El quid de las decisiones complejas
De joven Robert Butler Wilson (Geneva, Nebraska, Estados Unidos, 1937) tenía una profunda inclinación por las ciencias básicas. Gracias a una beca consiguió su sueño de estudiar Matemáticas en la Universidad de Harvard, donde en 1959 se licenció. Sin embargo, una casual asistencia a un curso sobre teoría económica captó su interés por las ciencias sociales.
También por entonces su mentor y uno de los mayores teóricos en el arte de la negociación, Howard Raiffa, le introdujo en la teoría de la decisión, un área interdisciplinaria que estudia el comportamiento de aquellos que toman decisiones, así como las condiciones en las que deben tomarlas. Esto cambió definitivamente el curso de su carrera.
«Descubrí que muchos de los temas de análisis económico podían resolverse mediante las técnicas de la teoría de la decisión multipersonal, incluida la teoría de juegos», explica Wilson en referencia al efecto que tuvieron estos temas. Con el tiempo se fue interesando también por problemas básicos de economía y, en concreto, por los relacionados con el comportamiento estratégico: «Quería contribuir a la teoría básica sobre cómo las personas racionales analizan los problemas de decisión complejos», explica.
Así decidió completar su formación con un doctorado en Administración de Empresas (1963). Inició su carrera en la Universidad de California, pero al poco tiempo se incorporó a la Universidad de Stanford, donde desarrolló toda su labor investigadora y docente. Desde 2004 ejerce allí como titular emérito de la Cátedra Adams de Gestión.
Era la década de los sesenta y la teoría de juegos estaba en pleno crecimiento después de que John Nash ampliara y mejorara los postulados de la teoría existente entonces. Pero sin duda, para Wilson aún era una herramienta poco útil para el análisis económico: «La complejidad de los modelos hacía difícil su uso en estimaciones empíricas; se necesitaban mejores técnicas de modelado y análisis», aclara. Con esa idea en mente, Wilson fue precisamente uno de los primeros en analizar situaciones de mercado aplicando la teoría de juegos no cooperativos, especialmente bajo circunstancias de información asimétrica.
En 1982 desarrolló, junto con su colega David Kreps, el concepto de equilibro secuencial, cuyo objetivo es intentar determinar qué equilibrios de un juego con información asimétrica tienen o no sentido: «Hicimos que la teoría de juegos fuera un método más útil para analizar las interacciones económicas», explica Wilson.
Hicimos que la teoría de juegos fuera un método más útil para analizar las interacciones económicas — Wilson
Tanto este concepto como sus variantes se aplican hoy en el análisis económico en multitud de áreas como la organización industrial, por ejemplo, para frenar las prácticas de precios predatorios (por debajo de coste); y también en temas específicos como las negociaciones laborales. Es por estas «innovadoras aportaciones al análisis de la interacción estratégica cuando los agentes económicos cuentan con información limitada y desigual acerca de su entorno» que el jurado le ha concedido el Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en la categoríade Economía, Finanzas y Gestión de Empresas.
Sala de Tesorería de BBVA en Madrid
En su trabajo siempre ha combinado la construcción de un cuerpo teórico robusto con la búsqueda de soluciones prácticas. Una dura labor, a veces en solitario pero en ocasiones también conjuntamente, complementada siempre con «una cuidadosa observación y una chispa de creatividad, necesarias para revelar el quid del problema». De ese modo, su conocimiento lo ha trasladado también a otros campos como la economía industrial, donde igualmente ha hecho prominentes contribuciones, en concreto, en el diseño de tarifas y la discriminación de precios.
¿Qué tienen en común las tarifas eléctricas y las tarifas de las compañías aéreas? Todos son ejemplos de lo que se denomina precios no lineales, es decir, los precios ofertados al consumidor no son proporcionales a la cantidad comprada. Una práctica comercial habitual que en su momento mereció una atención especial a Wilson y que destaca también el jurado del premio. Su aportación teórica en esta área se recoge en la obra Non linear pricing, que publicó en 1993 y que se emplea como manual de referencia sobre el tema.
Wilson confiesa que aunque una de las principales motivaciones en su carrera era entender los detalles intrínsecos al funcionamiento de los mercados (cómo y quién determina los precios), con el tiempo se interesó más en cómo mejorar su diseño y mecanismos, lo que se conoce como ingeniería económica. Y así fue pionero en el diseño de subastas, en concreto, con entornos asimétricos y con información privada de bienes divisibles, como las subastas de dinero que fijan los tipos de interés de muchos bancos centrales.
Si bien, su huella está más presente en las relacionadas con el mercado eléctrico, las telecomunicaciones y la prospección de petróleo. En cualquier caso, sus innovadores modelos han permitido a muchos gobiernos otorgar licencias más eficientes y reducir el coste de las compras públicas. Durante décadas ha tenido una prolífica trayectoria como investigador y docente. Sus investigaciones parten de la observación de problemas prácticos. Así, es autor de más de un centenar de artículos publicados en revistas de referencia internacional.
La influencia de su obra se ha dejado sentir en multitud de disciplinas, desde finanzas hasta estrategia empresarial. En esta última etapa trabaja en entender cómo la cooperación entre dos partes puede verse afectada por limitaciones. Pero por encima de eso, confiesa que sigue buscando «establecer mejores bases para la teoría de juegos y sus aplicaciones».