Francisco González: "Necesitamos leyes que den a las personas más derechos y control sobre sus datos"
Francisco González, presidente de BBVA, ha presentado ‘La era de la perplejidad. Repensar el mundo que conocíamos’, el décimo libro de la colección anual que BBVA publica dentro de su proyecto OpenMind. En esta ocasión, 23 intelectuales del máximo prestigio internacional repasan las grandes cuestiones económicas, políticas y sociales que suscita la revolución tecnológica.
Más de 250 autores participan ya en OpenMind, una plataforma colaborativa puesta en marcha por BBVA para difundir conocimiento sobre cuestiones fundamentales de nuestro tiempo. Esta comunidad digital facilita el libre acceso tanto al contenido de los libros, como a otros artículos, entrevistas, vídeos e infografías dedicados a un público cada vez más amplio. ‘La era de la perplejidad. Repensar el mundo que conocíamos’ está disponible gratuitamente en español e inglés y en diferentes formatos.
En la presentación del libro en Madrid, Francisco González ha mantenido un diálogo con Rebeca Minguela, fundadora y CEO de Clarity, sobre la revolución digital y su impacto en la industria financiera y en las vidas de las personas desde el punto de vista de un banco y una empresa ‘fintech’.
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El presidente de BBVA ha subrayado que la revolución tecnológica que estamos viviendo es la más acelerada de la historia, y está produciendo transformaciones que afectan al futuro de la humanidad. “Son cambios frente a los que no tenemos referencias ni recetas para actuar –ha afirmado–. Y eso produce incertidumbre, e incluso temor, en nuestras sociedades. Sobre todo en lo que se refiere al empleo o al futuro del estado de bienestar”. Sin embargo, en su opinión, “estamos en puertas de una fase de alto crecimiento y mejora del bienestar con nuevos y mejores empleos”.
"Hace falta una regulación que establezca un marco de responsabilidad para los proveedores digitales respecto al mal uso de sus servicios". Francisco González
Los riesgos de la revolución digital
Francisco González, que se declara tecnooptimista, ha reconocido que esta revolución también trae consigo nuevos riesgos, como el fraude digital, el ciberterrorismo y, “el más importante, por ser mucho más general, el mal uso de la propiedad intelectual y los datos de los clientes”.
Para hacer frente a esta última amenaza, el presidente de BBVA ha insistido en la necesidad de que exista una regulación específica “que establezca un marco de responsabilidad para los proveedores digitales respecto al mal uso de sus servicios. Y, sobre todo, que dé a las personas más derechos y control sobre sus datos. Debe ser una regulación que englobe a todos los países y a todas las industrias, incluyendo, claro está, la financiera”.
Pero las leyes “nunca nos van a dar protección absoluta, ni en el mundo virtual ni en el físico –ha advertido Francisco González–. Por eso es clave operar siempre con proveedores de confianza, con contrapartidas probadas, que se esfuercen por trabajar con transparencia y tengan una buena reputación”.
Y en este ámbito, “los bancos contamos ahora mismo con una gran ventaja sobre los gigantes digitales: estamos acostumbrados a trabajar en entornos regulados y tenemos mucha experiencia en cuidar la privacidad y la seguridad de los datos de nuestros clientes”.
Rebeca Minguela coincide con el presidente de BBVA en la necesidad de leyes específicas para el entorno digital, y se ha referido concretamente a la PSD2, la directiva europea que supone la apertura por parte de los bancos de sus servicios de pago a terceras empresas.
“Por un lado, en el caso de ‘startups’ como la mía, necesitamos acceso a datos de entidades bancarias para usarlos en nuestras estimaciones de necesidades de la población, por ejemplo. Pero hay que asegurarse de que realmente se añade valor en el uso de esos datos y no se pierde la privacidad del usuario”, ha explicado Minguela.
A la CEO de Clarity le preocupa, además, “cómo van a aprovechar los grandes ‘players’ tecnológicos esta regulación europea. Los servicios financieros aportan buena parte de la recaudación total de impuestos en Europa, mientras que tecnológicas como Google, Amazon o Apple apenas pagan impuestos, al menos a día de hoy y hasta que entre en vigor la nueva regulación fiscal que quiere implantar la UE. Si esas tecnológicas se quedan con parte del negocio de los bancos, puede haber un impacto también en el estado de bienestar en Europa”.
Junto al presidente de BBVA y Rebeca Minguela, han participado en la presentación dos de los autores del libro: Zia Qureshi, investigador de la Brookings Institution (EE UU), y Diana Owen, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Georgetown (EE UU).
"Los beneficios de las nuevas tecnologías han sido aprovechados, en su mayor parte, por un número pequeño de grandes compañías". Zia Qureshi
Qureshi ha centrado su intervención en la aparente paradoja que supone el hecho de que la revolución tecnológica se haya visto acompañada por un crecimiento más lento y un aumento de la desigualdad. En su opinión, “el potencial de las tecnologías digitales no se está explotando plenamente. La ralentización de la productividad parece reflejar una creciente desigualdad entre las empresas punteras y el resto. Los beneficios de las nuevas tecnologías han sido aprovechados, en su mayor parte, por un número pequeño de grandes compañías”.
En opinión del investigador de la Brookings Institution, “para obtener mejores resultados, necesitamos políticas que revitalicen la competencia y la innovación, actualicen las capacitaciones profesionales de los trabajadores y reformen los contratos sociales”.
El papel de los nuevos medios en la política
Diana Owen lleva más de dos décadas estudiando cómo los nuevos medios de comunicación surgidos tras la aparición de internet han influido en las tácticas que utilizan los políticos para transmitir sus ideas y en sus estrategias electorales.
"Los nuevos medios han expandido, y socavado a la vez, el papel tradicional de la prensa en una sociedad democrática". Diana Owen
Owen ha explicado cómo “los nuevos medios han expandido, y socavado a la vez, el papel tradicional de la prensa en una sociedad democrática. Han incrementado enormemente el potencial para que la información política llegue incluso a los ciudadanos más desinteresados y han creado nuevas vías para que el público contacte con el gobierno”.
Sin embargo, la unión de los nuevos medios con la sociedad de la posverdad, ha hecho que “el público tenga que esforzarse para distinguir la verdad de la ficción y para diferenciar lo que importa de lo intrascendente”. Esta situación se debe en gran medida a que “los editores de medios profesionales se han visto remplazados por los medios sociales y los editores analíticos, cuya principal motivación consiste en atraer a los usuarios a los contenidos, independientemente de su valor informativo”.