'El origen de las especies': 160 años del libro que cambió el mundo
En las listas de los libros más influyentes de la historia suelen figurar grandes tratados políticos y filosóficos que sentaron las bases del pensamiento moderno o las escrituras en las que se basan las religiones más importantes, pero siempre aparece el que es considerado el libro de ciencia más importante de todos los tiempos: ‘El origen de las especies’, de Charles Darwin, que inició una nueva era del pensamiento científico y que este año cumple 160 años.
Este año se celebra el 160º aniversario de la publicación de 'El origen de las especies', el libro más influyente de la historia de la ciencia, que describió la forma en la que las especies de nuestro planeta evolucionan y se transforman. En el momento de su publicación, no solo supuso un punto de inflexión en la investigación de la biología, sino también en las perspectivas que desde puntos de vista filosóficos, religiosos y antropológicos se tenía de la existencia del ser humano.
En 1831, el naturalista inglés Charles Darwin, se unió a la expedición del HMS Beagle, que le llevó a recorrer el cono sur del continente americano y otros territorios del Pacífico hasta dar la vuelta al mundo. Durante cinco años, Darwin tuvo la oportunidad de registrar y observar las distintas especies que habitaban el continente y otros territorios insulares así como los restos geológicos de los animales extintos, estableciendo relaciones entre especies que nadie había hecho hasta entonces.
Aunque el evolucionismo ya había tenido cierto recorrido desde finales del siglo XVIII, no era una idea muy aceptada. Hasta entonces, el consenso científico había adoptado ideas y teorías provenientes de la teología, como la de que el ser humano es una especie única proveniente de una generación de vida espontánea. Pero la ilustración trajo consigo un espíritu crítico que llevó a los científicos de la época a preguntarse el porqué de las cosas y que supuso el triunfo del método científico como origen del conocimiento.
El viaje de Darwin, por lo tanto, sirvió para demostrar de forma objetiva la teoría de la selección natural, que planteaba que las especies evolucionan en el transcurso de sus generaciones, al contrario de la teoría más aceptada por entonces, que mantenía que eran inmutables a lo largo del tiempo. Por lo tanto, la supervivencia o desaparición de una especie no se basaba en que sobrevivía el más fuerte, sino el que mejor se adaptaba al cambio gracias a rasgos distintivos producidos por mutaciones heredables que se transmitían de generación en generación.
Sin embargo, Darwin no dio con esta teoría de la noche a la mañana, ni la formuló de forma definitiva. Pasaron más de 20 años en los que el científico investigó y observó la evolución de plantas y animales domésticos, estableció relaciones de correspondencia con otros naturalistas y se nutrió de otros estudios de corte científico y sociológico hasta dar con una teoría lo suficientemente documentada.