El filósofo Philip Kitcher recibe el Premio Fronteras por su enfoque humanista de la ciencia
El Premio Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento en Humanidades ha sido concedido en su XVII edición al filósofo británico-estadounidense Philip Kitcher, por su impacto como “intelectual humanista” a través de una obra que ha abordado un amplio espectro de los temas centrales de nuestro tiempo, según ha destacado el acta del jurado que le ha concedido el galardón.

El titular emérito de la cátedra John Dewey de la Universidad de Columbia (EE UU) ha realizado contribuciones fundamentales de gran impacto a la filosofía de la ciencia, y en particular a la filosofía de la biología, “demostrando la relevancia de las ciencias de la vida para las humanidades, y viceversa”, continúa el acta.
A lo largo de una trayectoria académica de más de cuatro décadas, Kitcher ha publicado obras de referencia sobre una gran diversidad de temas, desde la filosofía de las matemáticas y los orígenes de la ética hasta el papel de la ciencia en las sociedades democráticas, la importancia crucial de la educación para convertir a los niños en ciudadanos y el reto de la crisis ambiental global, que considera el mayor desafío al que se enfrenta hoy la humanidad.
El propio galardonado define la filosofía como un proyecto intelectual de síntesis, cuyo objetivo es “integrar el conocimiento disperso de todas las disciplinas científicas y humanísticas, uniendo muchas cosas aparentemente desconectadas para forjar un todo coherente” que nos permita “progresar moralmente y mejorar el mundo”.
La ética como expansión de la capacidad biológica para ayudar a los demás
Una de las cuestiones a las que Kitcher ha dedicado más esfuerzo es a explorar las lecciones que puede aportar la biología a la hora de explicar la ética humana. En su libro ‘The Ethical Project’ (2011), el filósofo galardonado sostiene que los humanos tenemos desde tiempos ancestrales la capacidad de detectar cuándo un colega persigue un objetivo concreto, y de realizar acciones bastante complejas para ayudarle a conseguirlo.
Esta capacidad de respuesta, que compartimos con algunos primates (como los bonobos o los chimpancés), estaba bastante limitada en los primeros homínidos y Kitcher defiende que la vida ética surge como manera de amplificarla. “Nos permite ser más cooperativos y vivir en sociedades mucho más grandes”, argumenta, desde grupos de 40 personas hace decenas de miles de años, hasta las primeras ciudades hace 8.000 o 10.000 años. “Para amplificar esta capacidad de respuesta, tenemos que entender muy bien quién es el otro, y tratar de encontrar soluciones para los problemas que nos dividen. Por eso la negociación, la cooperación y el entendimiento mutuo son partes centrales de la ética”.

Philip Kitcher
En este sentido, el galardonado propone tres ejemplos que muestran el progreso moral de la sociedad: la abolición de la esclavitud, la expansión de las oportunidades para las mujeres y el reconocimiento del amor romántico entre personas del mismo sexo. “Todos estos hitos comenzaron por grupos de personas aquí y allá que comenzaron a entender las vidas de otros de maneras que no habían considerado hasta entonces, y ese entendimiento se amplió hasta que se produjo un cambio en las normas sociales y, después, en la ley”, explica Kitcher. “Lo que complica la vida ética —matiza— es la dificultad de conseguir una base de cooperación más amplia en un mundo en el que muchísima gente sufre y tiene necesidades muy diversas”.
Del Proyecto Genoma Humano al papel de la ciencia en las sociedades democráticas
A mediados de los años 1990, Kitcher analizó las implicaciones éticas del Proyecto Genoma Humano. Reflejó sus conclusiones en el libro ‘Science, Truth, and Democracy’, en el que “sin desmerecer el valor de la ciencia básica, que considero importantísima, sostengo que la importancia de la investigación fundamental radica en que, con el tiempo, proporciona un conocimiento que permite que las personas logren avances para mejorar las vidas de los seres humanos”, expresa. “El objetivo último de la ciencia es beneficiar a la humanidad”.
Este objetivo, a su vez, ha llevado a Kitcher a preguntarse sobre la manera de establecer el papel que juega la ciencia en las sociedades y, a partir de ahí, a desarrollar una visión de la democracia “que va más allá de que la gente vote de vez en cuando sobre diversos asuntos, y más allá incluso de las constituciones. La democracia requiere que las personas trabajen juntas para entender qué problemas necesitan resolverse y cómo adaptar el conocimiento que obtenemos de la investigación científica para abordar esos problemas”.
Esta idea de la cooperación como un elemento fundamental para el avance de la sociedad se aplica también a la educación. En su libro ‘The Main Enterprise of the World: Rethinking Education’, Kitcher sostiene que la educación ha de facilitar que los niños se conviertan en ciudadanos que puedan cooperar con otras personas en la construcción de una sociedad; ha de darles la oportunidad de comprender lo que les importa y elegir la forma de sus propias vidas.
“La vida de las personas, tal y como son, debe ser moldeada por ellas mismas. Y para hacerlo, hay que darles los recursos para que se comprendan a sí mismos y comprendan sus opciones lo suficientemente bien como para que puedan encontrar su propio camino y seguirlo con algunas posibilidades de éxito”, afirma.