, en mayor medida, el gas argelino de España a Italia y utilizar completamente la limitada conexión de España con Francia (sobre 8 bcm al año) para redirigir a Centroeuropa GNL importado por España de países como Estados Unidos.

Además, la Comisión Europa está trabajando en un plan que presentará al Consejo de Transporte, Telecomunicaciones y Energía el próximo 26 de julio con el título autoexplicativo: “Save gas for a safe Winter”. Queda ver el detalle, pero algunos de los puntos filtrados recogen incentivos para que las empresas recorten el uso del gas, campañas de información para animar a los consumidores a usar menos la calefacción y el aire acondicionado o establecer un mecanismo de solidaridad entre los países de la UE para garantizar siempre el suministro de gas a los consumidores más vulnerables. También, se pide a los países de la UE que estudien la posibilidad de cambiar el gas utilizado para la producción de electricidad por mayor uso de carbón y energía nuclear.

A corto plazo, si Rusia cierra el grifo, no existe otra opción que no pase por una caída del consumo de gas natural por parte de la UE, racionamiento incluido a algunos demandantes, un escenario que las autoridades no descartan dado que se están filtrando ya criterios de intensidad de uso de gas y vulnerabilidad ante su falta, para ordenar la demanda en caso necesario.

Nuevas infraestructuras de transporte y gasificación, compatibles con el hidrógeno verde han de facilitar el tránsito a medio y largo plazo hacia un escenario en el que la expansión de las energías renovables y el desarrollo del almacenamiento para gestionar la interrumpibilidad permitan, junto a un consumo más eficiente, que la demanda de gas sea menor, y que el procedente de Rusia sea totalmente prescindible. El reto es que las políticas públicas logren que la crisis generada por Rusia a corto plazo sólo retrase la transición energética, acelerándola incluso a medio y largo plazo.

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