'Timing' o cómo adelantarse al mercado
Existe toda una estrategia alrededor del "market timing", que consiste en tomar decisiones de inversión en función de los futuros movimientos en el precio del producto financiero concreto. Se trata de una forma de trabajo que, generalmente, se aplica a la bolsa y que, en teoría, debe decirnos cuándo es el mejor momento para comprar o vender una acción.
Existen diferentes formar de determinar ese punto de entrada a través del análisis técnico y del análisis fundamental. La primera consiste en analizar los gráficos para ver dónde existen soportes y resistencias, en tanto que la segunda entra a estudiar directamente las cuentas de una compañía. Así, por ejemplo, se puede determinar en qué punto se encuentra una empresa y la idoneidad de invertir o no a través de datos como las ventas trimestrales, el margen bruto de beneficios y los inventarios.
El market timing resulta fundamental para quienes operan a corto plazo pero va perdiendo importancia conforme se alarga el plazo de la inversión. Por eso, aunque tiene su importancia a la hora de invertir, para el ahorrador medio es más importan diversificar bien esta inversión que acertar en el punto de entrada. De hecho, uno de los errores más comunes entre los inversores noveles, es preocuparse por las fluctuaciones del mercado en plazos que no corresponden a su inversión.
Esto no quiere decir que el ahorrador español medio deba olvidarse del market timing. Su aplicación puede servir como elemento de previsión en el control de las finanzas personales. De forma general, según los tres parámetros del análisis fundamental fijados anteriormente, por ventas trimestrales pueden tomarse los ingresos, a los que si restamos los gastos obtendremos el beneficio bruto. En el caso de los inventarios, habría que desmarcarse de su interpretación habitual para tomarlos como el capital y los bienes con los que hacer frente a imprevistos, por ejemplo.
Pero el timing resulta esencial en otros aspectos del control financiero, empezando por el de la deuda. En primer lugar, para determinar el momento idóneo de adquirir deuda y, en segundo lugar, el momento para ir reduciéndola. De esta forma hay momentos puntuales, marcados en buena medida por el propio mercado del crédito, pero también por la coyuntura personal, en la que es mejor posponer la petición de un crédito. Del mismo modo, hay momentos en los que puede ser recomendable eliminar la deuda y otros en los que es mejor dar otra utilidad a nuestro capital.
La mejor forma de entenderlo es a través de un ejemplo, ya que si bien terminar con la deuda es uno de los primeros objetivos del control financiero no siempre tiene por qué ser la mejor opción. En el caso de los préstamos hipotecarios, amortizar capital ayudará a reducir los intereses que se pagan por el crédito, pero siempre es mejor esperar a un momento en el que los intereses (en caso de los préstamos de tipo variable) sean bajos. Algo parecido ocurre cuando se trata de decidir qué préstamo cancelar primero. La solución es una media entre el que más intereses cobra pero también el que más pronto vence. En definitiva, el timing está muy presente en todo lo que tiene que ver con el control financiero y por supuesto con el ahorro.