El compositor japonés Toshio Hosokawa gana el Premio Fronteras de Música
La Fundación BBVA ha concedido el Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera a Toshio Hosokawa por el “extraordinario alcance internacional de su obra", al haber construido un puente entre la tradición musical japonesa y la estética contemporánea occidental.

Hosokawa es uno de los creadores más originales y aclamados de nuestro tiempo, destaca el acta del jurado de la XVII edición de los Premios Frontera del Conocimiento. Su capacidad para imbricar elementos de la tradición japonesa, que van desde el ‘gagaku’ (música de la corte imperial japonesa) o el teatro ‘nō’ hasta la inclusión de instrumentos fundamentales en su cultura le ha permitido escribir “hitos de la música contemporánea como sus óperas ‘Hanjo’ (2004), que recuerda los cantos rituales del Japón ancestral, y ‘Matsukaze’ (2011), que despliega un lirismo contenido, pero profundamente expresivo”.
Esa síntesis entre Oriente y Occidente que el premiado simboliza es, para la presidenta del jurado, Gabriela Ortiz, una de las características más singulares que le hacen merecedor de este premio que concede anualmente la Fundación BBVA. La también compositora y catedrática de Composición en la Universidad Nacional Autónoma de México ha destacado, además, que Hosokawa “ha logrado esa combinación de una manera personal y deslumbrante, con una voz propia que se funde en esas dos culturas, con una maestría sorprendente”.
Toshio Hosokawa es un autor muy prolífico, con una producción que se acerca a las 200 composiciones y que incluye conciertos para solista, música de cámara y música de cine, además de obras para instrumentos tradicionales japoneses y piezas orquestales. El compositor ha recibido numerosos reconocimientos: entre ellos, el primer premio en el concurso de composición del centenario de la Filarmónica de Berlín en 1982. De 1998 a 2007 fue compositor residente de la Orquesta Sinfónica de Tokio y fue nombrado miembro de la Academia de las Artes de Berlín en 2001. Ha sido también compositor residente en la Bienal de Venecia (1995, 2001), la Orquesta Sinfónica de Tokio (1998-2007) y el Festival Internacional de Música de Lucerna (2000).
Actualmente es compositor residente de la Orquesta de València, una estancia que Hosokawa inició, en diciembre de 2024, con el estreno en España de su concierto para violín ‘Genesis’. Esta obra plasma musicalmente el recorrido vital de un ser humano, desde el periodo prenatal en el que las cuerdas evocan las ondulaciones del líquido amniótico, hasta el arpa que reproduce los latidos del corazón de la madre; unos latidos que se hacen extensivos al conjunto de la naturaleza –una segunda madre– tan importante y presente en todas las artes japonesas.
Mirar a Japón desde Occidente
Tras sus primeros estudios de piano y composición en Tokio, Toshio Hosokawa llegó a Alemania en 1976 para estudiar con el maestro surcoreano Isang Yun en la Universidad de las Artes de Berlín y continuó sus estudios con el compositor suizo Klaus Huber en la Escuela Superior de Música de Friburgo entre 1983 y 1986. En aquel momento, Hosokawa no tenía particular interés en sus propias tradiciones, a pesar de que su familia estaba profundamente ligada a la cultura japonesa: su madre tocaba el ‘koto’ (instrumento de madera con 13 cuerdas de distinto tamaño) y su abuelo hacía ‘ikebana’ (arreglos de flores tradicionales).
Al llegar a Alemania descubrió que la música a la que allí prestaban más atención no era la música occidental que tanto había admirado en su juventud, sino la de otros países alejados geográficamente del viejo continente. Gracias a ello, volvió la mirada hacia la música de su país y regresó a Japón para estudiarla en detalle: “Descubrí la música de corte japonesa o la música de los ‘bonzos’, los monjes budistas, y esas músicas que formaban parte de las ceremonias rituales, que no me habían llamado la atención anteriormente”.

Toshio Hosokawa, Premio Fronteras del Conocimiento en Música y Ópera.
