La experiencia de trabajar a 150 metros del piso
Tecnología y ciudades verticales se complementan. Historias de vida de los empleados que todos los días trabajan a más 30 pisos de altura. Cómo les cambió la percepción de lo que hacen y de su identidad laboral desde que miran a través de los ventanales casi como si estuvieran en un aeroplano estático. Tecnología y especialización del personal se integran en la cultura digital móvil del negocio.
El aeroplano se eleva y enfila hacia la terraza de la torre de más de 30 pisos. Por unos rieles que penden de ganchos amurados se sucede un desfile de enormes aros metálicos con formas trapezoidales que van descendiendo, uno detrás de otro, en sentido contrario.
El piloto frunce el entrecejo detrás de unos poderosos lentes Samsung Gear RV prácticamente incrustados en los ojos, empuña las dos varas del timón con ambas manos y zigzaguea para eludir las figuras geométricas que se le vienen encima. Maniobra por dentro, sale indemne y se dirige a la cima del coloso vidriado en la que al fin se posa suavemente casi sin carreteo. El viaje ha concluido. Se para de la silla y entrega las gafas. Sonríe igual que hace todas las mañanas cuando se baja del ascensor en el último piso del edificio, separado de la planta baja por una cuadra y media pero a lo alto.
Les cuenta a los compañeros al día siguiente la experiencia virtual de arribo a la oficina que había hecho la noche anterior desde una isla armada en el hall de entrada de la torre corporativa, inaugurada el pasado jueves 20 de abril, en el barrio porteño de Retiro. Los organizadores del evento prepararon una demostración de avanzada tecnológica con juegos virtuales en los que se hacía participar a los invitados a la fiesta.
Se trata de un tal Lautaro M., uno de los 6.400 empleados del BBVA Francés que hasta hace poco cumplía horario en un tradicional edificio en pleno microcentro de la Ciudad de Buenos Aires, Reconquista 199, esquina Perón. Y apenas si tenía que subir 3 pisos para ocupar su escritorio, ubicado en un área compartimentada con las típicas “peceras” y tabiques de durlock. Veía por la ventana el perfil de la cúpula de la basílica de Nuestra Señora de la Merced, cuyo enrejado frente cruzaba casi todos los días cuando iba a almorzar al patio gourmet del convento San Ramón Nonato, al que pertenece la iglesia. Era lo que se dice 'religiosa' la salida gastronómica de los mediodías. Tanto el paseo como el paisaje de la cotidianidad laboral pertenecían a la impronta urbana.
Oficina de la nueva torre de BBVA Francés.
La mudanza a pocas cuadras pero fuera del 'downtown' le cambió la vida. El lugar de trabajo en el piso 31, amplio, sin divisiones, rodeado de ventanales con panorámicas de la ciudad y del río de la Plata, y abajo, chiquitos, los autos, colectivos y camiones entrevistos desde el punto más alto de Catalinas Norte en armónico orden, con las luces alineadas como si fuera una secuencia marchando por los desfiladeros edilicios ordenados en una silenciosa maqueta. Todo lo contrario del ruidoso loquero que caracteriza al tránsito en el cuerpo a cuerpo callejero.
-¿Cómo te sentiste con semejante cambio?, pregunta casi obligada al pie de uno de los 'coffee points' que ocupan de los pocos rincones que deja el concepto de espacio abierto ('open space', se denomina), donde las áreas de la organización no tienen límites ni hay divisiones físicas o visuales entre los equipos de trabajo.
-Nos había entrenado antes de la mudanza una consultora especializada que planteaba un cambio cultural mediante un programa llamado MEET (Mejores Espacios de Encuentro en el Trabajo). No había en sí que mover bultos sino algo más complejo: alinearnos al nuevo layout corporativo, muy sencillo en el mobiliario pero que invita a una comunicación más fluida y transparente para fomentar el trabajo en equipo y favorecer el intercambio de conocimientos y experiencias con la idea de sembrar confianza entre los colegas -reflexiona Lautaro antes de dar un sorbo al humeante café recién servido.
Evalúa: “Con las mudanzas uno ya va limpiando el lugar de trabajo, y esta iniciativa estuvo muy buena sobre todo si queremos ir hacia una banca digital”.
Cerca suyo, Marisa L. escucha mientras acomoda las hojas que fue a buscar a una isla multifunción que escanea, copia e imprime. “La verdad es que mi experiencia del primer día fue muy fuerte. Cuando tomé el ascensor sentí que iba a hacer un viaje espacial o algo así y, cuando paró en el piso y abrió la puerta, miré alrededor y me hizo acordar a un viaje en avión que había hecho hace poco. Miraba hacia abajo por la escotilla mientras dábamos vueltas muy despacio a la espera de la orden de aterrizaje y veía un cuadro irreal, casi una foto en perspectiva, a través de los ventanales circundantes”, sintetiza ante la consulta sobre las primeras sensaciones vividas.
La nueva sede de BBVA Francés cuenta con amplios espacios y con equipos de última tecnología para comodidad de empleados y clientes.
Espacios y mentes abiertas
En el reconocimiento inicial, las prioridades eran más prosaicas: descubrir cómo sería el tránsito vertical al 'restorán' del segundo piso en los horarios picos del mediodía. También se imponía tomar los tiempos reales para salir del edificio a comprar algo afuera y caminar un poco, explorar cuán accesibles estaban las propuestas gastronómicas de Puerto Madero, yendo hacia los diques, o hacia el lado opuesto, cruzar la amplia avenida que separa del microcentro.
Familiarizarse con el nuevo mobiliario, que responde a un proyecto de diseño cápsula, prácticamente configuró el bautismo en altura de los moradores de la torre. Los más curiosos averiguaron que se compone de piezas de diseñadores nacionales seleccionadas, que incluyen luminarias y sillones de Federico Churba, textiles de Tramando (Martín Churba) y productos de la firma Solsken.
Las últimas plantas podrían despertar sensación de vértigo o ganas de emprender un vuelo imaginario, como le sucede a una asistente del Financial Times, de 23 años, que tiene su oficina en la planta 72 del rascacielos londinense Shard, el más alto en Europa occidental, con 310 metros de altura. Alina Artamonova confiesa que trabajar en el cielo es emocionante e invita a la meditación. "Siento mucha paz aquí en lo alto. Me lleva a pensar en mi vida ... y en lo que quiero hacer", comenta.
Hace rato que los empleados de altura dejaron de ser raras aves. Proliferan las torres altas y con mayor densidad en el mundo, a medida que la tecnología allana las distancias.
Hong Kong, Nueva York, Tokio y Chicago encabezan la lista de las ciudades con el mayor número de rascacielos. El podio lo ocupan Burj Khalifa en Dubái, de 828 metros de altura, seguido por la torre de Shanghai (632 metros) y la Abraj Al-Bait en La Meca (601 metros).
En menos de una década, según la consultora McKinsey, más de la mitad de las 500 compañías de mayor tamaño del mundo tendrán su sede en un rascacielos de algún mercado emergente.
"Somos seres sociales y estamos hechos para vivir y trabajar con las personas que nos rodean", aduce Edward Glaeser, economista de Harvard.
La torre de BBVA Francés se convierte en un símbolo arquitectónico en la Ciudad de Buenos Aires.