Cultura científica para combatir la posverdad y los liderazgos populistas
“Tenemos una ciencia poderosa, pero en las decisiones individuales y, sobre todo, públicas con frecuencia no se utiliza ese potencial, porque se niega su validez o se pone en pie de igualdad con opiniones carentes de fundamento”. Con estas palabras ha resumido Francisco González el espíritu que ha impregnado la entrega de los Premios Fundación BBVA Fronteras del Conocimiento.
Todos los participantes en la ceremonia —a la que han asistido la ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, la presidenta del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), Rosa Menéndez, y numerosos representantes de la comunidad científica y de la creación artística nacional e internacional— han destacado de una u otra manera la importancia de la cultura científica como defensa ante una toma de decisiones que, en cuestiones de la mayor importancia, da la espalda a la evidencia y allana el camino a liderazgos populistas.
El presidente de BBVA ha recordado también que estos premios nacieron hace ya una década para “celebrar el esfuerzo por entender el mundo natural y social y la creación artística”, y reconocer a científicos y creadores cuyas contribuciones amplían la visión del mundo y aumentan las oportunidades para todos. A través de ellos, “aspiramos a hacer llegar a la sociedad elementos del proceso de investigar y crear”.
Información contrastada frente a las narrativas interesadas
Estos elementos —como el principio de que toda afirmación debe ser contrastada y basada en evidencias— son útiles para todo el mundo, en una sociedad digital donde la información fluye sin filtro y en la que puede ser “difícil distinguir el conocimiento validado” de narrativas fabricadas para revestir “intereses espurios”, ha dicho Francisco González.
“En tres décadas se ha pasado de un acceso limitado y asimétrico a la información y el conocimiento, a una situación de sobreabundancia”, un cambio “al que no cabe sino dar la bienvenida” pero que a la vez plantea el problema de “orientarse en un océano de información de fuentes y finalidades dispares”.
El reto es mayor con el auge de las redes sociales, hoy el recurso principal de información para amplios segmentos de la población, y en las que los datos contrastados “son presentados al lado de opiniones subjetivas e interesadas”. Para el presidente de BBVA, en muchas ocasiones los social media “aportan seguridad aparente a costa de veracidad”.
Hoy en día “el impresionante stock de capital cognitivo acumulado convive con la llamada posverdad. Falsedades deliberadas, ocultamiento de la verdad y propaganda no son fenómenos nuevos, pero sí es nuevo el relativizar sin rubor el mejor conocimiento. El resurgimiento de movimientos de perfil populista está correlacionado hoy con el asalto en curso a la racionalidad científica y la evidencia empírica”.
Cosechar agua en el desierto
En su discurso de agradecimiento, Omar Yaghi, premiado en Ciencias Básicas, ha explicado la importancia del descubrimiento por el que ha recibido el galardón. Los cristales MOF y COF “son útiles en múltiples aplicaciones; entre ellas, cosechar agua del aire del desierto y capturar dióxido de carbono de la atmósfera. Están siendo estudiados por más de un millar de investigadores de todo el mundo”, ha destacado.
James P. Allison, ganador en Biomedicina y uno de los pioneros de la inmunología oncológica, ha narrado uno de los capítulos más emocionantes de su vida profesional: “He tenido la suerte de ver los hallazgos de mi investigación traducirse en una nueva y potente estrategia terapéutica contra el cáncer. En 2006 conocí a una paciente de melanoma de 24 años, Sharon. Sus médicos le habían dicho que sólo le quedaban unos meses de vida. Ya se había sometido a múltiples terapias, pero su cáncer seguía creciendo. Como último recurso, se unió al ensayo clínico de un fármaco por entonces experimental, la llamada terapia anti-CTLA-4. A los tres meses, sus tumores desaparecieron. Volví a verla un año después, y nos abrazamos y lloramos cuando su médico le dijo que no mostraba signos de cáncer recurrente”.
