Desafíos de Argentina para el ciclo que inicia
La economía argentina se encamina hacia 2018 con optimismo, esperando repetir tasas de crecimiento del PIB en torno al 3% por segundo año consecutivo. Si bien las primeras señales de recuperación de la actividad se manifestaron en el segundo semestre del año pasado, desde mediados de 2017 se hizo evidente que el crecimiento se había acelerado y generalizado a la mayoría de los sectores.
Esto se reflejó también a partir de agosto en un aumento de la confianza de los consumidores y un mayor dinamismo en la demanda de préstamos como consecuencia del gradual aumento del empleo y la reducción de la inflación. Sin embargo no ha sido sólo la mejora de ingresos reales lo que ha influido sobre el "humor" de los consumidores, sino también la aparición de nuevas oportunidades, tales como el acceso a la vivienda a través de préstamos hipotecarios en unidades indexadas (UVA). Éstas y otro tipo de innovaciones son claves para permitir una extensión del horizonte de planeamiento, tanto para las familias como para las empresas, de modo de asegurar un cambio sustancial en las perspectivas económicas.
En este sentido, es particularmente importante continuar reduciendo la inflación para afianzar las expectativas a la baja y moderar los cambios de precios relativos. Se ha avanzado en esta dirección con una caída de la inflación de casi 14 p.p. entre 2016 y 2017, pero no ha resultado fácil perforar el piso de 1,5% mensual de inflación. El Banco Central endureció recientemente la política monetaria buscando aumentar la credibilidad respecto a su fuerte compromiso con las metas planteadas. La batalla aún no ha sido ganada pero es probable que el cumplimiento de las metas fiscales de reducción de 1% del PIB en el gasto primario de 2018 contribuirá significativamente a un gradual descenso de la inflación hacia el objetivo de un dígito en 2019.
Es particularmente importante continuar reduciendo la inflación
Así, la economía empieza a mostrar una mayor previsibilidad, convirtiendo a Argentina en un competidor de peso como destino de inversiones en la región. Sin embargo, lo que terminará definiendo el partido del crecimiento sostenido no es sólo la estabilización macroeconómica sino también la capacidad de implementar reformas estructurales. En este aspecto, tras el triunfo en las elecciones parlamentarias de octubre último, el Poder Ejecutivo ha consensuado con la oposición y otros actores sociales de relevancia diversas iniciativas para empezar a mejorar la competitividad de la economía, tales como el reciente acuerdo fiscal con provincias y la reforma previsional.
Una serie de iniciativas tributarias a tratarse próximamente en el Congreso aspiran a acotar la carga de impuestos distorsivos y dar incentivos a la inversión a través de la rebaja de alícuotas de impuesto a las ganancias para las utilidades reinvertidas. En el campo laboral, el objetivo es reducir la litigiosidad y mejorar el acceso al empleo formal a través de un amplio blanqueo laboral y la disminución de aportes patronales.
Estas reformas resultan claves para asegurar que el crecimiento de la economía sea sostenido en el tiempo. Si bien la abundante liquidez internacional permite financiar temporalmente la transición hacia una mayor solvencia fiscal y externa, es imprescindible que Argentina pueda lograr en el ínterin la mejora en la competitividad de las exportaciones que provendrá de una menor presión tributaria y una mayor productividad laboral. El principal motivo para el optimismo es que la sociedad empieza a lograr los consensos necesarios para enfocarse en resolver estos problemas estructurales del mediano y largo plazo. En este contexto, los avances en las reformas podrán ser más lentos pero sin duda habrá menor riesgo de reversión, dejando atrás el frecuente cambio de políticas que caracterizó a la economía argentina en el pasado.