¿Debemos empezar a hablar de emergencia climática?
Las consecuencias del cambio climático son ya tan evidentes que es difícil negar que nuestro planeta se encuentra en una situación límite de emergencia climática. El crecimiento exponencial de las catástrofes naturales, la propagación de incendios forestales o la extinción de cientos de especies son algunas de las señales más alarmantes de un fenómeno que amenaza la supervivencia del planeta y de la especie humana.
Según uno de los últimos informes del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPCC), la temperatura global de la superficie de la Tierra ya ha aumentado en aproximadamente 1ºC desde la época preindustrial hasta hoy y, de seguir a este ritmo, podría alcanzar el 1,5 en 2030. Este aumento, aunque pueda parecer insignificante, podría tener terribles consecuencias para muchos ecosistemas, especies y poblaciones de todo el planeta.
Este cambio no solo traería consigo consecuencias ambientales, sino también de corte social. Por ejemplo, el aumento de la temperatura y del nivel de los océanos tendría consecuencias en la transmisión de enfermedades; la destrucción de entornos provocaría la migración forzosa de numerosas poblaciones; o el cambio en los ecosistemas y sus suelos podría provocar una crisis alimentaria.
Una transformación que se está produciendo de forma tan abrupta y violenta que esta misma organización ya advertía el año pasado de que sólo disponíamos de 12 años para que la situación no se volviese irreversible.
Es por ello que la sociedad se ha comenzado a movilizar para concienciar a gobiernos e instituciones sobre la necesidad de tomar medidas drásticas que tengan como objetivo la descarbonización de la atmósfera y la transición hacia modelos energéticos, industriales y de consumo más sostenibles.
Calentamiento global y cambio climático
Una de las reivindicaciones que se ha hecho últimamente, apoyada por movimientos ecologistas y por numerosos expertos y científicos, es el cambio en la terminología con la que nos referimos a este fenómeno. Ante la velocidad con la que se están produciendo los cambios en el clima y la posibilidad de que pronto la humanidad se encuentre en un punto de no retorno, son muchas voces las que demandan que se comiencen a utilizar los términos crisis climática o emergencia climática en lugar de cambio climático. ¿Pero, cuál es el origen de la terminología que se ha utilizado hasta ahora?
Si bien los términos ‘calentamiento global’ y ‘cambio climático’ se utilizan normalmente como sinónimos, tienen significados distintos. Según recoge Fundéu BBVA, calentamiento global hace referencia al aumento de la temperatura global del planeta y los efectos que ésta pudiese provocar. Cambio climático, por otra parte, se refiere a la alteración del sistema climático en general: desde la presión atmosférica a la frecuencia de fenómenos extremos, las precipitaciones, etc.
A lo largo de la historia de la Tierra, se han producido numerosos cambios climáticos que han afectado al planeta en mayor o menor grado. Sin embargo, cuando se hace referencia al cambio climático actual, normalmente se hace al cambio climático antropogénico, es decir, que tiene como causa la actividad humana y que está relacionado directamente con la emisión de gases de efecto invernadero.
Aunque se empezó a estudiar el fenómeno en los años 50, fue a partir de los años 70 y 80 cuando se generalizó el término. Entonces se utilizaba más comúnmente la expresión ‘calentamiento global’, pero conforme se fue investigando y relacionando fenómenos entre sí, se fue adoptando el término ‘cambio climático’ con el objetivo de elevarlo a una categoría de mayor relevancia.
Algunas fuentes consideran que ‘cambio climático’ tiene un significado menos dramático y dota al fenómeno de una dimensión más casual que causal. Otros expertos sostienen que ‘calentamiento global’ tiene una “connotación catastrófica” mientras que ‘cambio climático’ hacía referencia a un reto “más controlable y menos emocional”.
De cambio circunstancial a situación límite
Es por esto mismo que se busca un nuevo cambio en la semántica para devolver la relevancia y la sensación de urgencia al debate climático. El término emergencia climática representa la situación actual del fenómeno, un cambio climático que está amenazando la supervivencia del medioambiente e incluso de la raza humana no ya solo a largo plazo sino en términos inmediatos.
Esta sugerencia no implicaría censurar la expresión ‘cambio climático’, sino dar preferencia a las nuevas expresiones cuando se quiera concienciar de su magnitud y gravedad. Por lo tanto, sería preferible utilizar opciones como “medidas para luchar contra la crisis climática” o para “acabar con la situación de emergencia climática” en lugar de para “luchar contra el cambio climático”.
La población está muy involucrada en el activismo por el clima. Desde hace meses se vienen organizando ‘huelgas por el clima’, movilizaciones estudiantiles con el objetivo de concienciar sobre la gravedad del problema y expresar su preocupación por la amenaza a la sostenibilidad de su propio futuro. Una de sus más mediáticas portavoces es la adolescente sueca, Greta Thunberg, que ya pidió que se comenzasen a utilizar términos que se ajusten más a la situación real.
El secretario general de la ONU, Antonio Guterres, recogió el guante y utilizó esta terminología en la pasada Cumbre Mundial del Clima en Nueva York cuando expresó que “la emergencia climática es una carrera que estamos perdiendo, pero es una carrera que podemos ganar”.
Por su parte, los medios de comunicación también se están sumando a la iniciativa. El diario británico The Guardian, la agencia EFE o el diario La Vanguardia ya han adoptado en sus libros de estilo la preferencia de uso de los términos emergencia o crisis climática para definir la situación actual del medioambiente.
Este movimiento pone de manifiesto cómo la forma en la que nos referimos a los sucesos que nos afectan tiene un impacto relevante en la imagen mental que tenemos de ellos y la forma en la que actuamos a su respecto. El cambio de terminología quizá pueda aportar un cambio en la percepción del problema que ayude a que quienes tienen la capacidad de tomar las medidas necesarias para frenar un final catastrófico, sean conscientes de la urgencia de hacerlo.