Frente al riesgo se puede ser propenso o adverso: ¿qué eres tú?
Muchas veces en la vida nos enfrentamos a decisiones que no se desenvuelven en un ambiente de certeza. No sabemos a ciencia cierta cuál será el resultado que se derivará de nuestras decisiones, lo que sabemos es que unas posibilidades son más probables que otras.
Un ejemplo es la lotería, ya que tenemos una probabilidad alta de perder todo lo que hemos invertido y una muy baja de obtener algún premio, normalmente más escasa a medida que el premio sea más cuantioso. Las inversiones y la mayoría de las decisiones que tienen que ver con nuestro futuro también pertenecen a esta categoría de decisiones.
Ante aquellas que implican un riesgo, nuestra actitud puede ser de propensión hacia él riesgo o de aversión frente al riesgo. En un caso intermedio podemos hablar de neutralidad frente al riesgo. Pero, ¿qué implica ser propenso o adverso frente al riesgo?
La satisfacción que nos produce la renta
Antes de comprender si somos lo uno o lo otro, debemos comprender que distintos niveles de renta nos proporcionan mayor o menor satisfacción. Lógicamente, a medida que disponemos de mayor renta, si todo lo demás en nuestras vidas permanece igual, disfrutaremos de una mayor satisfacción material. La pregunta clave es qué va sucediendo a medida que se incrementa la renta. Es decir, a medida que va creciendo nuestra renta, ¿los sucesivos incrementos nos van proporcionando cada vez mayor satisfacción? O por el contrario, cuanta más renta tenemos, ¿menos satisfacción nos aporta un determinado incremento de la renta?
En lugar de hablar de renta, podemos ejemplificarlo con otras posibles recompensas o resultados fruto de nuestras decisiones. En cualquier caso, lo importante es considerar que en función de los resultados existe una satisfacción mayor o menor.
Esos resultados que suceden fruto de nuestras decisiones pueden implicar múltiples costes y beneficios (monetarios o de cualquier otro tipo). Pero, en conjunto, implicarán un mayor o menor grado de satisfacción.
Por ejemplo, una persona se puede estar planteando si someterse a una intervención quirúrgica o no. Meditará sobre las distintas opciones que tiene. Es decir, qué posibilidades pueden suceder tanto si se opera como si no, y beneficios y costes de la una y la otra.
Esos beneficios y costes pueden ser monetarios (como los costes de la operación o los efectos sobre los ingresos laborales) y sobre todo no monetarios (mayores o menores dolores, pérdida de la funcionalidad de sus órganos, complicaciones, efectos sobre sus relaciones con otras personas, efectos psicológicos, etcétera), pero, en conjunto, se podrá hacer una valoración global de todos esos efectos.
La mayor o menor satisfacción dependerá, por tanto, de la alternativa elegida y, dentro de las posibilidades que puedan tener lugar en función de la opción elegida, cuál sea la que efectivamente suceda.
Las personas adversas o aversas al riesgo
En primer lugar, debemos aclarar que se utilizan con el mismo sentido los términos adverso y averso al riesgo. Se suele preferir averso al riesgo porque al adjetivo averso le corresponde el sustantivo aversión. Al adjetivo adverso le corresponde el sustantivo adversión que, aunque es una palabra que existe, está en desuso. También se pueden emplear otros términos como contrario al riesgo, enemigo del riesgo, reacio al riesgo o renuente al riesgo.
Las personas aversas al riesgo prefieren, como se dice coloquialmente, “pájaro en mano que ciento volando”. Entre dos posibilidades de las que se espere el mismo resultado, la una con certeza y la otra solamente como una mera esperanza, preferirán la opción que les aporte mayor certeza.
Por ejemplo, imaginemos que un individuo averso al riesgo tuviese dos opciones. Supongamos que en una pudiese obtener 10 con un 50% de probabilidad o 30 con otro 50%. Supongamos que otra opción le diese fijo 20. Elegiría la segunda opción, la que le aporta 20 con certeza. Para el individuo averso al riesgo pesaría más la satisfacción que perdería de solamente obtener 10 que la que ganaría de obtener 30.
Aunque no existiese ninguna alternativa que le ofreciese certeza en sus resultados, el individuo averso al riesgo preferiría siempre, dentro de opciones de las que se espere un mismo resultado, aquella en la que la probabilidad de que el resultado final se separe mucho de lo esperado inicialmente sea menor.
Las personas aversas al riesgo valoran mucho las primeras unidades de renta (se podría decir lo mismo de cualquier otro resultado no monetario) y, a medida que van obteniendo más renta, la satisfacción que les produce ese incremento de su renta es cada vez menor. La razón es que son las primeras unidades de renta las que dedican al consumo de lo que consideran más esencial. A medida que van obteniendo más renta, aquello nuevo que llega a sus vidas no les proporciona la misma satisfacción.
Las personas propensas al riesgo
Las personas propensas al riesgo, los amantes del riesgo, son quienes prefieren entre dos opciones cuyos resultados en promedio se espera que sean los mismos, aquella que ofrece menor seguridad. En el ejemplo anterior, para los propensos al riesgo pesa más lo que les supone poder aspirar a obtener 30 que lo que les implicaría obtener solamente 10. Por eso elegirían la opción que les puede dar 30 con un 50% de probabilidad y 10 con otro 50%.
Son personas a las que, a medida que van teniendo más renta, más satisfacción les supone obtener más renta. Existen cosas que solamente nos producen satisfacción si antes se poseen otras. Por ejemplo, un calcetín no nos sirve si no tenemos otro que poner en el otro pie, una raqueta de tenis necesita de una pelota para servir de algo.
Hay personas que sienten esa sensación en general en su vida entera. De nada les sirve asegurar lo esperable si no llegan a lo máximo en algún aspecto. No les preocupa perder mucho, o incluso todo, si con ello pueden aspirar a conseguir lo máximo. Y, una vez más, esa actitud es aplicable a la obtención de renta o a cualquier otro aspecto de la vida.
¿Hay más personas aversas al riesgo, o propensas al riesgo?
La mayoría de las personas son aversas al riesgo. Esa es la razón por la cual en los mercados financieros se exige un mayor rendimiento en función del riesgo que se corra. Ese mayor rendimiento es lo que se denomina prima de riesgo. Es decir, las personas aversas al riesgo, para tomar una alternativa más arriesgada, deben ver ese riesgo compensado con un rendimiento suficientemente mayor como para que les compense el riesgo que corren.
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