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Economía colaborativa Act. 23 ago 2017

Economía colaborativa a cuatro ruedas

El transporte es uno de los sectores en los que la economía colaborativa ha encontrado más oportunidades. La CEO de Social Car nos explica el camino recorrido en la creación de esta plataforma para alquilar vehículos entre particulares.

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“Es muy buena idea pero yo no utilizaría ese servicio”. Esa fue la respuesta que recibió Mar Alarcón, CEO de Social Car, la plataforma de alquiler de coches entre particulares cuando compartió con sus personas más cercanas la web en versión beta de su idea. Seis años después la fundadora, que participó en el evento Sharing Madrid, señala que la plataforma es un escaparate diario para 3.500 coches y que por ella han pasado ya 150.000 usuarios.

Lejos queda ya 2010 cuando comenzó a barruntar que tenía que dejar su trabajo -era fiscalista- para crear una empresa de movilidad sostenible. Una idea que maduró por su interés en la economía colaborativa y que dio forma cuando su marido le comentó una mañana que durante un año sólo había puesto gasolina una vez al coche. “Estaba pagando 120 euros de parking todos los meses y me di cuenta que no tenía ningún sentido. También me acordé -viví 5 años fuera de Barcelona, en Londres y en China- que cuando un compañero de Londres se vino a vivir a Barcelona le alquilé mi coche durante seis meses”, relata Alarcón. Y pensó, ¿por qué no hacer esto último a lo grande?

Ideas para tiempos de crisis

Entonces decidió ponerse manos a la obra: “En 2011 era tiempo de crisis y vi que con esta plataforma se podía generar ingresos extras. Me parecía la bomba: no sólo alquilabas el coche a tu vecino, también se facilitaba la movilidad en las ciudades”. Tras rastrear internet en busca de plataformas internacionales para inspirarse, “optamos por un modelo car sharing con una flota que no fuese de la compañía, que fuesen los propios propietarios. El impacto social que conllevaba me parecía muy atractivo”, explica Alarcón.

En ese momento, rememora Alarcón, “se abrió un periodo con muchas incógnitas”. El principal escollo fue ganarse la confianza de los usuarios. “Lo que vimos con la versión beta que testeamos con un centenar de personas es que teníamos que contestar a todas sus dudas -qué pasa con las multas, qué pasa si el coche está sucio, si me lo roban, el seguro...- antes de lanzar el servicio. Y fuimos capaces de hacerlo”.

Después, relata, “la lucha para buscar un seguro fue tremenda. Primero una aseguradora nos hizo un producto a todo riesgo que daba cobertura al alquiler entre particulares y daba cobertura a un conductor universal, pero administrativamente para nosotros era muy complejo, nos convertía en un auxiliar de seguros y no en lo que somos, que es una empresa tecnológica”.

En la economía colaborativa la tecnología tiene un peso fundamental en la conexión de todas partes que intervienen en los acuerdos y en el caso de Social Car el proceso estaba muy lejos de la automatización. “Los que querían alquilar tenían que darse de baja en su seguro y por ello cuando veía que se registraban 15 coches en la plataforma tenía que llamarles a todos, explicarles el proceso y a lo mejor uno, con suerte, lo contrataba y se quedaba en la plataforma”.

Pese a los problemas, la fundadora añade que pusieron en marcha la plataforma “pues si alguien te pregunta por el seguro necesitas darla una respuesta”. Afortunadamente ya tienen un seguro diseñado a medida -póliza a todo riesgo por día sin necesidad de cambiar de compañía de seguros- para cubrir los trayectos.

Cambios en la regulación

El modelo de negocio es simple: cobran un 20% sobre los alquileres; también en la plataforma se pueden comprar y vender coches, o dejarlo durante un periodo mínimo de un mes en los parking de la plataforma para que directamente alguno de los 18 trabajadores que forman la plantilla de Social Car gestione las reservas.

Como exfiscalista Alarcón destaca que “siempre hemos sido muy pulcros y transparentes con la información y con el tema de impuestos” aunque pide cambios en la regulación. “Se intenta que la regulación vaya al ritmo de la innovación y, aunque no es muy difícil cumplir la ley, otra cosa es que tenga sentido. Una persona, por ejemplo, alquila una vez su coche en un año, gana 30 euros y tiene que hacer declaraciones de IVA; es surrealista. Hay que regular de otra forma la economía colaborativa”.

La fundadora remacha que “el problema es que la administración es muy lenta. Cuando hace la norma ya estamos con otra cosa, hay un problema de tiempos increíble”. Y concluye: “Este tipo de actividades da muchos beneficios y prohibirlas es una tontería”.