Embajadores BBVA: Roberto Rostaing, mirando al futuro

A Roberto Rostaing le costó entrar en el Banco. Hasta en tres ocasiones tuvo que participar en procesos de selección. Sin embargo, lejos de hacerle renunciar, la dificultad se convirtió en un acicate para lograr su objetivo. Y así, con 20 años, se incorporó a BBVA Continental, y cumplió uno de sus sueños. En la universidad, tenía compañeros que trabajaban en bancos. "Nuestra meta era conseguir un puesto en un banco, a mí siempre el que más me gustaba era BBVA. Pensaba: tengo tiempo, no me voy a desesperar. Y a la tercera, lo conseguí".

Aunque confiesa que está contento con su función actual de especialista en Comercio Exterior, sabe que en el futuro se le presentarán nuevos retos. Esa es la razón que lo ha impulsado a cursar una nueva carrera, Ingeniería Industrial, además de la licenciatura en Economía que ya tiene. "Tengo ganas de seguir avanzando y por eso sigo estudiando. Con ese título tengo más oportunidades para crecer en el plano profesional. Ahora ya estoy casi a mitad de camino y se me pasó el tiempo sin darme cuenta". Reconoce que es fundamental buscar el equilibrio entre todas sus actividades:

La verdad es que no sé cómo, pero me da tiempo para todo. Sin embargo, lo primero son mis responsabilidades

Esas obligaciones, en su caso, afectan directamente a otros. En concreto, a las oficinas. "En muchas ocasiones dependen de nosotros para que salgan sus operaciones. A mí me gusta ir de la mano con ellas, para asegurarnos de que todas las necesidades están cubiertas". A su juicio, esa es la clave. Hay que saber asumir el rol de la otra persona y ver cómo podemos ayudar.

Pero esa labor de dar apoyo a los demás, no se puede hacer solo. El trabajo tiene que ser conjunto. Cuando hay que hacer un esfuerzo, lo hacemos todos. Y cuando hay tiempo para relajarse, también lo hacemos todos.

Cuando hay que hacer un esfuerzo, lo hacemos todos. Y cuando hay tiempo para relajarse, también lo hacemos todos

La música como forma de vida

Roberto compara ese trabajo en equipo con su otra pasión, la música, a la que dedica el tiempo libre. "Soy músico percusionista. Comencé con el cajón peruano, tocando música criolla peruana".

Su gusto por ese estilo tradicional se debe, sobre todo, a su entorno. Roberto vivía en un barrio muy criollo en Lima, El Rímac. En él, el mismo ambiente ya invitaba. En cualquier reunión o celebración había música criolla. "Crecí con todo eso y conservo esos recuerdos desde que tengo uso de razón. Luego aprendí música de manera formal. Para mí es casi como una terapia".

Reconoce que lo que le gusta de la música es, sobre todo, recibir el aplauso de la gente. "A veces, estamos tocando en un parque, vestidos todos con los trajes, porque acabamos de salir de trabajar, y la gente se piensa que somos un grupo o que vamos a pedirles una colaboración. Pero solo queremos un aplauso".

Esa actitud se traslada también al ámbito profesional. Trata de que el trabajo no sea repetitivo, que se espontáneo y divertido. Con orden y con disciplina, paso a paso, pero diferente cada día. "Como en la música, necesito un compás, pero también que me toque el corazón. Porque por muy buen músico que seas, si no eres capaz de ponerle corazón, no vas a transmitir nada al público. Y lo que yo quiero en el Banco, es transmitir mi trabajo, igual que en la música".