Rosemary y Peter Grant, galardonados en Ecología y Biología de la Conservación, explicaron por qué sus hallazgos sobre la evolución, logrados durante décadas de investigaciones con los pinzones en las Galápagos, son importantes para conservar la biodiversidad: “Saber cómo mantener la biodiversidad en un mundo frágil que experimenta degradación medioambiental a escala global es uno de los desafíos más críticos a los que nos enfrentamos. Un mensaje de nuestra investigación es que ni las especies ni los medios son entidades estáticas: están siempre cambiando, y hay que hallar cómo conseguir que ambos sean capaces de seguir cambiando en su medio natural”.
Una antigua forma de arte convertida en una ciencia joven
Shafi Goldwasser, Silvio Micali, Adi Shamir y Ronald Rivest, premiados en Tecnologías de la Información y la Comunicación, señalaron que sus contribuciones han hecho posible que la criptografía pasara de ser “una antigua forma de arte” a “una ciencia joven”.
En su opinión, “la criptografía es una de las ramas más pesimistas de la ciencia: asume la existencia de adversarios extremadamente poderosos que pueden leer todos tus mensajes, generar mensajes falsos o modificar tus contraseñas y tus bits aleatorios. Sin embargo, también es una de las ramas más optimistas de la ciencia, ya que muestra cómo puedes superar esas dificultades con el poder de las matemáticas y de algoritmos computacionales como los que nosotros y nuestros colegas hemos desarrollado”.
Timothy Bresnahan, Ariel Pakes y Robert Porter, premiados en Economía, Finanzas y Gestión de Empresas, representan “a la organización industrial empírica, el campo de la microeconomía que estudia los mercados imperfectamente competitivos, es decir, casi todos”. Su investigación se centra en “la regulación de los mercados cuando la competencia es imperfecta”, y desarrolla herramientas que “han permitido analizar los efectos sobre el bienestar del consumidor, la productividad y la rentabilidad de fenómenos como las fusiones, la desregularización, el diseño de los mercados de subastas y de seguros, y muchos otros”, afirman.
La compositora Kaija Saariaho, galardonada en Música Contemporánea, trabaja con ordenadores para componer música desde 1982: “He utilizado la tecnología como un microscopio para saber más del sonido”, ha señalado. En su discurso ha reivindicado el “papel fundamental de la música para la humanidad” y ha recordado lo mucho que comparten música y ciencia, que “con frecuencia se han alimentado mutuamente”. Pero “allí donde la ciencia invoca los hechos, la música entra sin palabras, a veces muy profunda e inesperadamente, como un olor (...) Nos olvidamos de nosotros mismos para saber de los demás y descubrir otras maneras de percibir el mundo que nos rodea”.
Gravar lo malo, no lo bueno
William Nordhaus, ganador en Cambio Climático, ha defendido su convicción de que es necesario un impuesto al carbono: “Quienes se toman en serio ralentizar el cambio climático, gradualmente están llegando a entender que poner precio a las emisiones de carbono es la forma primordial de ralentizar el cambio climático. Una manera fácil de pensar en esto es el dicho Grava lo malo, no lo bueno. Simple y acertado”.
Nubia Muñoz, galardonada en Cooperación al Desarrollo, ha llamado la atención sobre la elevada mortalidad por cáncer de cuello uterino en países en desarrollo. “Tal vez porque, tratándose de un cáncer que afecta eminentemente a mujeres de países pobres, no se le ha dado la importancia que merece”, ha denunciado.
Muñoz ha subrayado también que, a pesar de la eficacia de la vacuna contra el agente causante de este cáncer “cada año se diagnostican en el mundo más de medio millón de casos y 280.000 mujeres mueren por él. La gran tragedia es que un 85% de los casos ocurre en los países en vías de desarrollo afectando a mujeres jóvenes, que al morir dejan desprotegida una familia que se sume aún más en la pobreza”.