Diferencias entre depósitos bancarios y bonos
Los ahorradores están acostumbrados a saber con bastante transparencia la rentabilidad que van a obtener con un depósito bancario, por lo que también le van a exigir esa misma transparencia al producto financiero. Por otro lado, los depósitos están garantizados por el Estado a través del Fondo de Garantía de los Depósitos, con lo que hay otra condición que los ahorradores van a imponer a cualquier alternativa que se les proponga: la garantía.
Pues bien, con todo y con eso, a pesar de las dificultades que comporta igualar las condiciones para abandonar los depósitos, existen productos financieros que pueden cumplirlas, aumentando, además, la rentabilidad bruta que pueden ofrecer los depósitos. Se trata de los activos de deuda, un préstamo que el ahorrador le hace a una entidad pública o privada durante un plazo de tiempo determinado a cambio de una rentabilidad concreta. La transparencia del beneficio es total y las garantías también, dependiendo de quién emita esa deuda (estado, comunidad autónoma, ayuntamiento, empresa, etc.).
La principal diferencia entre la deuda y los depósitos es la liquidez, porque la deuda se puede comprar y vender en todo momento en el mercado sin esperar a su vencimiento, mientras que el depósito penaliza al ahorrador si pretende obtener el capital antes del vencimiento.
Otra diferencia importante es que el ahorrador que quiere invertir en deuda tiene un gran abanico para elegir en función del riesgo, del plazo y de la rentabilidad, algo que los depósitos tienen mucho más limitado. Piense en que se puede comprar deuda de una gran empresa o de un país cuya economía funcione muy bien con una rentabilidad reducida o arriesgar buscando una rentabilidad mayor en la deuda de una empresa más pequeña o de un país con una economía menos boyante.
Por ejemplo, el Tesoro español subasta Letras a partir de tres meses por un importe mínimo de sólo 1.000 euros. También puede usted prestarle dinero al Estado español a seis, nueve o doce meses a través de Letras, a tres o cinco años, a través de bonos, o a diez, quince y treinta años a través de obligaciones. Cuanto mayor sea el plazo del préstamo, mayor la rentabilidad ofrecida.
Por prestar este capital, los ahorradores reciben un interés en forma periódica. A este interés conocido de antemano y para todo el periodo de vigencia del bono se le denomina cupón. Y la expresión ‘lavado de cupón’ proviene del momento establecido de antemano en el que el activo de deuda paga su rentabilidad acordada. Por último, la compra de deuda pública española puede efectuarse en cualquier oficina del Banco de España, a través de la página web del Tesoro, o bien en entidades financieras (bancos y cajas de ahorro), o en sociedades y agencias de valores.