Una profunda influencia de la tradición budista zen
Al igual que todas las artes tradicionales japonesas buscan integrarse con la naturaleza, Hosokawa hace lo propio con la música. Habla del ‘ikebana’, donde se utilizan las flores cortadas y sin raíces que solo duran uno o dos días sin marchitarse, o de la flor del cerezo, que a lo sumo vive una semana antes de desaparecer, como ejemplos de su inspiración. “En lo efímero –sostiene– reside la belleza de estos elementos, y con la música pasa lo mismo”.
Además, Hosokawa se basa en el arte de la caligrafía para replicar sonido y silencio. Explica que en su música se refleja ese arte ancestral: el sonido equivale a la forma trazada por el pincel en un papel en blanco y el margen significa ese vacío que es el silencio. Ambos son esenciales para el equilibrio de la obra, que solo puede existir con la combinación de las dos partes. “El sonido y el silencio no están contrapuestos”, explica el maestro,”la luz y oscuridad tampoco, son complementarias, se abrazan. Yo los considero así, como el Jin y Yang del taoísmo. Se contraponen, pero no se matan entre sí, sino que se coordinan, forman un único mundo”.
Hosokawa cree que existe una dicotomía entre la concepción del tiempo musical occidental y oriental, entre lo que él ha llamado “tiempo horizontal y tiempo vertical”. En el caso de la música europea, el tiempo se construye de forma horizontal, de forma cumulativa. Inexorablemente, lo vincula a la tradición cristiana con la imagen de la construcción de una catedral, cuya finalidad es conectar con un Dios omnipotente. Por contrapartida, en la tradición oriental zen, el tiempo sigue el patrón circular de la respiración: “Es una acción que va y vuelve, en un círculo. Y en un instante están la vida y la muerte, la luz y la oscuridad, y se refleja la eternidad. Con mi obra quería hacer lo mismo”.
Denunciar y procesar las catástrofes nucleares
Su obra evidencia la sensibilidad del pueblo japonés hacia las catástrofes nucleares que ha sufrido en dos ocasiones de manera muy profunda en los últimos 80 años. En ‘Voiceless Voice in Hiroshima’, Hosokawa explora la devastación de su ciudad natal tras el ataque de la bomba atómica al final de la Segunda Guerra Mundial. Su propia madre es superviviente a la bomba nuclear que cayó sobre los civiles, por lo que el desastre nuclear es un tema muy cercano a su historia personal, y del que se ha hecho eco en otras piezas.
El accidente nuclear de Fukushima es el punto de partida de ‘Stilles Meer’, una ópera estrenada en 2016 donde reflexiona sobre el impacto del accidente sobre la dualidad entre civilización y naturaleza. Otra de sus obras para orquesta, ‘Meditation. To the Victims of Tsunami’ (2012), es una elegía a todas las víctimas de este desastre natural. La pieza comienza siendo un canto silencioso y evoluciona hacia una estridente alarma de la inminente catástrofe, transmitida a través de la percusión y de los instrumentos de metal.
Otra enorme influencia que el compositor nipón ha recibido de su país natal es una indisoluble relación con el mundo natural, como él mismo explica: "Japón es un país muy rico en naturaleza. Los artistas, poetas, músicos, arquitectos, siempre piensan en formar parte de la naturaleza y crean sus obras en relación a ella. No es crear algo contrapuesto a la naturaleza, sino que forme parte de ella. Es el objetivo de nuestro arte. Por ejemplo, en la música japonesa, hay una flauta de bambú, el ‘shakohachi’, que se oye mucho. No molesta, sino que tiene que sonar como el viento en la naturaleza. El sonido también forma parte de la naturaleza. Es uno de los objetivos del sonido. Mi música también intenta lograr eso. Hay conciertos, el de violín, el de piano, en los que hay un solista, es una persona. Y luego la orquesta es la naturaleza que rodea esa persona. El solista intenta formar parte de la naturaleza. Hay pequeños conflictos, pero al final se diluyen en el sonido de la naturaleza. Es la música que pretendo hacer”, concluye.