Análisis financiero: ¿Es posible medir el valor que una compañía genera para sus accionistas?
Los accionistas de una compañía, al fin y al cabo sus dueños, esperan que la misma genere un valor que puedan de alguna manera materializar. ¿Es posible medir esa generación de valor? ¿Qué magnitud es mejor? ¿El valor contable o el valor contable tangible?
El valor contable o valor en libros de una empresa es el valor que tiene según sus estados financieros. De una forma muy básica y simplificada, podríamos decir que ese valor contable equivaldría al valor de los activos de la entidad (teniendo en cuenta las depreciaciones y amortizaciones correspondientes a esos activos que se registran en el balance), menos los pasivos o deudas de la sociedad.
Dentro de los activos de una compañía podemos encontrar tanto activos físicos como activos intangibles. Forman parte también del activo las carteras de valores y, más específicamente en el caso de una entidad financiera, la cartera crediticia. La Norma Internacional de Contabilidad 38 (NIC 38) define los activos intangibles como activos identificables, de carácter no monetario y sin apariencia física. Son intangibles, por ejemplo, las patentes, la marca, el software o el fondo de comercio.
Si excluimos estos activos intangibles del valor contable de una compañía, obtenemos el valor contable tangible (en inglés, ‘tangible book value’). Este valor contable tangible se considera una medida más ajustada del valor último que tiene una compañía para sus accionistas (es el que se toma como referencia en caso de una hipotética liquidación de la entidad, por ejemplo, cuando se asume que los activos intangibles carecen de valor). La evolución en el tiempo de esta magnitud es un buen indicador del valor que la compañía genera para sus accionistas por su propia operativa o negocio diario.
Si esto lo queremos mirar con la óptica del valor intrínseco a cada acción de la entidad, la métrica a utilizar sería el valor contable tangible por acción (o ‘tangible book value per share’, en su denominación en inglés). Este se obtiene simplemente al dividir el valor contable tangible por el número de acciones en circulación de la compañía.
La evolución del valor de la acción es sólo parte del retorno que el accionista recibiría como resultado de su inversión; es, en última instancia, la evolución de una parte de su patrimonio. Pero, adicionalmente, al accionista también se le hace partícipe del resultado y buena marcha de una compañía a través del dividendo. Es por esto que habitualmente, cuando hablamos de generación de valor, se suma el dividendo por acción al valor contable tangible por acción.
En el caso concreto de BBVA, y tomando como referencia los datos publicados en la última presentación de resultados, el valor contable tangible por acción más dividendos cobrados en los primeros nueve meses del año 2019 alcanzó 6,51 euros, lo que equivale a un crecimiento del 14,2% frente a este mismo periodo un año antes. Una extraordinaria creación de valor para el accionista en el entorno actual.
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