Francia y Mbappé fueron mucho para esta Argentina
Y de repente, como en el cuento de Cenicienta, a la Argentina la carroza se le convirtió en calabaza, los caballos en ratones y el vestido de fiesta, elegante y largo, se transformó en harapos.
La falsa historia de felicidad sostenida primero en el triunfo de Nigeria sobre Islandia; después en la victoria de la Selección ante los propios nigerianos, y el 2 a 1 parcial sobre Francia, se fue deshilachando dolorosamente.
Ni siquiera la solitaria corrida final de Leo Messi esquivando rivales y definiendo de derecha como lo hubiera hecho un jugador normal permitió mantener el sueño. Tampoco el gol de Agüero para sellar el 4-3. La historia ya estaba escrita y era el momento de volver a la realidad, a la calabaza, a los ratones y a los harapos. Porque el Mundial no permite completar el cuento, y el príncipe no podrá encontrar a la Cenicienta celeste y blanca del zapato de cristal perdido.
Más allá de que los futboleros argentinos siempre creen que puede haber una oportunidad más, el cruce contra el seleccionado francés terminó de sepultar las ilusiones que se habían creado en torno del Mundial de Rusia. La goleada impiadosa que despide al equipo deberá transformarse rápidamente en un proyecto de refundación de la Selección Argentina. Empieza el tiempo de repasar los miles de errores que se cometieron y destacar las pocas virtudes de este proceso.
¡Kylian Mbappe es el ganador @Budweiser #ManoftheMatch del #FRAARG! pic.twitter.com/9l8RuQOxrJ
— Copa Mundial FIFA 🏆 (@fifaworldcup_es) June 30, 2018
La llegada a octavos de final, a los ponchazos, atando todo con alambre, pudo haber enceguecido a muchos, pero teniendo como único argumento la esperanza de que Lionel Messi se ponga la capa de superhéroe no era lógico pensar que el camino podía ser distinto. Francia arribó a Rusia 2018 en el lote de los candidatos y lo justificó ahogando a la Argentina, con una catarata de fútbol.
Durante la mayor parte del primer tiempo se vieron dos posturas claras, obviamente exacerbadas por el gol de Francia, cuando no se había jugado ni siquiera un cuarto de hora. Se sabía que Argentina tenía un ritmo más lento que el de su rival, aunque se especulaba con que los dos wines, Pavón y Di María, pudieran cambiar la velocidad de los ataques. Sin embargo, después del sprint furioso de Mbappé que derivó en el penal que convirtió Griezmann, el equipo de Sampaoli cayó en el embudo que armó el de Deschamps y no encontró huecos.
Sobre los 25 minutos la estadística marcaba que la celeste y blanca había manejado la pelota durante el 69% del tiempo, pero sin lucidez. Los de azul, con mucha menor posesión, eran directos, rápidos y ya habían generado varios sustos para el arco de Armani. La diferencia era clarísima, más allá de la tranquilidad que les daba a los franceses la ventaja en el marcador: Argentina era un equipo burocrático y para llegar al área de Lloris debía llenar tantos formularios y pasar por tantos gestores que cada intento moría de sopor.
Encima, el esquema pensado para que Lionel Messi llegara de frente al arco, como falso 9, pasó a convertir al capitán argentino en un doble 5, sin peso en el área y con mil camisetas azules delante de la amarilla del arquero rival. Hasta que a los 40 minutos, después de un córner y un lateral a favor y con los wines argentinos desordenados, llegó el pase de Pavón a Banega sobre la izquierda, y la aparición sorpresiva de Di María por el centro para sacar un zurdazo maravilloso que se coló contra el palo izquierdo de Lloris y que marcó el 1-1.
La inercia emocional del gol le sirvió a Di María para comenzar la segunda parte confiado, decidido a atacar por su costado y a los dos minutos lo tuvieron que detener con una falta. De ese tiro libre llegó un rebote, la pelota le cayó a Messi y su zurdazo fue desviado por Gabriel Mercado para marcar el 2-1. Escenario ideal para Argentina porque podría plantarse en su campo para lanzar a los ligeritos para el contragolpe. Aunque desde el banco de suplentes nunca llegó la señal para que se protegieran las bandas.
Y la selección francesa, en lugar de desordenarse, mostró toda su categoría y en veinte minutos destrozó el partido. Soltó a sus dos marcadores laterales mientras entre Pogbá, Kanté y Griezmann dominaban el centro del campo con velocidad y claridad. Así, a partir de dos desbordes de Hernández por izquierda (a Pavón se le notó la falta de recursos para retroceder, porque lo perdió las dos veces) llegaron los golazos de Pavard y Mbappé para ponerse 3-2 en un rato. Otra vez en desventaja, la Argentina se desmadró y no tardó en caer el cuarto gol francés frente a una defensa destartalada.
Los últimos veinte minutos de la Argentina en suelo ruso fueron una tortura. La Selección volvió a estar cerca, como tantas veces. Esta vez más por orgullo y vergüenza deportiva que por claridad y talento. El cabezazo del Kun Agüero en tiempo de descuento y el último centro tuvieron el empuje de 44 millones de argentinos, pero no fue suficiente.
Mbappé ya se había encargado de enterrar todas las ilusiones y seguramente les haya sellado la jubilación futbolística a varios jugadores a los que la historia terminará por ubicar en su verdadero escalón. Francia fue simplemente superior, con un delantero de 19 años que será protagonista importante del fútbol mundial y con un equipo armado a partir de una idea clara, con conceptos y con potencia. A la Argentina le faltó juego y se vuelve rápido a casa.