¿Cuándo ganará la tecnología la guerra del efectivo?
Más pronto de lo que probablemente uno piensa. La duda es cómo pagar cuando las monedas y los billetes sólo interesen a los coleccionistas.
En 2009, Paul Volcker, ex presidente de la Reserva Federal estadounidense durante prácticamente toda la presidencia de Ronald Reagan, se lamentó de que, a pesar de todo el ruido y los titulares, algo tan cotidiano como los cajeros automáticos eran realmente la única auténtica innovación del sector financiero en varias décadas. En menos de diez años desde aquellas declaraciones, el ritmo de la transformación financiera ha aumentado drásticamente, a lomos de la digitalización. Lo físico pierde terreno, sustituido por lo virtual; tanto que la pregunta no es si desaparecerán los billetes y las monedas, sino cuándo lo harán.
Ese fue precisamente uno de los debates que hubo en MoneyConf, una conferencia internacional sobre digitalización financiera que se celebró a comienzos de junio en Madrid. Los expertos convocados coincidieron en un par de pronósticos rotundos. la cashless society es solo una cuestión de tiempo y estará totalmente ligada al desarrollo del internet de las cosas.
Victor Kim, director para Europa, África y Oriente Próximo de Samsung Pay, hacía una recomendación muy clara a los escépticos: “Viajen por países escandinavos, como Suecia. Es toda una experiencia no tener que preocuparse por llevar dinero en el bolsillo”.
“Los pagos serán prácticamente algo de lo que no nos demos ni cuenta”, pronosticó por su parte Ivan Glazachev, consejero delegado de Yandex Money, un competidor ruso de PayPal en el negocio de los pagos electrónicos. Glazachev puso como ejemplo el pago en una gasolinera: el coche se comunicará con la empresa que suministra el combustible para pagar, sin que intervenga ningún humano en la transacción. Este emprendedor ruso habló de un plazo de cinco o diez años para que cosas así sucedan; cabe preguntarse si por entonces los coches seguirán usando derivados del petróleo y estarán conducidos por personas.
Precisamente Samsung Pay está muy atenta al desarrollo tecnológico de los vehículos y a todas las implicaciones de negocio que puede tener. “Nosotros trabajamos con la idea muy clara de que el coche se va a convertir en una especie de móvil con cuatro ruedas. En todos esos aparatos queremos dar una serie de servicios, y los pagos son uno de ellos”, explicó Kim.
El papel futuro de los bancos tradicionales
El de los pagos es ya uno de los negocios financieros en los que está impactando el desarrollo de las fintech. Si la tecnología cada vez es más importante en las finanzas, ¿serán las grandes empresas tecnológicas, como la propia Samsung, los gigantes bancarios de un futuro ya cercano?
“No es nuestro negocio”, se desmarcó Kim, que conoce de primera mano el sector financiero tras trabajar en Visa casi quince años. “Sabemos cuáles son las fortalezas de Samsung y cuáles son sus debilidades. No somos un proveedor de servicios financieros: nuestra fortaleza es la tecnología”.
Evolucionen como evolucionen las grandes empresas tecnológicas, los bancos deben adaptarse a un nuevo entorno donde tienen nuevas vías de negocio pero también nuevos competidores, muy ágiles. En esa línea incidió Anne Boden, consejera delegada de Starling Bank, un banco británico solo digital que obtuvo licencia para operar en 2016: “Creo que lo que hoy conocemos como banca no existirá en 30 años. La banca dejará de ser algo que haces en un entorno tecnológico determinado para ser algo que está alrededor de todos los sitios por los que vives”.
Respecto a los pagos, aseguro Boden, “no entraremos en una app para teclear y pagar, ni para ver cómo están nuestras cuentas”. Esos trámites se harán a través de objetos: por ejemplo, el espejo reflejará el saldo bancario y le ordenaremos a un asistente personal virtual que encargue y pague la compra semanal.
Puede sonar muy futurista, pero ya está empezando a suceder, y no hace falta, como recomendaba Kim, viajar a Suecia. Hoy en una ciudad como Madrid se puede utilizar todo tipo de transporte —desde el autobús al metro, pasando por un taxi, un car sharing o una bici de alquiler— sin llevar ni un euro en el bolsillo. Las monedas y los billetes están empezando a recorrer el mismo camino que los diarios, los faxes o los cintas de vídeo: dentro de poco serán vestigios de un pasado predigital.