¿Sabes cuál es el efecto de las economías de aglomeración y de escala en la ciudad?
La concentración de personas y recursos en las ciudades permitieron, entre otras cosas, el nacimiento de los mercados. Esto se debe a que el sistema económico y político se ha ido desarrollado a su alrededor. En este contexto aparecen las economías de aglomeración y de escala, haciendo que la gobernanza de las ciudades presente distintos retos. Los más destacados son compatibilizar el incremento de la demanda y de la movilidad con la necesidad de reducir los costes asociados a ella y hacer frente a los cambios tecnológicos y demográficos.
En primer lugar, las economías de aglomeración expresan los beneficios que se pueden obtener gracias a la cercanía de los recursos o servicios. Esto ocurre gracias a la masificación vinculada a las ciudades. Por ejemplo, si se plantea un escenario urbano donde el coste de un taxi es 1 y el de un autobús 4, habría que tener en cuenta que el coste del primero lo asume una única persona; mientras que el autobús transporta a mucha más gente, amortizando su coste gracias a la masificación.
Por otro lado, surgen las economías de escala, que muestran los beneficios que obtiene una empresa gracias a aumentar la producción por el incremento de la demanda. Ante esta necesidad, las empresas reaccionan, por ejemplo, invirtiendo en maquinaria o cualquier recurso que agilice el proceso de producción. Ese coste se amortizaría con el tiempo al cubrir los gastos de la inversión y obtener beneficios por la mayor demanda atendida. Por ejemplo, si se ha de encender un horno de leña para hacer un pan, al estar ya encendido, será más barato y eficiente aprovecharlo para hacer 10 panes.
En este contexto, las economías de escala y aglomeración permiten que en las ciudades se concentre el empleo, la generación de riqueza y, con ello, el consumo y los gastos de los hogares.
La masificación en las ciudades favorecen las economías de aglomeración
La ciudad como motor de la actividad
Según un observatorio de BBVA Research, la concentración urbana favorece el aumento de la actividad y conlleva un conjunto de efectos positivos que constituyen la base de un crecimiento económico.
Uno de esos efectos es el de desbordamiento (o ‘spillovers’) de conocimiento y aprendizaje, que ayuda a la creación y acumulación de capital humano en las áreas urbanas. Esto se debe a que el aprendizaje se genera a partir de la interacción entre individuos, lo que provoca que la aglomeración favorezca el flujo de ideas y facilite el proceso.
Algo parecido ocurre con la tecnología. Las economías de aglomeración traen consigo una alta especialización de las áreas metropolitanas en sectores intensivos en tecnología y conocimiento, como pueden ser productos electrónicos, farmacéuticos o servicios financieros. En este sentido, dicha especialización, unida al intercambio de ideas, crea un entorno favorable para la elaboración de productos innovadores.
Y como era de esperar, la innovación tecnológica y el capital humano favorecen a su vez un mayor despliegue tecnológico en las ciudades, respecto a poblaciones con un tamaño menor. Concretamente, en las áreas urbanas se hace un mayor uso de las tecnologías digitales y tal es su impacto que, según el servicio de estudios de BBVA, el porcentaje de hogares con conexión a banda ancha o acceso a un ordenador se sitúa en un 90% en las ciudades frente a un 80% en las áreas rurales, donde hay un mayor porcentaje (35%) de personas que nunca ha utilizado un ordenador o internet.
Este conjunto de factores se define como ‘efecto capital’, un efecto desarrollado en las áreas urbanas que actúan como “puntos gravitatorios para la economía y el empleo, convirtiéndose en facilitadores de innovación y crecimiento, además de centros educativos, socio-culturales y científicos”.
La ‘paradoja urbana’: no todo es positivo
Pero las ventajas del crecimiento urbano traen consigo un amplio abanico de problemas, un fenómeno conocido como ‘paradoja urbana’. Estos factores negativos se vinculan al proceso de urbanización casi como un efecto en cadena, que se disparan conforme aumenta la proximidad al núcleo central de la actividad.
- En primer lugar, la aglomeración en las ciudades hace que los precios de venta y los alquileres de vivienda aumenten de precio. En España, el precio de la vivienda en 2017 se situaba en algo más de 1.500 euros por m2, destacando Madrid (con un precio cercano a los 3.000 euros).
- El elevado precio de las viviendas hace que las personas tiendan a moverse hacia las afueras, lo que a su vez incrementa los tiempos de traslado y la congestión.
- Los tiempos de desplazamiento y la aglomeración de personas inducen un aumento del nivel de contaminación en las ciudades más grandes.
Finalmente, debido a la mayor desigualdad en la distribución de la renta que se observa en las ciudades, la proximidad a la riqueza y la mayor densidad de posibles víctimas, la tasa de conflictividad y criminalidad es, sin duda, mayor en las áreas urbanas.
Teniendo en cuenta las oportunidades y los riesgos que ofrece la urbanización, el crecimiento de las ciudades plantea grandes retos de gobernanza. El informe apunta concretamente, como una buena referencia la Estrategia Europa 2020, una agenda de crecimiento y empleo propuesta por la Comisión Europea que señala “el crecimiento inteligente, sostenible e integrador como manera de superar las deficiencias estructurales de la economía europea, mejorar su competitividad y productividad, y sustentar una economía social de mercado sostenible”.
Con todo ello y según BBVA Research, en el medio plazo, la mayor demanda de una población creciente generará desafíos a la sostenibilidad, como la gestión de residuos y de los recursos disponibles, la disminución de la contaminación o la accesibilidad a la vivienda, entre otras cosas. Algo que ayudará a encontrar un mayor equilibrio entre los factores positivos y negativos de la urbanización.